La Jornada 24 de noviembre de 1998

Ambicionar el progreso es el gran problema del orbe: Francisco Icaza

Merry Mac Masters Ť El pintor Francisco Icaza (1930) cambia mucho de estilo, por lo menos eso se le reclama. Cronológicamente es de la generación de la llamada ``ruptura'', sin embargo su nombre, luego, no aparece por allí en las publicaciones. Lo que pasa, dice, es que ``cíclicamente'' ha tenido periodos de mucho aislamiento para poder trabajar y otros en los que lee y viaja muchísimo, participa en polémicas, pero últimamente se ha aislado de México. ``Si no me identifican con la generación de la ruptura, que sí es mi generación, mejor para mí. Es mejor que no me identifiquen con nada''.

Sobre este problema de ``ubicación'', Icaza señala: ``está bien, esto me gusta más, me da más margen de moverme libremente. Me considero una persona con un pensamiento independiente. Ahora estoy muy entusiasmado con un filósofo español, Eugenio Trías...''

Artista ``a finales de este siglo'' -no dice ``milenio'' porque ``dos mil años de cristianismo respecto de 14 mil años de pintura es una cifra insignificante''-, a Icaza le interesa sobremanera la filosofía, la literatura, la antropología y la historia. El estilo, no obstante, es algo que le ocupa:

``Mire, el estilo es algo complicado y existe mucha confusión. Por ejemplo, el caso de Fernando Pessoa, el poeta portugués, que escribe con cuatro o cinco homónimos. La pregunta es, ¿cambió de estilo o aceptó que era multipersonal, que los seres humanos somos muchas personas? Por otro lado, está la condición misma del artista a diferencia del artesano, porque el creador, en el sentido del latín homo singulare universale, es capaz de cambiarse constantemente; en cambio, el artesano entra bajo las leyes de la división del trabajo y la producción''.

Icaza tiene siete años de estar avecindado en México, pintando gracias a una beca de creador artístico del Fonca. Hijo de diplomáticos, incluso nació en la embajada de México en San Salvador. Pasó sus primeros años de viaje. Pero ``se fue'' de su país por las circunstancias políticas ``desagradables y tristes'' que le tocaron vivir en el 68, dejando su estudio y una familia con cinco hijos. Apunta que su relación con aquellos sucesos estudiantiles ``principalmente'' fue por conducto del Salón Independiente, realizado en la UNAM, en el que participó ``toda'' su generación. ``Luego pintamos la estatua de Miguel Alemán que estaba cubierta con láminas; tuvo repercusiones. Recuerdo que pinté a Siqueiros desayunando con Díaz Ordaz. El hecho es que fue una relación bastante activa, pero siempre con los pintores y con las fuerzas de izquierda de México que en ese entonces eran muchas, aunque yo no estaba afiliado.

``Sí, como persona me uní a las demandas de la Universidad Nacional, de El Colegio de México y del Politécnico. Además, era el espíritu de la época. Estábamos totalmente en contra de la guerra, muy unidos a todos los movimientos pacifistas del mundo, a la resistencia en Checoslovaquia contra la Unión Soviética, a la de París contra el gobierno y la transformación que querían hacer de La Sorbona, con los estudiantes de la Universidad de Kent, en Estados Unidos. Durante mucho tiempo mantuve correspondencia con la generación beat de California. Era el espíritu de la época, pero en México hubo una enorme represión ante la diversidad de ideas políticas, filosóficas y artísticas.''

Ver y leer el mundo

Icaza volvió a recorrer mundo, pintando mucho aunque de manera muy peculiar: ``fuera del mercado, realmente como un pintor de la Edad Media, nómada, vendiendo mi propia obra y estudiando mucho''. En Estados Unidos fue asesor de la Galería Cocoran, de Washington, DC; después vivió en una comuna en Colorado. Estuvo en Woodstock y fue amigo de Aldous Huxley. En el 79 ``regresó'' a México ``convencido'' por la exposición La escritura en imágenes que Fernando Gamboa le propuso en el Museo de Arte Moderno, recinto donde expuso de nuevo en 1981 bajo el nombre, Tepoztlán, historia de un estado de ánimo.

Volvió a ausentarse del país y su pintura se convirtió ``un poco en artesanía''. Es decir, empezó a publicar libros como Me quiero ir al mar (El Tucán de Virginia, 1985), a modo de especie de ``crónica de viaje''. Apunta que en el 68 hacía cuadros grandes, pero ``como nómada el estuche es muy pequeño, entonces no alcancé a pintar nunca''. Interrumpió en varias ocasiones esas crónicas de viajes, tanto para las arriba mencionadas exposiciones del MAM, como para participar en la feria mundial de Osaka, Japón, en 1970.

Si de 1991 a la fecha Icaza ha vuelto al óleo, después de crear ``códices, comics y pintura en escritura'', fue a raíz de la beca de creador artístico. De estas pinturas, 47 serán expuestas al público, en el Museo de Arte Moderno, a partir del próximo viernes 27. El artista indica que la selección, que comprende obra desde 1995, corrió a cargo de Teresa del Conde, directora del recinto.

El entrevistado habla de la importancia para un pintor de tener ``un panorama de sí mismo'', porque se mete a pintar con una idea muy vaga de lo que va a hacer. ``Uno se enfrenta con el espacio en blanco y hay una serie de cosas que uno va encontrando, lo cual empieza a fluir, a cambiar. Uno pinta generalmente -esto que he pintado- algo que va más allá de la razón y que tiene que ver con el ser y con las entrañas en el sentido muy antiguo de lo que es la pintura. Siempre tengo en mí una memoria imaginaria de 14 mil años de pintura''.

Respecto de la composición de sus cuadros, que suelen repartirse en franjas horizontales, dice que tienen que ver con los renglones de una página. Es decir, ``considero que el artista no está interpretando el mundo. No lo interpreto, el mundo es mío. Lo que hago es, como todo pintor desde la más remota antigüedad, es ver y leer. A mí me interesan mucho todas estas escrituras que hay en nuestra vida. En el estado de Oaxaca, por ejemplo, para cultivar el maíz hay señores que leen los vientos. Hay quienes leen los ríos. Durante miles y miles de años el ser humano leyó las plantas para saber cuáles eran beneficiosas y cuáles alucinantes para él. Por saber tantos idiomas, aprendí desde muy pequeño a leer todo: leer era el mundo que me pertenecía''.

Universalizar al hombre singular

En cuanto a su ``tendencia'', Icaza dice que ésta más bien tiene que relacionarse con aquella que se empezó a formar en España, contradictoriamente al régimen dictatorial de Franco, con pintores como Tàpies, Miró, y que continúa hoy día como una resistencia ante esta ``mundial artesanía urbana''. Es lo que los españoles llaman ``pintura pintura'', o sea la vuelta a este oficio que tiene que ver no con un mundo que ha apostado por el progreso, sino por un mundo universal, con un conocimiento cósmico. Varios filósofos actuales, españoles e italianos no creen que el futuro del mundo siga dentro de esta tendencia de mercantilización del planeta, sino más bien que estamos a un paso de llegar por fin a un nuevo humanismo que englobe a nuestro planeta, y con un pensamiento cósmico.

Icaza, entonces, no cree que Calcuta predice el mundo futuro como escribió Gunther Grass. Cree, en cambio, que las grandes transformaciones durante la historia de la humanidad se han dado en momentos de crisis:

``Estamos ante una crisis profunda y puede suceder lo que dijo Winston Churchill después de la segunda guerra: `esta es tal vez el fin del principio', el fin del paradigma. Respecto de las crisis, hasta ahorita la humanidad siempre ha salido con el arte a la cabeza... El gran problema del mundo hoy día es esta absurda ambición por el progreso. Para mí, progreso es igual a centralismo, a economía, a energía barata y producción. Este lo que exige es más producción hasta que llega un momento que se satura, entonces, se crean las máquinas de guerra para volver a comenzar. La propuesta del arte es otra. Es volver a entender este planeta realmente sin fronteras, pero con un sentido de universalización del hombre singular.''

(La exposición Francisco Icaza. Pintura será inaugurada el día 26, a las 20 horas, en el Museo de Arte Moderno.)