Olga Harmony
La XIX Muestra Nacional de Teatro

A casi dos décadas de la generosa propuesta de Víctor Sandoval y José Solé para que el teatro nacional se pudiera ver a sí mismo con todas sus ventajas y carencias, se conocieran entre sí muchos teatristas de los más alejados estados, se intentara una reflexión común y se subsanaran las deficiencias, el modelo tuvo que cambiar porque había entrado en una indudable crisis. Si en un principio fue muy necesario que se presentaran el mayor número posible de montajes de los diferentes estados y regiones, porque había que confrontar el verdadero estado del teatro en la provincia, la desmesura inicial se fue limitando con las muestras regionales de donde habrían de ser invitadas primero dos y luego una escenificación que irían a la muestra nacional. Pero pronto estos modelos se vieron desbordados por una penosa realidad: lo elegido en las muestras regionales muchas veces era de poca calidad. Ahora la dirección artística (que este año se vio conformada por Gerardo Dávila, de Monterrey; Francisco Beverido, de Jalapa; Octavio Trías, de Ciudad Juárez, y Otto Minera del DF) puede elegir lo que sea más importante entre quienes respondieron a la convocatoria sin tener en cuenta las antiguas ``cuotas'' por estado o por región.

Si bien esto eleva con mucho la calidad de la muestra, todavía existen límites e imposiciones. Nuevo León, por ser el estado sede se arroga el derecho de presentar dos escenificaciones, que si bien son resultado de una selección interna no se someten a la competición nacional como las de los otros grupos. Y por mucho que en Monterrey exista un movimiento teatral grande, la cantidad no es sinónimo de calidad, como se comprueba año con año y como una vez más pudo observarse con los fallidos montajes de Los espectantes, una versión de La fábrica de los juguetes, de Jesús González Dávila, dirigida por Sergio García con el grupo universitario de la sede; y de Amor y restos humanos, del canadiense Brad Fraser, ambas con graves deficiencias actorales y de dirección. Las autoridades del INBA han expresado su intención de que la muestra cambie de sede, volviendo a sus orígenes itinerantes y ojalá que los estados que la acojan no impongan ese tipo de condiciones.

Me es imposible hacer en este espacio un análisis fundamentado de los montajes vistos, muchos ya conocidos por mí ya sea por provenir de la capital, ya sea por pertenecer al Programa Nacional de Teatro Escolar. De los primeros (El funámbulo, Beckett o el honor de Dios y Juan el Momótaro, ya que Fausto no llegó por razones poco convincentes) He de acotar que no conocía El funámbulo, el delicado espectáculo de Israel Cortés, y que corrobora mucho de lo bueno que de él se ha dicho; Beckett o el honor de Dios adaptado y dirigido por Claudio Valdés Kuri, que ya me había parecido muy importante, ahora me gustó aún más y Gerardo Trejoluna, que no me pareció del todo convincente como el protagónico en el estreno, esta vez logró proyectarme toda la fuerza del conflicto del personaje: o Trejoluna es de los actores que mejoran a cada función, o yo logré verlo de otra manera.

En cuanto a las escenificaciones del Programa Nacional de Teatro Escolar que fueron escogidas, cabría señalar que el grupo de Aguascalientes que montó Antígona, de Anouilh, dirigido por Sandra Félix tuvo que hacer milagros para rehacer la destruida -por el lapso que estuvo arrumbada en una bodega- escenografía de Philippe Amand. El tiempo transcurrido también desdibujó la propuesta de un Romeo y Julieta zacatecanos presentada por Mauricio Jiménez e hizo que los bajacalifornianos actores, dirigidos por Angel Norzagaray, mostraran excesiva premura en sus parlamentos de los Milagros del desprecio, de Lope. Mejor fortuna tuvo Los pretendientes de la posadera, la versión que hizo Jaime Chabaud del texto de Goldoni, y que en el montaje del jalisciense Víctor Castillo conserva todo el referente a la Comedia dell `Arte de la que provino la comedia goldoniana.

De modo muy somero se podría hacer referencia a la gran fuerza de la bella actriz chihuahuense Eréndira Astivia, en esa malograda Medea que dirigió Ricardo Vigueras, o destacar el crecimiento del grupo potosino La Carrilla que escenificó el cuento infantil El rey Mono contra el demonio del hueso blanco. También hay que mencionar el texto del regiomontano Gabriel Contreras, el segundo espectáculo que en esta muestra hiciera el grupo Mexicali a secas, dirigido por Angel Norzagaray, La casa de las paredes largas, que tiene un espléndido punto de partida que por desgracia no se sostiene del todo, o la muy lograda versión para un solo personaje que hizo de Juan Volado Alicia Martínez Alvarez con la deliciosa Adriana Duch. Estuvieron las lecturas teatralizadas que la compañía Publik Teatro Contemporáneo lleva por todo el país, las presentaciones de libros los espectáculos que generosa y espontáneamente propusieron los grupos de Boris Schoemann, de Veracruz, y de Fausto Ramírez de Guadalajara; el homenaje al entrañable Enrique Alonso. Aitestas, del grupo Teatro Sunil de Suiza, se presentará en la capital, y el trabajo de Daniele Finzi Pasca y de Dolores Heredia merece un largo comentario. Al igual que la bajacaliforniana Guía nocturna, de Edward Coward, la sorpresa de la muestra, que también llegará a la capital.