Mucha música no obliga a su lectura, es desechable: Ríos
Juan Manuel Villalobos, especial para La Jornada/ II y última, Madrid Ť En esta segunda parte de la entrevista con Miguel Ríos, el cantante aborda entre otras reflexiones de su larga trayectoria, el marketing en la música, su persistencia por establecer el rock en castellano con identidad propia y su deseo de seguir en el escenario cantando como ``si fuera la primera vez''.
-¿Cómo ha cambiado el sistema de promoción de un disco?
-El parque de aparatos reproductores de música ha cambiado tanto que ha hecho que la industria sea más industria ahora que hace 30 años. Hoy las compañías manejan oficios que entonces casi no se conocían, como el marketing. Antes, lo más que había era un director artístico y un jefe de promoción, pero esa nueva rama, la de saber colocar un producto y un mensaje, la ha hecho crecer. Actualmente existen tantos géneros musicales como no los ha habido nunca y, por tanto, hay el mismo número de personas especializadas en vender esos productos. Pero eso va un poco al margen del creador. El músico hace un producto y luego vienen unos señores que más o menos lo encasillan y lo intentan colocar en una red de emisoras que toca más una música que otra; una red de periódicos que habla más de un tipo de música que de otra. La industria va especializándose cada vez más, a diferencia de cuando yo empezaba que lo que había era una especie de concepto casi artesanal de la promoción, pero más humano.
-¿Con el marketing, se puede perder calidad musical en la realización?
-Lo que ha hecho es crear productos para el propio marketing. Muchas veces éste es el fin, no el medio para vender. Hay muchos artistas que son puro marketing, hay cantidad de grupos que se mueven ahí. Así, el marketing es la ideología. Afortunadamente a mi generación eso no le tocó. Nosotros dejamos nuestro pozo de creación sin necesidad del marketing.
El rock, del otro lado de la barricada
-¿Es esto la moda en música?
-No en toda, sino en un cierto tipo de música. Siempre existirán bandas como Gran Jefe o Molotov. Siguen contando historias que no son muy cómodas de oír, y que no diríamos que son lo que el marketing recomienda, es decir, mensajes donde el receptor no tenga que poner prácticamente nada, el tipo de música que es como las telenovelas, en donde todo te lo dan hecho. Ahora hay mucha de esa música que no obliga a buscar su lectura, simplemente con recibirla una vez ya lo tiene todo. La usas y la tiras. En este sentido el rock sigue estando del otro lado de la barricada, pues hace pensar.
-Una de las motivaciones de tu disco es haber podido cantar con una Big Band. ¿Le queda alguna pendiente a Miguel Ríos?
-Cuando decía que éste era un regalo que me quería dar es porque salir a la carretera con muchos músicos es muy caro y poco usual. Pero no tengo la sensación de que me falte hacer algo. Ya no tengo cuentas pendientes con nadie, ni con nada; quiero decir que mañana podría dejar de cantar y estaría encantado -tendría un cierto dolor porque es lo que más me gusta hacer en mi vida- y que no diría ¡joder! ¡Pero es que me he dejado de hacer esto! Me figuro que dejaré de hacer muchísimas cosas, porque no hay ningún ser humano que abarque todo, ni tengo la pretensión de hacerlo. No soy un hombre de récords ni me importa haber sido el primer tío que hizo un concierto multitudinario aquí o el primero que hizo conciertos de los encuentros del rock iberoamericano o haber sido el primer tío que canta con una Big Band. Simplemente me ha pasado porque he tenido la inquietud, la necesidad de seguir probando cosas y me ha tocado a mí, pero yo no me pongo ninguna medalla cada vez que se me ocurre algo y tampoco me flagelo porque no se me haya ocurrido lo que se les ha ocurrido a otros. Lo único pendiente es retirarme.
-¿Existe la edad de jubilación para un roquero?
-Edad de jubilación no creo que haya. El caso de los Stones es el paradigma. Sin embargo, sí hay un momento para la dosificación. Sabes que hay menos espacios para adelante, se achata un poco el tiempo, pero tampoco es preocupante. Llegará el día en que digas, bueno, pues me apetece más ir a ver un concierto que darlo; ese día probablemente sea sintomático. Nunca me ha apetecido más ver un concierto que darlo, siempre me gusta más darlo que verlo.