Mario Solorio Ť Palillo, ese que a sí mismo se llamó el profeta del desastre, el hombre que dejó esta vida terrenal el miércoles 11 de noviembre de 1994, a diez minutos de las once de la noche, se fue como lo deseó toda su vida: sin deberle nada a nadie.
Este cómico político carpero nació el 13 de abril de 1913, en el 13 de la calle 13, barrio del Santuario, Guadalajara.
De padre maestro y organista, y de madre que ``daba clases de conducta y de moral a amas de casa'', confesó en una ocasión don Jesús a Elena Poniatowska, Palillo fue sochantre --maestro de ceremonias litúrgicas-- y primer soprano del coro en la catedral de Guadalajara; pretendió ser torero, fotógrafo y novillero; y en 1932 se refugió en la zarzuela como corista, pero su delgadez causaba risa y lo llevó a ``hacer papelitos cómicos''.
Luego de su incipiente debut cuando la compañía para la que trabajaba fracasó, don Jesús Martínez se fue a una carpa de ayudante de un cómico llamado Don Chicho, al lado del cual se ganó su mote.
Dos años después su picardía y valor para decir lo que otros callaban le dotaron de fama; esto hizo que lo contrataran para que se presentara en el Salón Mayab, pero su pánico al DF provocó que se bajara del tren en Irapuato y regresara a su tierra. Más obligado, Palillo enfrentó su destino en el Mayab, ganando un sueldo de 30 pesos, porque al parecer estaba enfermo. Actuó en carpas como la Ofelia, Morena y Apolo y en 1937 fue contratado para trabajar en el teatro Colonial, a cambio de 90 pesos diarios, por siete años.
Llegada la gran oportunidad, aunque ya con fama y prestigio, Palillo hacía su presentación en el legendario Follies Bergere el 17 de marzo de 1944, ganando 150 pesos diarios; fueron 11 años de escandaloso éxito, y los 150 se volvieron mil pesos por noche. Durante ese periodo alternó con Tongolele, participó con la columna Astillas de Palillo en el semanario El Redondel, fueron sus días de mayor gloria pero, también de persecución y acoso: encarcelamientos, suspensión de funciones, clausuras de teatros e incluso golpizas. En el sexenio de López Mateos y la regencia de Uruchurtu se intensificó, cuando clausuraron el teatro Iris para cortar su sketch El jurado de las Poquianchis. Palillo dejó el DF ``hasta (...) cuando venga el cambio de régimen'', declaró.
Las Chivas, el deporte y las mujeres
Todo el dinero que obtenía como resultado de su trabajo en el Follies fue empleado en el proyecto de la Ciudad Deportiva, según atestigua su hija Ana Martín: ``El la planeó y proyectó; todo el dinero que ganaba lo destinó a ese proyecto... a mí me consta porque a mí nunca me dio un quinto''.
Para Palillo las Chivas eran su pasión. Cuenta la Chamaca --así le decía de cariño a Ana Martin--: ``cuando perdía el Guadalajara no se le podía ni hablar de lo enojado que estaba, no le permitía a nadie que hablara mal de sus Chivas... eran sagradas, para él. La noche anterior a su muerte lo vi muy preocupado, callado, pensativo, creí que era por la operación... pero, de pronto, me dijo que fuera a averiguar si le pondrían una televisión para ver el clásico Chivas-América, ¡eso era lo que más le preocupaba!...''.
Otra de sus pasiones fueron las mujeres; tuvo cinco hijos, cuatro mujeres y un hombre. Don Jesús reconoció en una de sus últimas entrevistas: ``desde muy chamaco fui acelerado con las chavas, han sido mi perdición... desgraciadamente ahora nada más puedo admirarlas...''.
Palillo y los políticos
A Palillo le indignaban la injusticia, la prepotencia de los políticos y la indolencia. Sin embargo, su amigo fue el presidente Miguel Alemán Valdés, quien llegó a enviarle chistes sobre su persona para que los retomara en las carpas.
Don Jesús ``no era muy comunicativo con la gente, era muy reservado, muy selectivo con sus amistades, era buen compañero de trabajo y con sus amigos íntimos compartía sus penas, sus inquietudes. Le entregaba el alma a su público, con el que se involucraba mucho, incluso arriesgando el pellejo por él'', recuerda nostálgico Héctor Suárez. Otra de las personas con quien entabló una buena amistad fue Jacobo Zabludowsky, con el cual escribió en El Redondel.
``En la Guerrero, donde vivía --relata su hija--, salía en las noches a caminar, a platicar; con el del periódico, con las prostitutas (a ellas las defendía de la policía, veía que no les quitaran el dinero, iba hasta la delegación para defenderlas)''.
``Palillo era un hombre bueno, poseedor de una nobleza maravillosa, sincero, con el que no existía el doble juego ni la doble identidad... sabías muy bien que lo que sintiera te lo iba a decir, que no te iba a ocultar lo que trajera dentro'', apunta el creador de Qué nos pasa. Fue Palillo un cómico de carpa por excelencia.