En los últimos años los operadores económicos del gobierno federal han sumado muchos errores, pero en el actual, los han multiplicado. Como resultado de ello es que por primera vez en 60 años, prácticamente todos los sectores están unidos en contra de las medidas económicas aplicadas por la administración zedillista, gracias a su pretensión de subir el próximo año los impuestos y eliminar los subsidios. La política de apapachar banqueros y golpear a los sectores amplios de la población no ha dado buenos resultados, por lo menos en esta ocasión.
Sin embargo, también es necesario subrayar que la actividad económica en nuestro país se ha frenado por los efectos perniciosos de la crisis financiera internacional y por los aspectos más nocivos de la globalización, que se han transferido de manera general a prácticamente todas las econo- mías del mundo. Es importante comprender que la sobrevaluación de las acciones registrada en todas las bolsas de valores del mundo --en todas-- fue posible por el crecimiento desproporcionado de capitales urgidos de rendimientos competitivos, rendimientos que ya no era posible obtener en muchas economías en virtud de que éstas habían llegado ya, a mediados de 1997, a un cierto nivel de saturación relativa. Y hay que decir relativa porque, por ejemplo, en países como México existen muchos ámbitos de la vida económica realmente necesitados de inversiones (producción de alimentos, industria textil, industria de maquinaria y equipo, electricidad, infraestructura hidráulica, desarrollo urbano, vivienda, agricultura, educación y salud, entre otros), a los que los recursos de capital no llegan porque estos sectores, muchos de ellos de marcado sentido social, no garantizan esos extraordinarios rendimientos que se obtienen en actividades especulativas. Se olvida, sin embargo, que el respaldo real de toda inversión productiva es una sociedad apoyada fuertemente en una alta productividad agrícola e industrial, con sólida infraestructura, sólida en educación y salud, y con condiciones de vida sana, con cultura y recreación.
Se vive un entorno fuertemente influido por una ideología que impulsa el retiro del Estado de toda actividad económica específica. Pero, además, se vive un ambiente en el que se busca, al máximo, cómo eludir las responsabilidades ante el fisco. Con lo segundo se le niega al Estado la posibilidad real de invertir con solvencia en los rubros imprescindibles para una sociedad sana y fuerte en todos los sentidos. Y con lo segundo se le cuestiona permanentemente su participación en esferas en las que una decisión nacional le exige su control, sea por el ánimo de garantizar que la riqueza natural y sus rentas, como en el caso del petróleo y el gas, se utilicen en beneficio de todos, realmente de todos; sea también por el ánimo de buscar una eficiencia global máxima en actividades concebidas tradicionalmente como monopolio natural, es decir, aquellas en las que resulta absurdo y antieconómico tener más de un productor, como es el caso de la electricidad. Sin duda, estos dos aspectos en general están a debate. Pero hay que decir que en general, porque en particular, muchos personeros del gobierno actual tienen muy claro este asunto y defienden a ultranza las privatizaciones: ``¡fuera el gobierno del petróleo y de la electricidad!''; pero también promueven el fin del subsidio y, en los hechos, de la inversión social.
Melée
Todo esto viene al caso por el carácter terriblemente recesivo del presupuesto de 1999. A servir la deuda, sin cuestionar nada. A controlar el gasto programable, sin incrementarlo. A bajar la inversión física a lo mínimo posible. Y luego, a esperar la oportunidad para profundizar la privatización en Pemex y en CFE.
Así, a la regresiva dinámica de sobreinversión del entorno internacional, que obligó a lanzar fondos al mercado especulativo externo y que, justamente por ese enorme volumen de recursos, acabó con el terrible descenso de los índices, a ese ambiente tremendo que genera severas retracciones económicas, se responde con la recesión interna, como si no bastara la que, de suyo, ya genera la pérdida de competitividad en acero, química, automóviles, textiles, papel, entre otros rubros de alto dinamismo exportador.
Por eso, es indudable que el asunto más delicado del momento --¡qué duda cabe!-- es el del presupuesto, el que por decisión propia del gobierno es profundamente recesivo. No se tendrán déficit mayores; no habrá desequilibrios financieros; no habrá endeudamientos excesivos; no... no... no...
En síntesis, no habrá crecimiento económico capaz de recuperar rezagos y mejorar a la población. En serio.