Marcos Winocur

Al desierto se viaja con corbata

Un viajero casi muerto de sed atraviesa el desierto. A lo lejos divisa a otra persona; corre, la interpela por agua, pagará lo que sea, y ella, por toda respuesta, le ofrece corbatas en venta. ``¿Para qué las quiero?'', se dice y, perplejo, mira cómo la persona se aleja.

La escena se repite con un segundo vendedor de corbatas. Furioso, el viajero mira cómo éste se aleja. La escena se repite con un tercer vendedor de corbatas. Desesperado, el viajero mira cómo se aleja. A lo lejos se ve un hotel. Con las últimas fuerzas que le quedan, llega y ruega al portero: ``Agua, déjeme pasar, yo le pagaré''. Y éste le contesta: ``No trae corbata, sin corbata no se puede pasar''. El viajero muere...

Así el cuento, así la naturaleza. Ella no se entrega fácilmente ni desde el comienzo al conocimiento del hombre. Ninguno de los vendedores de corbatas informa al viajero que sin una de ellas no podrá entrar por agua al hotel.

Es la regla inflexible. Pero eso lo sabrá después, y mientras tanto, nada más absurdo. Sin embargo, la corbata es la respuesta al ruego de agua formulado por el viajero, el sésamo ábrete. Un impulso clarividente podría haberlo llevado a comprar la corbata, o un resto de humor que rebrota en las situaciones trágicas. Pero, cegado por la sed y por la racionalidad heredada, nuestro viajero está lejos de concebir que la ecuación sea: hotel+corbata= agua.

Esta historia de los vendedores de corbatas en el desierto -como primer acto-, me hace pensar en otra cosa, me hace generalizar la anécdota y llevarla a la naturaleza. Ella actúa a la manera de una obra en dos actos: la actitud del viajero es similar a la del hombre negando, en primera instancia, las evidencias que surgen de un conocimiento más profundo de la naturaleza, para finalmente admitir lo antes tachado de absurdo.

Los ejemplos no faltan, elijo el del éter en el dominio de la física. ¿Qué soporta a la luz en el espacio para que pueda recorrerlo? Un éter, suerte de malla universal, afirmaron los físicos durante largo tiempo, no concibiendo que la fórmula pudiera ser: vacío+fuente de luz= luz en movimiento.

Y a buscar el éter, a ver cómo detectarlo. Ningún experimento dio cuenta de él, al contrario, se llegaba a contradecir su existencia, como ocurrió al verificarse la constancia de la velocidad de la luz. ¿Cómo, el éter nunca llegaba a frenarla? Así, la naturaleza fue ofreciendo sus corbatas y el hombre se resistía a comprárselas, a pesar de contactar a los vendedores, es decir, a través de los experimentos científicos. Finalmente, el portero del hotel, papel que en este caso personifican Einstein y la relatividad, reveló la clave: nada soporta a la luz, viaja en el vacío.

Las ideas, afirmaba el historiador Fernando Braudel, son cárceles de larga duración. Hasta que se rompen las rejas, las viejas ideas dejan de aprisionar el cerebro y de las nuevas se apropia la generación joven. Y eso, sin dar muchas explicaciones. Toca una renovada lectura de lo real, importa más la lectura que su por qué. Son los tiempos en que Newton y sus leyes del movimiento se dejan acompañar por Einstein y su relatividad. Las preguntas han cambiado, otros son los ojos puestos en la naturaleza.

¿Corbata para el agua en el desierto? Así pasa. ¿Por qué? Orita vemos. Y a esa lectura nos atenemos para no morir de sed. Qué bueno saberlo: al desierto se viaja con corbata.