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bbT¶xN. Nf* fdffIffffffarticulo. Miguel Le˜n-Portilla

El castellano y el espacio plurilingüe

Se celebra en estos días el decimoprimer Congreso de las Academias de la lengua española o castellana. Reunidos en la ciudad de Puebla, discuten los académicos acerca del destino de la lengua que es materna para 350 millones de seres humanos, siendo además una de las más habladas en el mundo. Asunto que ojalá tengan presente los académicos es el concerniente a la coexistencia de esta lengua en enormes territorios con otros muchos idiomas. Ello ocurre en España con el catalán, valenciano, vascuence y gallego, y, en el Nuevo Mundo, con centenares de lenguas amerindias.

Ante este hecho insoslayable, ¿qué piensan los académicos, los gobiernos y las mayorías que desconocen tales lenguas? Que el idioma español exista en un espacio multilingüe ¿es algo que no interesa, es un peligro o puede ser fuente de enriquecimiento cultural?

En España, el centralismo de la monarquía borbónica, sobre todo en los siglos XVIII y XIX, y luego la dictadura franquista, tuvieron al plurilingüismo peninsular como contrario a la unidad nacional. En consecuencia se mostraron adversos a la supervivencia de cualquier otra lengua que no fuera el castellano. En el Nuevo Mundo, al consumarse la independencia de nuestros países, los gobiernos, postulando la igualdad de todos sus habitantes, desconocieron en sus legislaciones la existencia de los pueblos indígenas y sus lenguas. En busca de la unidad nacional, se esforzaron por difundir en todo su territorio la lengua española, tenida como ``nacional''. En el empeño de que los indígenas quedaran asimilados a la que se llamó también ``cultura nacional'', concebida como homogénea y de corte europeo y norteamericano, las lenguas originarias del Nuevo Mundo fueron arrinconadas, tenidas como ``dialectos'', símbolo de atraso y marginación. Y, sin embargo, tanto en España como en América Latina, perduraron muchas de esas lenguas. Puede decirse que hoy, a pesar de todos los pesares, han alcanzado ellas un incipiente reconocimiento y, en algunos casos, están floreciendo de nuevo.

Recordaré dos anécdotas. No hace mucho, hallándome en España, alguien con cierta autoridad, me dijo: ``Es una verdadera lástima que, cuando por fin la gran mayoría de la población de Hispanoamérica ha hecho suya la lengua española, haya unos cuantos ilusos empeñados en no dejar morir a esos `dialectos' indígenas que son rémora en el desarrollo de sus países''. Mi respuesta fue que yo era precisamente uno de esos tontos que piensan que es contra los derechos humanos tratar de despojar a un pueblo de su lengua. Además, le contesté, entérese de que, cuando muere una lengua, la humanidad se empobrece.

La otra anécdota proviene de un contexto muy distinto. El antiguo secretario General de la ONU, don Javier Pérez de Cuéllar, visitó la Casa de los Escritores en Lenguas Indígenas, creada hace dos años en México con apoyo de la UNESCO y de la SEP. Lo recibió allí Juan Gregorio Regino, poeta mazateco de gran finura. Tras escuchar a Pérez de Cuéllar, se dirigió a él y con gran cortesía le dijo: ``Señor Pérez de Cuéllar, es muy probable que usted, como diplomático de gran prestigio, hable varias lenguas. Sin embargo, usted no tiene algo que yo sí poseo. Yo tengo dos lenguas maternas. Una, el mazateco, me permite comunicarme con mi gente, mi mujer, hijos, padres, abuelos, tal vez poco más de 150 mil personas. Mi otra lengua materna, porque también la escuché de labios de mi madre, el español, hace posible que pueda hablar con más de 350 millones de seres humanos que viven en muchos países de la tierra''.

Las palabras de Juan Gregorio Regino son una lección: la lengua española nada perderá ante el hecho de que sean cultivadas las lenguas indígenas que han logrado sobrevivir en nuestro continente. Entre otras muchas cosas, para comunicarse entre sí, los indígenas hablantes de distintos idiomas recurren siempre al español. Ellos mismos se interesan en profundizar en el conocimiento de esta lengua porque así podrán dar a conocer mucho mejor sus requerimientos, no estar excluidos de la vida del país y, por supuesto, también para traducir sus propias creaciones literarias.

Cada lengua conlleva una especie de ordenador del conocimiento y su expresión. Es también una atalaya desde la que, de un modo distinto, se mira y describe cuanto existe en el mundo. Por esto si en la península Ibérica y en el Nuevo Mundo existe un amplísimo espacio plurilingüe, lejos de ser ello un riesgo, es una gran riqueza. Frente a las amenazas de una globalización rampante, la diversidad cultural y lingüística son fortísimo baluarte y asimismo fuentes de creatividad.

uinosa, titular de esa coordinación, minutos después de clausurar la muestra que concluyó la noche del domingo con el montaje, de Baja California, La casa de las paredes largas, del dramaturg8;ý÷

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