Primero, sólo era frecuente en las Lomas de Chapultepec y el Pedregal. Después se observó el mismo fenómeno en Polanco y en Tecamachalco. La Condesa, Lindavista y otras colonias de la clase media, aunque en menor número, pronto se agregaron a la lista. En un principio, hace dos o tres años, colgaban de las casas letreros que decían Se renta. Al cabo de los meses, los anuncios agregaban Se vende. Y tiempo después, Se vende barato. Me urge el dinero.
Si uno conduce por vecindarios económicamente privilegiados, cada día amanecen más casas con anuncios similares, y cada día, en las mismas zonas afluentes, se ven menos construcciones. No sólo por falta de terreno, sino porque son demasiadas las que se venden, a precios seguramente por debajo de su valor real. Estoy seguro que nunca hubo tantas construcciones malbaratadas a la vez en esas zonas.
La incertidumbre por el destino del país, la urgencia por contar con dinero fresco para pagar deudas viejas, la inseguridad en las grandes ciudades de México, el dudoso destino del Distrito Federal y la pérdida casi absoluta --creo que en política no existe el absoluto-- en la confianza de quienes dicen llevar las riendas de la nación, son algunos de los factores subyacentes de las ventas-rentas, no deseadas, pero obligadas.
Se vende o se renta se refiere no sólo a las construcciones. Su uso en este sexenio priísta se ha generalizado. Lo que más se vende, lo que más se renta en estos tiempos económicamente acéfalos, somos los seres humanos no gubernamentales. El desplegado de los trabajadores de La Jornada resume bien millones de sentires: Gracias, señor secretario José Angel Gurría, por preocuparse de los mexicanos. Los trabajadores de La Jornada lo felicitamos por continuar con esta política económica, que nos hace trabajar más para ganar menos.
Lo mismo sucede en el hospital donde laboro y en la mayoría de los sitios donde el salario equivale a supervivencia. Cuando es quincena, los pasillos se ocupan desde tempranas horas: urge el dinero para no venderse o para no rentarse por menos. O incluso, para postergar la decisión de robar. Las largas filas para recibir la magra paga son también recientes y cada vez, los dineros son más etéreos. Antes, los trabajadores podían esperar. Podían ``aguantar'' un poco más. Ahora, los recortes económicos a los rubros sociales, recortan también la vida y el bienestar --¿se acuerdan?-- de las familias.
Dicen nuestras autoridades que el salario mínimo sí alcanza. Es evidente que decir otra cosa sería escupir para arriba. Pero también es preclaro que mienten: el tamaño de su ``canasta básica'' debe ser diferente de la de los trabajadores. Si quieren o deben sostener su mentira, al menos sería aconsejable que se asesorasen para pedir disculpas y disfrazar sus falacias. Seguramente, alguna agencia de publicidad los podría hacer lucir más inteligentes. Podrían decir, por ejemplo, ``si la canasta básica no alcanza para educar, tener techo y salud, al menos impide la muerte''.
El desplegado del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada finaliza así: ``¡Animo! El camino para deshacerse de todos los mexicanos que no estudiaron en Harvard es cada día más corto''. Esas oraciones no son terrorismo de las palabras, son reflejo de la realidad. Las canastas del gobierno se anudan en otros idiomas, con otros nudos. Por eso urge que nuestros jerarcas redefinan su concepción de calidad de vida, que después apliquen al azar algunos miles de cuestionarios y que luego informen los resultados a la nación. Así podremos saber si hablamos el mismo idioma.
¿Se vende? ¿ Se renta? ¿O ambas? La cotidianidad de 40 o más millones de mexicanos nada tiene que ver con esas nefastas y repetidísimas palabras gubernamentales que aseveran que el próximo año será mejor. Sus discursos son tan inverosímiles o tan distantes de las calles y de su gente que bien podrían calificarse de amorales. Lo cierto es que cada año es peor.
Sí se vende y también se renta. Quienes ``tienen'', quienes ``pueden'', lo hacen por medio de sus bienes físicos. Quienes ni tienen, ni pueden, ni nunca han existido, también son, en silencio, sin saberlo, rentados y vendidos por nuestra clase gobernante. No hay otra forma de sostener y perpetuar el poder.