Patricia Peñaloza Ť Un álbum doble para fanáticos recalcitrantes o para neófitos exploradores, más que nada sentimental, cual siempre lo ha sido esta sólida banda, en plena presencia de domingos sangrientos irlandeses en México. So pretexto de cumplir dos décadas de estar juntos (aunque en un principio se llamaban Feedback, luego The Hype y posteriormente U2), Bono (Paul Hewson), The Edge (Dave Evans), Adam Clayton, Larry Müllen Jr. y su casa disquera Island, emiten la edición U2 The Best of 1980-1990/The B-Sides (PolyGram 1998), la cual ha vendido 60 mil copias en México, a sólo dos semanas de su lanzamiento. Asimismo, se halla a la venta la edición no limitada de éxitos solos sin lados B (temas no incluidos en álbumes formales, que acompañaron a sencillos aislados o que rara vez han sido interpretados en vivo).
Con la promesa de un álbum adicional de sus hits en los 90 (tal vez salga el año próximo), y con ánimo impúdicamente nostálgico, U2 edita no precisamente sus más brillantes creaciones, sino las más vendidas o que mejores recuerdos traen a una generación (aunque ello incluya a su vez algunas de sus mejores creaciones): desde las legendarias I will follow y October (ésta como bonus track sorpresa), hasta las choteadísimas pero indispensables Pride, Sunday bloody sunday, When the streets have no name, o las menos quemadas pero finas When love comes to town (con B.B. King) y All I want is you. En cuanto a los lados B, los temas no revelan sino un conocido U2 de antaño, con interpretaciones que podrían sonar a hallazgos arqueológicos; otros son covers simpáticos. Valen la pena canciones anheladas como Spanish eyes, Dancing barefoot (de Patti Smith), Bass Trap, Silver and gold, Party girl, o las cursis pero bellas Everlasting love y Unchained melody.
U2 fue exitoso desde sus inicios por su original propuesta en días de punk agresivo y new wave desencantado: ellos eran pacifistas y esperanzados. Con estas cualidades, más la peculiar actitud mesiánica de Bono y la característica guitarra de The Edge, la banda se echó a las grandes masas al bolsillo, sin ser un producto plástico ni una propuesta en extremo complicada, gracias a que ha sabido equilibrar lo fresa que muchos llevamos dentro con la explosión musical y vital de cada temporada, como para ser gran vendedora sin demeritar en calidad.
Después de haber vendido a la fecha cerca de 75 millones de copias de todos sus discos, U2 se lanza por más y deja escuchar, para promover este pseudorregreso, en su cotidiano afán por estar siempre presente y en buen lugar, The sweetest thing, rola regrabada, original de la sesión del Joshua tree, que no fue incluida, dulce y sencilla como contraste y descanso tras su abrumador Pop (1997).
Con un video sin parafernalia tecnológica --el cantante la creó para su esposa después de olvidar un día su cumpleaños--, los irlandeses ofrecen un reposo sentimental y reflexivo, como para recordarnos y recordarse lo explosivos de corazón que fueran y parecían ya estar abandonando.
Acaso sea la señal para indicar que, después de estos discos recopilatorios, U2 podría, o dar un nuevo salto, como lo hizo del Rattle and hum al Achtung baby (1991), o ir de plano en picada si no crea algo refrescante o sorprendente.