Me gustan los demócratas: Isela
María Rivera Ť Isela Vega, la diosa del sexo de los 70, ahora prefiere dormir sola. ``Me siguen apasionando los hombres, pero si una relación implica compromisos, no la quiero. Prefiero mi libertad, me gusta ir a mi aire''. Mujer polémica que no sólo pobló las fantasías masculinas, sino que también asumió el desnudo sin la justificación artística, con un sí, ¿y qué?, que más que una pose era una actitud vital, ahora participa en El derecho de abortar, la nueva obra de Jesusa Rodríguez, donde interpreta el papel de la virgen María.
Isela es la confirmación misma de que genio y figura son una eterna compañía. Llega a la entrevista aún en pants. Apenas entra al camerino, empieza a desnudarse. No parece importarle quienes están ahí, ni los que entran y salen. Desnuda, está más vestida que nunca. Sin apuro, se pone una blusa transparente con estampado de jaguar y un ajustado pantalón oscuro. Después de maquillarse lentamente, destacando sus mejores puntos, se da una última mirada en el espejo, arquea una ceja, y ahí está ella: vestida para matar.
--¿Cómo empezó su carrera en los espectáculos?
--Yo llegué de Hermosillo a la ciudad de México en 1960. Empecé trabajando como modelo, y luego pasé a la televisión. En Televisa Chapultepec hice varios programas que patrocinaban Ossart y Max Factor. En el cine debuté en una película americana que se filmó en el teatro Tívoli, era sobre strip tease y esas cosas. Después, en 1968, participé en Don Juan 68, con Mauricio Garcés. Ya para los 70 tenía estelares con Las pirañas aman en Cuaresma y ese tipo de películas.
--Que la convirtieron en sex simbol...
--Claro.
--¿Cómo vivió ese momento?
--Los mitos son producto de la necesidad de un grupo social. Cuando a esta sociedad le hizo falta una encuerada, una descarada representante del libertinaje, fui María Magdalena. Mi trabajo de ese tiempo es producto de la situación de la mujer de ese entonces. Por ejemplo: en el medio del espectáculo o se tenía un padrino o no la hacías. Se las dabas al público o a algún productor. Yo escogí enseñarle mi cuerpo al público. A este le enseñaba todo.
--La sociedad de esa época era todavía muy cerrada...
--Por eso hacía falta abrir puertas. Antes, hubo varios intentos de apertura, en el cine aparecieron varios desnudos memorables. Sin embargo, para mi época ya había necesidad de ir más allá.
--Y eso la convirtió en el oscuro objeto del deseo de los hombres de esa época.
--Sí, eso fui, y no me parece mal. El poder del deseo es inmenso. Cuando uno desea a alguien ¡anda girito, despierto, lleno de energía!
--¿Qué cree que fue lo que la hizo despertar esas pasiones?
--No es una cosa determinada, sino más bien una especie de química, una actitud de no pertenecer a nadie... es como si uno trajera en la frente un letrero que dijera: ``estoy libre, ¡lléguenle!''.
--Eso quiere decir que cuando un hombre siente segura a una mujer pierde el deseo.
--Depende. Hay hombres que no tienen llenadero porque no saben ni querer ni desear con profundidad. Tienen miedo de comprometerse, de entregarse. Con la primera vez que les parten la madre con un mal romance, empiezan a refrenarse. En realidad esa es la verdadera pérdida de la virginidad. Cuando uno dice como Juan Gabriel: no me vuelvo a enamorar.
--¿Usted, ya perdió esa virginidad o le sigue entrando al romance sin miedo?
--Me sigue gustando la excitación que produce desear a alguien; es muy bonita. Uno es apasionado y punto, no hay nada que hacer. Pero ya prefiero los amores platónicos. Me gusta ir de un lado para otro y esa libertad es muy difícil de conservar cuando se tienen compromisos.
--¿Y el sexo?
--Muy bien, gracias. Sí me gusta, me siguen apasionando los hombres, pero si una relación implica un compromiso, no la quiero. Prefiero mi libertad, me gusta ir a mi aire. Yo prefiero dormir sola la mayor parte del tiempo.
--Isela, ¿no le costó trabajo su primer desnudo?
--No. No creo que le cueste trabajo a nadie, si se ve bien.
--¿Le gusta su cuerpo?
--No me molesta. Aunque estudié con las monjas, soy del campo. Me crié en un rancho ganadero, donde la cosa no era muy estricta. Yo creo que también influyó que cuando llegué a México fui modelo para ganarme la vida y tenía que quitarme y ponerme muchas prendas al día. Pero en el cine además pagaban por hacerlo, ¡pos mira! Ahí había más oportunidades de trabajo si uno se desnudaba. Cuando me ofrecían un papel y me decían: ``Pero hay un desnudo...''. Yo les contestaba: ``¡No le hace!''. La mía era supervivencia pura. Todo, menos la prostitución, eso sí no me gustó jamás.
--¿Nunca la buscaron políticos famosos?
--Alguno debe de haber, pero casi no. A los políticos no les gustan como amantes las mujeres escandalosas. Esos son de rapiditos y en la tarde, casi corriendo. Mira, mis amantes siempre fui yo quien los escogí, a mí nunca me gustó que me eligieran. Además, cuando una mujer anda buscando a un hombre por su poder, se nota, como Mónica Lewinsky. ¡Claro!, a Clinton yo también le hubiera hecho lo que hubiera querido, en el pasillo o donde fuera. ¡Me encanta ese hombre! Yo vivo desde hace 20 años en Los Angeles y me gustan los demócratas.
--Ahora regresa al teatro con esta obra de Jesusa Rodríguez, ¿cómo es su personaje en El derecho de abortar?
--Es una de esas mujeres que no quieren responsabilizarse de ellas mismas, ni de su maternidad, ¡ni de nada! El señor es el que se hace cargo de todo. Ellas a cambio no preguntan cómo se hicieron ricos sus hombres. Sus maridos pueden decir: tengo una empresa x o trabajo en una dependencia del gobierno donde gano muy bien. Claro, los compañeros de él no ganan tan bien, pero para qué preguntar. Un hombre de éxito es el que tiene mucho dinero, y qué mejor que a una le toque gastarlo. Es así como me imagino que deben ser las amigas de Paulina Castañón. Esa clase de mujer es la María que yo interpreto, con decirte que no tuvo gracia ni para la concepción, porque fue por obra del espíritu santo...
--¿Son mujeres que no saben o no quieren saber?
--Esas mujeres no quieren saber porque no les conviene. Yo recuerdo que las madres y las tías siempre nos decían: ``Tú no discutas con tu marido, callada, ¿eh?''. Incluso cuando el hombre les ponía los cuernos el consejo era: ``Quédate en la casa, que él va a regresar''. Claro, porque si no se va el que paga las cuentas, aunque de hecho de la cama ya se les hubiera ido. Desgraciadamente esa es es todavía la formación que se nos da a las mujeres.
--Pero usted no escuchó esos consejos.
--No, porque yo salí a mi mamá; soy muy pleitista. Nunca hice caso de lo que aconsejaban. Soy una mujer libre. Aunque la libertad sale cara, te cuesta muchas cosas...
--¿Cuánto le ha costado su libertad?
--El precio es la soledad. Pero a cambio ganas el no estar atada a nadie, ni a nada. Otro de los precios es que a veces uno no tiene mucho de dónde agarrarse. En el medio del espectáculo hay mucho de relaciones sociales, de andar en los cocteles, de convivir con cierto tipo de gente para que se acuerden de ti, que eres actriz y que te podrían contratar. Pero a mí eso no me gusta nada. No puedo con esa clase de relaciones. Entonces, mi libertad también me cuesta que no tenga tantas oportunidades de trabajo. Yo necesito más trabajo para vivir.