El informe de la comisión de especialistas que estudió las modalidades para el voto de mexicanos en el extranjero ofrece un mapa de las complejidades que acompañarían la organización de ese proceso. Más que hacer un catálogo de obstáculos, el documento enuncia problemas y ofrece respuestas con solvencia técnica. Pero evidentemente el texto no contiene todos los elementos de solución de un problema que tiene aristas complejas: la viabilidad dependerá de diversos factores, muchos de los cuales ni siquiera están en la órbita de influencia nacional.
Conjugar la cobertura universal al derecho de sufragar, con una modalidad en particular de votar, no es una operación sencilla; las características inéditas de nuestra migración, junto con la compleja ruta de construcción de la confianza electoral, hacen que los modos para el ejercicio del voto se deban multiplicar. No es posible pensar en que una sola modalidad sea capaz de ampliar el voto y ofrecer, al mismo tiempo, las garantías de transparencia que reclaman los actores del proceso electoral.
La tarea de la comisión fue cómo preservar una cobertura que no excluyera a priori a ningún conjunto de población y conservar la confianza en los procesos electorales que se ha logrado acumular en los últimos años. Nada que pusiera en riesgo la credibilidad.
Por ello, la comisión definió la dimensión de los distintos conjuntos de población de mexicanos en el extranjero; los ubicó geográficamente; ideó diversas modalidades para efectuar su registro, y desarrolló varias alternativas para la emisión del voto. Con ello, pudo combinar las modalidades básicas de registro y emisión y producir 23 combinaciones de voto que son congruentes con el núcleo duro del sistema electoral mexicano. Asimismo, perfiló las adecuaciones legales que habría que hacer y los posibles arreglos internacionales que habría que suscribir. La comisión entendió que su misión era ofrecer un abanico de opciones que diera cuenta justamente de que se está ante un tema que no puede ser visualizado de manera maniquea. Esos son los grandes trazos del mapa de complejidades.
El informe puede ser un insumo útil al debate en la medida que se aleje de lecturas partidistas; atraparlo en esa red sería condenarlo a ser una pieza ociosa e inútil, si lo que queremos es encarar una discusión seria. Me parece que no será complicado alejar el informe de las miradas reduccionistas, ya que no es ni un recetario de soluciones, ni un listado de complicaciones. Es un estudio que puede (y debe) ser un marco de referencia para quienes tienen que tomar la decisión, un estudio que acota e informa, en términos puntuales y técnicos, sobre las diversas posibilidades del voto de mexicanos en el extranjero. Si cumple ese objetivo, el informe habrá evitado que en la discusión se razone únicamente en términos de reclamar la existencia o no de voluntad política. Señalar la viabilidad técnica es condición necesaria, pero no suficiente para cristalizar el voto de mexicanos en el extranjero. La palabra la tienen los legisladores.