Seguramente no hay en la tierra ningún gobierno que desconozca lo que está pasando en el planeta por los cambios que registra el clima. La menos capaz administración pública, la menos enterada de lo que sucede en la comunidad internacional, sabe que por ciertas actividades humanas se liberan a la atmósfera algunos gases que causan el llamado efecto invernadero. Habrán oído mencionar que uno de ellos, el dióxido de carbono, se produce al utilizarse combustibles fósiles para generar energía y cuando se talan o queman los bosques. Que el óxido nitroso y el metano se originan en las actividades agrícolas, mientras que de la industria proceden otros, igualmente perjudiciales. Saben que el aumento de los niveles de estos gases provoca cambios en el clima, lo cual tiene un serio y negativo efecto en el ambiente.
Por supuesto, las grandes potencias que controlan la riqueza del planeta, que deciden sobre la suerte de miles de millones, conocen muy bien lo anterior y las predicciones de que a finales del proximo siglo la temperatura del mundo será 3.5 grados mayor que hoy, y que eso alterará la vida en la tierra. Por ejemplo, aumentará el nivel medio del mar causando inundaciones en las zonas costeras y dejando inservible la infraestructura física y productiva que allí existe; además, se registrarán variaciones en los bosques, selvas y áreas de cultivo. Por todo ello habrá desajustes en la producción agrícola, con lo cual estará en peligro la seguridad alimentaria. Así, habrá más hambre y escasez en regiones que ya de por sí se encuentran en estado crítico. Al cambiar las precipitaciones y las evaporaciones, los recursos hídricos también se verán afectados. En fin, la economía, los asentamientos humanos, la salud humana se resentirán de muy diversa forma. Con el agravante de que, por lo que se vive hoy, los efectos nocivos de ese cambio climático ya están presentes.
Para evitar lo peor, en 1992 la comunidad internacional celebró una Convención sobre el Cambio Climático, cuyo fruto principal fue el compromiso de los países firmantes de realizar programas nacionales para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Igualmente, buscar mecanismos de cooperación para desarrollar y difundir prácticas y tecnologías que no afecten negativamente el clima. Hace un año en Kyoto, luego de difíciles negociaciones, se logró que los países industrializados aprobaran reducir emisiones de los seis principales gases de efecto invernadero en no menos de 5 por ciento, siendo el ejemplo a seguir por aquellos que se encuentran en vías de desarrollo o son pobres. Aunque el gobierno de Estados Unidos, el principal gnerador de gases de invernadero, respalda las conclusiones adoptadas en la ciudad japonesa, su Senado no ratifica aún el acuerdo. La gran potencia exige, entre otras cosas, que las naciones en desarrollo impulsen calendarios y objetivos específicos en contra de la generación de emisiones, y que también concreten programas al respecto, además de que participen India y China.
Pero desde que en 1992 se estableció la Convención sobre el Cambio Climático, las emisiones no disminuyen: crecen muy especialmente en los países industrializados, que generan la mayor parte de los gases de invernadero. Así quedó claro en la conferencia de las partes que acaba de terminar en Buenos Aires y a la que asistieron delegaciones de 180 países. Como en reuniones anteriores, en el fondo de la discusión se encuentra el enorme poder y la influencia del sistema económico-productivo basado en el consumo irracional de energía fósil. Más que evitar el cambio climático, a las grandes corporaciones les interesan las ganancias, los mercados. Mientras, en el lado opuesto, los países pobres enfrentan carencias que les impiden muchas veces poner en marcha programas que eviten el deterioro de sus áreas selváticas y sus bosques, mientras la dependencia financiera y tecnológica los une al modelo neoliberal, a la globalización, a la ``modernidad''.
En Buenos Aires, de nuevo no hubo acuerdo para estabilizar las emisiones de gases, pero los optimistas señalan que se abrió el camino para hacer realidad lo acordado en Kyoto, y abordar mecanismos financieros y el desarrollo y la transferencia de tecnología que ayude a evitar el cambio climático. Por lo que hace a nuestro país, el principal asesor de la titular del Medio Ambiente, Fernando Tudela, sostuvo que la reunión le sirvió a México para ``dejar demostrado que los esfuerzos nacionales están en línea con los avances a nivel internacional''. Y para presentar el Programa de Acción Climática, que será divulgado a la opinión pública antes de fin de año.
Pese a divulgar primero en el exterior programas que los mexicanos debíamos ser los primeros en conocer, será interesante saber la estrategia gubernamental para detener el efecto invernadero. Y si se cumplirá. Máxime si sabemos, gracias a los informes de la Semarnap, que sigue la deforestación, el derroche energético, la destrucción de recursos naturales y, en general, el deterioro ambiental, lo cual origina ya variaciones climáticas nada prometedoras.