Ea caballo, ¡árrele!, espoleaba a su bestia el jinete un poco bárbaro que acompañaba a Tobías esa mañana. Era de su gusto trotar principescamente, como charro que fuera, o salir desbocado a cubrir el trayecto de las carreras parejeras, que en los viejos tiempos fueron negocios de los finqueros y ahora son juego, mero deporte, en los llanos más allá del Sotavento.
De eso hablaba, de los finqueros. Dijo no recordar (y Tobías le creyó) el nombre del que fuera dueño, en tiempos más de propietarios, del hermoso terreno que cabalgaban.
La investigación para titularse de doctorado había impuesto a Tobías cierto trabajo de campo. Por un mínimo de autenticidad, necesitaba visitar físicamente los terrenos de cuya historia elaboraba una sesuda interpretación económica.
El proyecto, que traía la beca incluida, llevaba por título Las fincas del llano. Un caso de capitalismo primitivo en el siglo XX. Antes de venir fue a Florsheim a comprase unas buenas botas John Deere importadas, pero en pocos días la etiqueta quedó invisible bajo las capas tercas de lodo y mierda que las envolvían.
De una última carrera que Tobías debió aceptar de su guía, aferrado a la silla, su guía alcanzó, literalmente, el borde de la Sierra Madre. Era un lugar extraño, notó Tobías. Una especie de hondonada de vegetación chaparra y muy florida en amarillo, que topaba con un muro de piedra de considerable altura. Una ladera trunca, y a partir de ahí todo era montaña.
Tobías apuntó en su bloc el acapulqueño nombre del paraje: La Quebrada.
Aquí terminaba la finca -dijo el jinete con una sonrisa de orgullo, no de lo que decía sino de lo bien que venía montando.
Tobías juzgó que era el momento de sacar la grabadora, de donde, quitando la paja, obtuvo lo siguiente:
``Los patrones de nuestros abuelos no venían a La Quebrada. Ni se acercaban. Le tenían miedo. Iban cuando salían arreando sus vacas en todas las direcciones del rancho, pero cuando andaban hacia acá se detenían como a tres kilómetros''.
``Así como cercaban los cafetales con alambre y vigones, acá ni cerca necesitaban. Las vacas tampoco se atrevían, y es que así como las ve, no son animales tan pendejos. Entienden''.
Tobías pensó que un poco de color no le venía mal a la tesis doctoral y, también mentalmente, se frotó las manos. Los caballos pastaban tranquilos.
-¿Y cómo sí pasan estos caballos?
-Porque vienen con nosotros -respondió el jinete, y siguió su relato.
``Este es el lugar de nuestro pueblo. Dicen nuestros padres que nadie más lo ha pisado. Los que descubrieron América dejaron sin descubrir La Quebrada. Después de la Revolución los peones le hicieron una huelga a los finqueros, que les echaron de inmediato a los rurales, y alcanzaron a matar a varios, incluido mi abuelo''.
``Las familias corrieron hacia acá y se refugiaron. Hicieron su pueblo en tiempo. Si se fija, debajo de la vegetación quedan vigas podridas, pedazos de entrada, techos''.
``De aquí a la montaña, era la tierra de nuestro pueblo, con la finca en su espalda. Luego vinieron mejores tiempos, se organizaron, tomaron las tierras de sus patrones y La Reforma Agraria les dio los títulos. Personalmente vino el presidente Lázaro Cárdenas. Mi papá se acuerda''.
De hecho, allí terminaba el caso de estudio que Tobías analizaba en su tesis. Pero el jinete dijo, mostrando el campo:
``Las flores amarillas no vinieron solas. Las trajo un sueño. Una noche todos soñaron al mismo tiempo que la tierra se cubría de flores amarillas, nunca antes vistas, y al salir la mañana siguiente se encontraron rodeados por las flores, de su sueño. Entonces supieron que había llegado el momento y salieron a ocupar la tierra de sus antepasados. Donde fue la residencia del patrón pusieron la casa ejidal y alrededor creció el pueblo de ahora que usted conoce. Y quedó dicho entre nosotros para siempre que este lugar era nuestro nido''.
El jinete echó a trotar sobre el prado. El polen amarillo formó nubes que Tobías, al respirar, encontró reconfortantes. Apagó la grabadora y trató de alcanzar a su guía, que ya regresaba al lugar de donde había salido esa mañana. Sintió que flotaba.