Confesiones de un clown

Jaime Whaley Ť Con la cara limpia, libre de los afeites con los que se desempeña ante multitudes, David Larible mostró su verdadero rostro, que no varía mucho de aquel con que actúa. ``Hay que regresarle un poco a la sociedad lo mucho que me ha dado'', comenzó diciendo este clown, que se niega a reconocerse como el mejor payaso del mundo y sin falsa modestia le atribuye el hecho a los empresarios de su espectáculo. ``No me cuelgo superlativos'', dice.

Antes de dar comienzo a su brevísima serie de tres actuaciones en el teatro Metropólitan, Larible quiso actuar el jueves ante niños de la calle amparados por el Fondo Unido de la Casa Alianza. No fueron muchos, quizás hubo un medio centenar, pero se expusieron a un rato de solaz y esparcimiento que mitigó en algo la dureza de su diario vivir.

``Me considero dichoso, tengo una esposa y dos hijos sanos. Estoy en deuda con la vida y por eso estoy aquí, ante niños que no tienen oportunidad de pagar el boleto'', expresó en perfecto español --uno de los seis idiomas que domina-- el artista circense nacido en Roma.

Larible, que se presenta por vez primera en un teatro aquí, luego de haberlo hecho en sus cinco visitas anteriores en la pista de un circo que lo mismo fue el Tihanny, que el Ringling, que el Atayde, o el de los Fuentes Gazca, se hace acompañar ahora de Pipo Sossman, otro payaso francés que en los sketchs, con su nivea cara y su brillante atuendo representa la elegancia, la inteligencia, el poder. ``En cambio'', dice Larible, sentado en la escalinata del teatro; ``yo represento al pueblo, al desarrapado, con su traje parchado. Pero hay momentos en que somos cómplices. Es la historia de la vida''.

En varios de sus cuadros, Larible hace subir al escenario a algunos de los concurrentes. ``Creo que fui el primero que lo comenzó a hacer, pero no lo hago para humillar o ridiculizar a la gente. Si acaso imito cómo caminan o les puedo palmear la cabeza. Sirve para que saquen el payaso que todos llevamos dentro. Se necesita gran preparación, no solamente vestirse'', asegura, y añade que a diferencia de los actores que se introducen en la vida del personaje, un payaso siempre se interpreta a sí mismo . El, dice, ha aprendido de los grandes de la pista y se inspira en los del cine, entre los que cita a Charles Chaplin, Cantinflas, los hermanos Marx; ellos no imitaban a nadie, eran ellos mismos. ``Desde luego que hay tragedias en la vida de un payaso'', apunta, pero para él estar en su papel es su válvula de escape.

La semana entrante partirá para Holanda y Alemania antes de llegar al prestigiado Festival de Circos de Montecarlo. Las funciones en el teatro Metropólitan serán esta noche, mañana y el domingo, a las ocho de la noche.