Sobre la distribución del ingreso
Según información de La Jornada del 16 de noviembre, en el informe Progreso económico y social del Banco Interamericano de Desarrollo, publicado en la presente semana, se señala que la distribución del ingreso en nuestra región es la más inequitativa del mundo, incluso más que la de Africa y Asia. Además, se indica que el determinante fundamental de este perfil distributivo es la disparidad en las remuneraciones al trabajo. En un extremo, existen salarios extremadamente elevados, mientras que en el otro, hay un gran número de trabajadores que perciben remuneraciones muy reducidas. Adicionalmente, se señala que la causa del bajo nivel de salarios de este estrato de trabajadores es su bajo nivel de calificación. De ahí la conclusión del banco de que para mejorar el perfil de la distribución del ingreso en nuestros países lo fundamental radica en la denominada inversión en capital humano, o sea, en el mejoramiento de los niveles educativos y de calificación de la población, lo que le dará a los estratos de bajos ingresos acceso a mejores trabajos con remuneraciones más elevadas.
Dado que las fuentes primarias que dan acceso al ingreso son la propiedad del capital y de la tierra y el trabajo, de lo que está afirmando el Banco se desprende que la distribución de la propiedad del capital y de la tierra son menos importantes que la distribución de los salarios para explicar la desigualdad extrema de ingresos característica de nuestros países. Por lo tanto, si un grupo político pusiera el acento en la redistribución del capital y de la tierra para tornar más equitativa la distribución del ingreso, estará errando en el blanco.
La fuente estadística que le permite al BID llegar a esta conclusión son las encuestas de ingreso y gasto de los hogares. Según esta fuente, la mayor parte de los ingresos de los hogares de México está constituida por las remuneraciones al trabajo. Por lo tanto, el perfil global de la distribución del ingreso del país, según la encuesta, está determinado, en primer lugar, por la distribución de esta fuente de ingresos. Sin embargo, la otra fuente que permite conocer la participación de los salarios en el ingreso nacional, las cuentas nacionales, señala que ellos representan más de 20 puntos porcentuales menos del ingreso nacional que los antecedentes que reportan las encuestas de ingreso y gasto de los hogares. Según las primeras, las remuneraciones a los trabajadores constituyen menos de 30 por ciento del ingreso, mientras que de acuerdo con las segundas, esta participación supera la mitad del ingreso de los hogares. Por lo tanto, si se toman los datos de las cuentas nacionales, la conclusión a la cual se llega es la opuesta a la del BID: que es la distribución de la parte del ingreso que no va a los asalariados la determinante fundamental de la distribución del ingreso en el país. Esta conclusión se ve reforzada por el hecho de que la distribución de lo que la encuesta denomina remuneraciones a la propiedad, o sea, fundamentalmente las ganancias es, en el país, notablemente más inequitativa que la distribución de los salarios.
Debido a que según la fuente de datos que se considere, las conclusiones acerca del factor fundamental que determina la distribución del ingreso en nuestros países es radicalmente diferente, lo conservadoramente riguroso es afirmar que, en realidad, la información disponible no permite hacer afirmaciones categóricas sobre este aspecto. Evidentemente, una fuerza de trabajo más calificada podrá tener acceso a niveles de ingreso más elevados, siempre que encuentre empleo, pero no está de ninguna manera claro que éste sea el factor decisivo para reducir los niveles de desigualdad. Por otra parte, conociendo la historia de nuestros países, resulta muy plausible la hipótesis de que la distribución de los ingresos de la propiedad incide primordialmente en el reparto global del ingreso. En la fase preindustrial, la distribución del ingreso está determinada por el régimen de tenencia de la tierra. Los países en los que ésta estaba repartida en forma relativamente igualitaria o que pasaron por reformas agrarias igualitarias entran en la fases industrial con un perfil distributivo de este tipo. La historia nuestra es radicalmente diferente. La fase industrial nace con una distribución inequitativa, la que fue reforzada por el crecimiento industrial.