Gustavo Viniegra González
Desequilibrio entre ciencia y tecnología en México
El último informe llamado Indicadores de actividades científicas y tecnológicas, publicado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en septiembre de 1998, contiene datos que indican un fuerte desequilibrio entre la ciencia y la tecnología de México, lo cual debe hacernos pensar sobre sus posibles consecuencias en el bienestar y el desarrollo del país.
La buena noticia es que la ciencia mexicana ha crecido en forma sostenida desde hace 15 años, pues las publicaciones científicas pasaron de 907, en 1981, a 3 mil 268, en 1996; con una tasa de crecimiento anual promedio de 9.9 por ciento, superior a la tasa del crecimiento poblacional (2.2 por ciento).
También se ha mantenido la calidad de esas publicaciones, medida por su impacto bibliográfico (número de citas por artículo), que en las medidas quinquenales móviles tuvo un valor promedio de 1.74, cercano a 55 por ciento de la media mundial (3.15), pero con instituciones que ya superan el promedio mundial de impacto bibliográfico, entre las que destacan los institutos del sector salud, la UNAM, el Cinvestav, el IPN, la UAM y el INIFAP, lo cual permite afirmar que en México ya existen instituciones importantes de calidad científica internacional.
Sin duda, ese resultado tiene una relación directa con el funcionamiento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) que, a pesar de sus deficiencias y limitaciones, ha sido un estímulo efectivo para elevar la cantidad y calidad de la producción científica nacional.
La productividad y la calidad de las publicaciones no ha sido homogénea ni se puede comparar sin hacer normalizaciones y ajustes entre los campos científicos. Pero se puede afirmar que México cuenta con investigación científica de importancia en dos áreas principales: las ciencias exactas (física, química y matemáticas) y las biomédicas, soportadas por avances muy destacados en neurociencias y biología molecular.
La mala noticia es la persistente y acentuada involución de la investigación tecnológica nacional.
En 1980 hubo 665 solicitudes de patentes por mexicanos, y en 1997 420, con la tendencia a decrecer a 2.2 por ciento anual. Por lo tanto, el cociente de inventiva (CI= solicitudes/millones de habitantes) bajó del valor CI= 9.8 en 1989, al valor CI= 4.4 en 1997.
Y la proporción de patentes solicitadas por mexicanos, que en 1980 era de 16 por ciento, en 1997 fue tan sólo de 4 por ciento, lo cual estuvo asociado a un decrecimiento del gasto en investigación de las empresas, que en 1994 y 1995 erogaron 320 millones y 183.5 millones, respectivamente.
En cambio, sus pagos al exterior por regalías y asistencia técnica fueron 668 millones en 1994, y 484 millones en 1995.
En una encuesta del Conacyt, la cual abarcó a mil 322 empresas, de las cuales 63 por ciento se dijeron ``innovadoras'', éstas solamente dedicaron 17 por ciento del gasto ``innovador'' a investigaciones para mejorar procesos o productos. El resto se destinó a la adquisición de equipo y maquinaria y a la capacitación del personal.
Ese es exactamente el tipo de asimilación pasiva de tecnología (copiar usando) a diferencia de lo que sería la asimilación activa (copiar haciendo), la cual requeriría un esfuerzo mucho mayor en investigación con fondos propios.
Todo eso se reflejó en 1997 en la raquítica cifra de sólo 78 solicitudes de patentes por 12 institutos o empresas nacionales con tres o más solicitudes (incluidas Dina, Fermic e Instalaciones y Mantenimiento en Equipo), frente a 2 mil 215 solicitudes de 16 empresas extranjeras con fuerte penetración en nuestro mercado (por ejemplo, Procter & Gamble gestionó 423 solicitudes).
En conclusión, debemos estar conscientes de que estamos creando un sistema desequilibrado en ciencia y tecnología por la ausencia del gasto privado en tecnología innovadora propia. Y ese es el talón de Aquiles que impide aprovechar el conocimiento científico generado en institutos y universidades.
¿Hasta cuándo nuestro sector privado se enfrentará al desafío de la competencia tecnológica internacional?
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