Santiago López de Medrano

Para empobrecer la labor docente

Los directores de las escuelas y facultades de la UNAM han llegado a una idea genial para disminuir el gasto en educación: aumentar la carga de trabajo de los investigadores y profesores de carrera, haciéndoles impartir muchos más cursos, sin que se les pague un centavo por ello, y expulsar a un gran número de profesores de asignatura que ya no serían necesarios, con el consiguiente ahorro de sus salarios para la institución. Pero las ideas geniales nunca vienen solas: a los señores directores se les ocurrió un título para el decreto en el cual establecen esa política: Programa para el enriquecimiento de la labor docente.

Bueno, la idea no es nueva. Esa receta se ha venido aplicando desde hace años en distintas dependencias de gobierno, con el consecuente ahorro de presupuesto y con el consiguiente deterioro del servicio prestado. Pero aún no se había aplicado a los profesores de la UNAM, donde hay un detalle adicional: los investigadores y profesores de carrera que impartirían los cursos que dejen vacantes los profesores de asignatura desplazados no sólo no recibirían mayor salario por ello, sino que en muchos casos percibirían menos. (El Colegio de Directores lo dice en lenguaje burocrático: los cursos que impartan esos profesores e investigadores ``no afectarán el banco de horas'', lo que en castellano significa: ``no se les pagará''.)

Para que la receta tenga efecto, debe llevar un agregado: que los profesores e investigadores de carrera impartan cursos en la licenciatura y el bachillerato, donde es posible efectuar un buen ahorro expulsando a profesores interinos. Poco va a ahorrarse si esos académicos siguen dando sólo cursos de posgrado u otras formas de enseñanza, terreno en el cual hay muy poco que recortar. Además, viste mucho eso de tener doctores dando clases de bachillerato, ¿no? ¡Que cubran todas las horas frente al pizarrón que sea posible mediante la adecuada interpretación de los estatutos!

El Programa para el enriquecimiento... tiene un complemento: la circular SGEN/168/98 del secretario general de la UNAM que, ``en base al acuerdo del Colegio de Directores'', establece las políticas para incorporación de nuevo personal académico, ninguna de las cuales se desprende del citado acuerdo. Pero es claro que es la otra hoja de la tijera para recortar el presupuesto: no contiene otra cosa que una serie de limitaciones a la contratación de personal docente.

Para los profesores de asignatura se limita el número de cursos que pueden impartir y es el complemento natural al acuerdo que obliga al personal de carrera a más trabajo. En este caso, se trata de reforzar las barreras, actualmente ya muy difíciles de pasar, para que los profesores de asignatura puedan aspirar a un nombramiento de carrera que muchos de ellos tienen más que merecido por sus años de labor y dedicación a la docencia y la asesoría de estudiantes.

También se trata de restricciones tales que muy pocos estudiantes podrían aspirar a ser ayudantes de profesor en los cursos, lo cual acarrea otro ahorro importante: la mayoría de los cursos de ejercicios desaparecerían, o bien los investigadores y profesores de carrera tendrían que impartirlos, además de revisar tareas, trabajos y exámenes, asesorar a los alumnos, etcétera.

Si ambos documentos se complementan tan perfectamente sin que tengan nada en común, uno tiende a pensar que debe haber por ahí algún otro que los genera, y no es difícil encontrarlo. En efecto, las recomendaciones (léase órdenes) del Banco Mundial y del FMI para la educación superior en México plantean muy claramente, entre otras muchas que vemos aplicarse todos los días, que se debe hacer que los profesores de las universidades públicas impartan un mayor número de cursos como forma de ahorrar presupuesto. Parece que la idea genial de los señores directores no es tan original.

Quede como gloria eterna para los señores directores el genial título del acuerdo que tomaron. Si ahora se obligará a los investigadores a dar un mayor número de cursos, revisar tareas, trabajos y exámenes de los alumnos y demás obligaciones de los profesores y ayudantes, sin ninguna remuneración por toda esa carga adicional; si se va a obligar a dar cursos de licenciatura y bachillerato a muchos investigadores que actualmente realizan otras formas de docencia con gusto y no tienen experiencia ni se han preocupado por los problemas de la enseñanza en esos niveles (los investigadores que tienen interés y gusto por la docencia siempre han tenido las puertas abiertas para impartir cursos); si los profesores de carrera se podrán ver obligados a impartir hasta seis cursos semestrales sin el apoyo de ayudantes, con lo cual no tendrán tiempo para prepararlos adecuadamente ni para otras actividades y, en consecuencia, perderán los estímulos que reciben y toda posibilidad de superarse; si quedarán desplazados muchos profesores de asignatura con mucha experiencia e interés por la docencia en esos niveles, con lo cual se perderán muchas habilidades, conocimientos y actitudes que lleva mucho tiempo formar; si a los profesores que queden se les pagará únicamente el exiguo salario que reciben por hora frente al pizarrón y no recibirán nada por todo el trabajo adicional que realizan y que se verá incrementado, ni podrán aspirar a una plaza estable y bien remunerada; si muchos jóvenes perderán la oportunidad de formarse como profesores por la vía de empezar como ayudantes y los estudiantes de los primeros niveles se quedarán sin el valioso apoyo de las asesorías de estudiantes más avanzados; si, en resumen, el acuerdo tendrá como único resultado el empobrecer la función docente, empobreciendo de paso a los profesores, ¿a quién se le puede ocurrir mejor título del acuerdo que el que encontraron los señores directores?

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