La Jornada lunes 16 de noviembre de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Las palabras pronunciadas por Carmen Lira en San Luis Potosí, al dar el banderazo de arranque a la edición local de La Jornada, ahondan en un tema sustancial para el desarrollo democrático nacional: la descentralización periodística.

Desde siempre se ha mantenido el espejismo de la llamada ``prensa nacional'', asumiendo ésta, con tal concepto, una especie de representación forzada del periodismo entero del país.

A despecho de esa apropiación, cada vez son más los medios de comunicación que se consolidan y progresan fuera del ámbito de la ciudad de México. Hay ejemplos de periodismo regional que están, en tiraje y calidad, por encima de un buen número de los llamados diarios nacionales, cuyas reducidas ediciones sirven muchas veces sólo para efectos de facturación comercial y de fachada de negocios particulares. Conocido es que existen varios diarios editados en la capital del país que tienen menos circulación en las calles que en las fotocopias con las que se integran las síntesis periodísticas de oficinas de gobierno.

Por todo ello es importante el planteamiento hecho por la señora Lira en San Luis Potosí. Con ese discurso, y con la inauguración de oficinas, redacción y talleres, La Jornada avanza en su desarrollo regional, creando un diario local, La Jornada San Luis y preparando a corto plazo la realización de ediciones regionales semanales en Querétaro, Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato y una parte de Jalisco.

Por lo pronto, este sábado 14, la presentación de La Jornada San Luis fue hecha en un escenario inusual y frente a un público plural y representativo.

El acto se realizó en la sala de espera de la estación de los ferrocarriles, como una forma de subrayar el compromiso de esta nueva publicación con la tradición local y con sus luchas sociales. La potosina ha sido una plaza ferrocarrilera de importancia fundamental en el desarrollo económico de la ciudad y escenario histórico de las luchas vallejistas de finales de la década de los años 50. Hoy, sin embargo, ese centro de actividades ha sido lesionado, como ha sucedido con otros similares en otras partes del país, por la modernidad y por las privatizaciones.

Los asistentes a la presentación del diario fueron también significativos, entre otras cosas por su plena disposición para asumirse como parte de una comunidad de iguales, en la que el mejor título posible es el de ciudadano. Allí estuvieron líderes de organizaciones sociales en lucha, de campesinos, de maestros democráticos, de colonos y de movimientos de reivindicación como, por ejemplo, el encabezado por don Pedro Jasso, el comunero que con su burro Chaparro se plantó durante más de un año en el Zócalo de la ciudad de México para demandar justicia.

Otros participantes en esa reunión de iguales fueron el gobernador Fernando Silva Nieto; el presidente del municipio de la capital, Alejandro Zapata Perogordo; el rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Jaime Valle; el presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, Germán Pedroza; los diputados federales Carlos Jiménez Macías y Antonio Esper Bujaidar; el senador Francisco Xavier Salazar Sáenz y otros representantes populares y funcionarios públicos.

Acompañaron a la directora de La Jornada el director fundador de esa publicación y actual senador, Carlos Payán Velver; el gerente general, Jorge Martínez Jiménez; el presidente y el secretario del consejo de administración, César Rodríguez Newman y Eduardo Montes, respectivamente; las coordinadoras de información de los estados e internacional, Lourdes Galaz y Guillermina Alvarez, respectivamente; Susana Raport, de La Jornada de Oriente; el cartonista Trino, y el periodista Hermann Bellinghausen.

El autor de esta columna aprovecha la ocasión para informar que fue nombrado por el consejo de administración de La Jornada San Luis director y gerente general, por lo cual a partir de esta fecha habrá de descentralizar su trabajo, distribuyendo su tiempo entre la ciudad de México y San Luis Potosí.

Gasolina al fuego

El gobierno federal ha anunciado su disposición de utilizar mil millones de dólares en la lucha contra lo que se denomina ``el crimen organizado''. No se sabe si con tristeza o con beneplácito, pero el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, mencionó que el presupuesto disponible para esos menesteres creció casi 5 mil por ciento en comparación con el ejercido en 1995. Tal crecimiento refleja, más que una plausible política oficial de lucha contra el crimen, una confesión estadística del grado de incumplimiento del Estado mexicano en la función indeclinable de darle seguridad pública a sus habitantes.

Pero, de una manera irónica, mientras por una parte publicita con entusiasmo su disposición a sacar de una bolsa del pantalón los 10 mil millones de pesos anunciados para luchar contra la delincuencia, por otra también da a conocer que espera recaudar 13 mil millones de pesos con el alza a las gasolinas.

Tal espiral pervertida muestra las aberraciones del esquema con el que hoy se gobierna a los mexicanos: por un lado se les condena a la miseria y a la delincuencia al aumentar impuestos; por otro se gasta ese mismo dinero en combatir miseria y delincuencia. Genial.

Astillas: Al iniciar su propia recaudación de impuestos voluntarios, el arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera, se refirió a la necesidad de que se corrija el sistema económico vigente para generar las fuentes de empleo que son tan necesarias para los mexicanosÉ Otro sacerdote de alto nivel, Javier Lozano Barragán, quien preside la oficina de El Vaticano encargada de los asuntos de la salud, dijo ayer que Juan Pablo II hablará durante su visita a México de los problemas económicos y los del creciente secularismo pero, además, de los problemas de los indígenasÉ Más joyas literarias provenientes del Nayarit de Rigoberto Ochoa Zaragoza. El diputado priísta Lucas Vallarta dijo en Santiago Escuintla que las ayudas que Banrural da a los campesinos son equivalentes a una mentada de madreÉ El presidente de Cuba, Fidel Castro Ruz, podría cambiar notablemente la impresión que de él, su gobierno y su ideología, tienen los panistas mexicanos. El problema es que, para conseguir tal transformación, debería gastar más de 12 horas de conversación personal con cada uno de los seguidores del partido blanquiazul, hasta lograr de ellos un cambio tan amable como el que consiguió con Felipe Calderón Hinojosa, en la reciente visita de éste a La Habana.

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