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TTT¿x@ @$*$Ç $VG$$$ÇI$$$$$$cabeza: Azcárraga Vidaurreta
inventó a Agustín Lara
Para entender cómo surge y se inserta la payola en las industrias radiofónica y discográfica mexicanas es necesario hacer un breve repaso histórico. Hasta antes de la aparición de la radio, los cantores cara a cara sometían sus canciones a la consideración del público. Este las aceptaba o las rechazaba directamente. Dichas canciones hablaban de temas diversos y muchas tenían un sesgo testimonial (los corridos son el ejemplo por excelencia). ``Cuando aparece la radio en Mexico -expone Mario Arturo Ramos- el Estado no muestra interés en el medio y lo pone en manos de la iniciativa privada. Ahí termina la interrelación entre compositor, cantor y público. A partir de ese momento un sujeto desde una oficina decide y programa lo que el público va a escuchar''.
En la lógica de Ramos, Emilio Azcárraga Vidaurreta, concesionario de la XEW (fundada en 1930 y piedra angular de lo que hoy es Televisa), es el inventor de la época de oro de la canción mexicana: ``Gracias a Azcárraga nace Agustín Lara, nace Gonzalo Curiel y nacen todos los que hicieron esa época de oro. Azcárraga Vidaurreta hace a los grandes mitos de la canción mexicana. El determina un proyecto musical intimista para la sociedad dejando de lado la canción testimonial. Encarga canciones, los compositores escriben para él. Si hasta los años veinte la mujer mexicana era la soldadera, en la década de los treinta se convierte en aventurera''. En el proyecto de radio concebido por Azcárraga Vidaurreta, el compositor ``les canta a tus amores, le vale madre si son ciertos o no. La radio te pide olvidar que eres un ser social y te convierte exclusivamente en un ser emocional (no obstante, hay que aplaudir a compositores, intérpretes y músicos que lograron, a pesar de eso, hacer bellas canciones)''.
Competir por el gran escaparate
La radio privada tiene por fuerza una vocación comercial. Para sostenerse necesita anunciantes a quienes ha de garantizar una audiencia de consumidores potenciales. Durante varias décadas, el principal gancho para atraer a esta audiencia fue, justamente, la canción intimista amorosa. Más tarde -añade el autor del libro La letra cantada- hizo su aparición la ``canción espectáculo'' y ``el intérprete sex appeal''. Así, en un proceso gradual la radio fue configurando gustos y sensibilidades que aún hoy están en el centro de lo que los radiodifusores llaman el ``perfil'' de su audiencia. La repetición de fórmulas de éxito garantizado son las que mejor se avienen con los intereses comerciales de la radio, que ya no podía ir adelante de la audiencia que contribuyó a formar.
El aumento de la población (y de los consumidores de música), el desarrollo de los medios masivos y de los sistemas de grabación aumentaron la oferta discográfica. Se agudizó, en consecuencia, la disputa de las productoras de discos por colocar sus materiales en el gran escaparate radiofónico. Al respecto, Ramos infiere: ``¿Qué hacen las grabadoras que no cuentan con medios de comunicación propios para difundir sus producciones?, ¿cómo pueden meterse a este proyecto mimético de hacer cantar una canción a las personas para que compren el disco?''.
Es aquí ```donde nos encontramos con el cuento de la payola''. (AGH)
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inventó a Agustín Lara
Para entender cómo surge y se inserta la payola en las industrias radiofónica y discográfica mexicanas es necesario hacer un breve repaso histórico. Hasta antes de la aparición de la radio, los cantores cara a cara sometían sus canciones a la consideración del público. Este las aceptaba o las rechazaba directamente. Dichas canciones hablaban de temas diversos y muchas tenían un sesgo testimonial (los corridos son el ejemplo por excelencia). ``Cuando aparece la radio en Mexico -expone Mario Arturo Ramos- el Estado no muestra interés en el medio y lo pone en manos de la iniciativa privada. Ahí termina la interrelación entre compositor, cantor y público. A partir de ese momento un sujeto desde una oficina decide y programa lo que el público va a escuchar''.
En la lógica de Ramos, Emilio Azcárraga Vidaurreta, concesionario de la XEW (fundada en 1930 y piedra angular de lo que hoy es Televisa), es el inventor de la época de oro de la canción mexicana: ``Gracias a Azcárraga nace Agustín Lara, nace Gonzalo Curiel y nacen todos los que hicieron esa época de oro. Azcárraga Vidaurreta hace a los grandes mitos de la canción mexicana. El determina un proyecto musical intimista para la sociedad dejando de lado la canción testimonial. Encarga canciones, los compositores escriben para él. Si hasta los años veinte la mujer mexicana era la soldadera, en la década de los treinta se convierte en aventurera''. En el proyecto de radio concebido por Azcárraga Vidaurreta, el compositor ``les canta a tus amores, le vale madre si son ciertos o no. La radio te pide olvidar que eres un ser social y te convierte exclusivamente en un ser emocional (no obstante, hay que aplaudir a compositores, intérpretes y músicos que lograron, a pesar de eso, hacer bellas canciones)''.
Competir por el gran escaparate
La radio privada tiene por fuerza una vocación comercial. Para sostenerse necesita anunciantes a quienes ha de garantizar una audiencia de consumidores potenciales. Durante varias décadas, el principal gancho para atraer a esta audiencia fue, justamente, la canción intimista amorosa. Más tarde -añade el autor del libro La letra cantada- hizo su aparición la ``canción espectáculo'' y ``el intérprete sex appeal''. Así, en un proceso gradual la radio fue configurando gustos y sensibilidades que aún hoy están en el centro de lo que los radiodifusores llaman el ``perfil'' de su audiencia. La repetición de fórmulas de éxito garantizado son las que mejor se avienen con los intereses comerciales de la radio, que ya no podía ir adelante de la audiencia que contribuyó a formar.
El aumento de la población (y de los consumidores de música), el desarrollo de los medios masivos y de los sistemas de grabación aumentaron la oferta discográfica. Se agudizó, en consecuencia, la disputa de las productoras de discos por colocar sus materiales en el gran escaparate radiofónico. Al respecto, Ramos infiere: ``¿Qué hacen las grabadoras que no cuentan con medios de comunicación propios para difundir sus producciones?, ¿cómo pueden meterse a este proyecto mimético de hacer cantar una canción a las personas para que compren el disco?''.
Es aquí ```donde nos encontramos con el cuento de la payola''. (AGH)
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