El rock sigue ahí; no nació con fecha de caducidad: Miguel Ríos
Juan Manuel Villalobos, especial para La Jornada /I, Madrid Miguel Ríos está de fiesta. El año pasado, con motivo de sus 35 años en la ``carretera'', como gusta llamarle a su carrera profesional, y 53 de vida, recorrió toda España con una Big Band de 16 músicos -con trompetas, saxos y trombones-; gira de la que surgió el disco Big Band Ríos, que el día 29 presentará dentro del Festival Iberoaméricano de Rock en el Autódromo y que en marzo del próximo año lo llevará de nuevo a México y Latinoamérica.
Calándose un sombrero, al estilo de las viejas bandas, Ríos hace un recorrido por el swing, el blues, el rock y el pop. En esa entrevista con La Jornada -concedida en las oficinas de su propio sello discográfico, surgido en mayo pasado, Rock & Ríos Récords-, este granadino precursor del rock en español habla de su nuevo disco y de esa carretera en la que lleva ya 36 años.
-Ante la proliferación del pop, tecno, grunge, trance, hip-hop e infinidad de géneros musicales más, ¿se ve usted como un sobreviviente del rock and roll?
-No, porque hay mucha más gente haciendo rock and roll. Ahora, tampoco yo hago rock and roll. Digamos que empecé haciéndolo porque era la música de mis raíces, la música con la que yo empecé a grabar discos, pero del rock and roll fui evolucionando hasta el rock, a través de todos los estilos que ha asumido, esa serie de pieles que el rock ha ido poniéndose y quitándose para seguir siendo comunicador, para seguir siendo un vehículo de entendimiento entre la gente que pensaba que este tipo de música le representaba. De ahí viene esta fusión con la Big Band. Se trata evidentemente de una nueva fórmula, para entretenerme haciendo mi oficio, pero también para investigar nuevas formas de sonidos, para revestir mi música de nuevas propuestas.
Utilizar realmente los metales
-Big Band Ríos parece un viaje a través del tiempo; desde el swing hasta el pop, pasando por el rock and roll y el blues. ¿Tuvo la intención de crear un concepto musical determinado?
-Lo que pretendía, en primer lugar, era tener la posibilidad de contar con el aporte sonoro de una banda de estas características. Quiero decir que nosotros hemos estado imitando durante mucho tiempo con sintetizadores y arreglos electrónicos el sonido de los metales, y entonces decidí que tenía la posibilidad de no imitarlos, sino de utilizarlos realmente. Eso, estilísticamente, ya nos dio muchas más posibilidades a la hora de rescribir los arreglos y de incorporar canciones que corresponderían más a un tipo de música que antecede al rock, pero que lo ha influido muchísimo, como es el blues y el swing. Y fue en ese trabajo de arreglar las canciones cuando nos empezamos a dar cuenta de que lo que estábamos haciendo no era un viaje hacia atrás, no estábamos tratando de imitar el mundo de Glenn Miller o de Lionel Hapton, sino intentando, una vez más, fusionar el rock con otro tipo de información musical. Es decir, estábamos intentando mestizarlo.
-¿Por qué en el disco la Big Band, Santa Lucía tiene una versión acústica?
-Porque éste nace como un disco de concierto en directo y obedece a la curva del propio concierto. El sonido de la Big Band es muy abrumador. Es un sonido muy presente, muy rico, muy amplio evidentemente, pero dentro del mismo espectro, por lo que decidí hacer un corte que permitiera retomar el lado acústico más puro, un paréntesis con una Santa Lucía totalmente acústica, quitándole la parte roquera. También Directo al corazón. El ruido de fondo y Todo a pulmón están incluidos en esa especie de paréntesis. La Big Band tiene un sonido tan característico que demanda una actitud casi física al oirla.
-Recientemente Luis Eduardo Aute sacó Aire, para celebrar 31 años como cantautor; Serrat festeja los 33 con Sombras de la China y en febrero próximo Sabina saca Cuarenta y diez por su 50 cumpleaños. Big Band Ríos no es la excepción: fue su regalo a 35 años en el rock and roll. ¿Por qué esta nostalgia por las efemérides?
-Buenos, el común denominador es que cumplimos años, pero también cumplimos proyectos. Desde siempre he celebrado el hecho de pervivir en este oficio. Yo empecé a grabar en el 62, y cuando cumplí los primeros diez años lo celebré con el primer disco en directo que se hizo en este país, que se llamó Concierto de rock y amor; en el 82 hice el Rock and Ríos, para celebrar 20 años de mi carrera; en el 92 hice Así que pasen 30 años. El año pasado cumplí 35 años de carrera y 53 de biografía personal, un capicúa que no quise dejar pasar. Es como una especie de regalo muy extendido que me quería dar. Siempre te sorprendes de que todavía la gente siga ayudándote a estar en este oficio. Hay cantidad de gente que empezó conmigo a finales de los cincuenta, principios de los sesenta, que ya no están en la carrera, ya no siguen tocando, se dedican a otras cosas, incluso algunos ya no están en esta vida. El hecho de celebrar seguir estando en este oficio me parece enternecedor. Al principio, se decía del rock que era una música juvenil, que tenía una fecha de caducidad casi cierta, y nosotros nos damos cuenta de que no, de que el rock sigue estando ahí y de que lo que hace el ser humano no nace con fecha de caducidad.
Necesidad de contar nuevas historias
-¿Y qué es lo que ha hecho permanecer en esa carretera a Miguel Ríos?
-Por un lado, la voluntad, por otro lado, haber descubierto una dignidad en mi trabajo que me permite enfrentar muchos sacrificios para seguir estando bien de voz, y para seguir estando en condiciones físicas. Y por último, la necesidad de seguir contando historias. Mucho de esa trilogía hace que yo permanezca, pero por supuesto, también el que la gente siga yendo a verme, porque por mucha voluntad que quisiera tener, por muchos deseos de comunicar cosas y por mucha vocación que tuviera de mantenerme en buena forma, si la gente no viniera a verme, me remitiría directamente a la ducha; y tienes que conformarte con cantar en la ducha. Es la gente la que mantiene.
-Los años qué le han traído y qué le han robado?
-Hombre, lo que siempre le traen a todos los seres humanos, una cierta capacidad para saber verdaderamente qué es lo que te gusta, qué es lo que quieres, qué es lo que persigues, y luego, pues, te quitan una cierta dosis de energía; indudablemente, no puedo negar que tengo menor energía que cuando tenía 25 años.
-Sin embargo, me parece que usted mantiene una gran dosis de energía.
-Creo que el rock te da un plus de energía, pero yo no soy el que era hace 25 años, y si hay que poner la vida en una balanza, tampoco echo de menos mis edades pasadas. Yo creo que uno circula y transita por sus edades con una cierta coherencia, con una cierta lógica, y lo que yo era cuando tenía 25 años ya lo fui, ya lo disfruté al máximo, y lo que soy ahora lo estoy disfrutando, ahora que me figuro que lo que sea cuando tenga 70 años lo disfrutaré igual. No soy una persona que mire mucho atrás, ni eche de menos cosas que ya vivió, porque el presente en un sentido vital, por un lado, y musical, por otro, me parece tan interesante como el pasado.
``Todas las edades se pueden vivir con la misma intensidad, pero es importante evitar imitar modelos y clichés pasados. Me parecería un tanto ridículo verme a mí mismo imitando lo que fui hace 20 años, porque, no sé, creo que tengo la suficiente intensidad vital ahora mismo como para estar viviendo sin tener que mirar atrás. Otra cosas es que, sobre todo en esta industria, actualmente haya una especie de sacralización de la juventud, que en cierta forma empuja el mercado. La industria sobrevalora lo juvenil porque sabe que tiene clientes comprando discos por mucho tiempo''.