José Agustín Ortiz Pinchetti
La máscara negra de la política mexicana

Para interpretar los hechos políticos de esta hora es necesario utilizar los recursos de la narrativa criminal. ``El desmenuzamiento de la mente asesina, la visión de la violencia y el poder, el tono de amarga ironía''. El mejor cronista de la transición mexicana quizá será Federico Campbell, experto en las densas relaciones del crimen y el poder. El olor diabólico de los delincuentes metidos a políticos se percibe en todas partes. Aumenta la impunidad: crímenes de Estado, abusos, atropellos, errores monstruosos quedan sin castigo. Ni siquiera se les investiga y ahora las incipientes instituciones democráticas parecen sujetas a un ataque perverso.

La captura de Cabal Peniche nos enseña mucho. Este personaje, acusado de fraudes por más de 100 millones de dólares, está vinculado a la política económica y a la política del régimen neo-liberal. Beneficiario del apoyo del gobierno de Miguel de la Madrid, después aprovechó los beneficios de las privatizaciones: se volvió principal accionista de las bancas Cremi y Unión. Hay indicios de una densa red de relaciones con políticos, desde Carlos Hank González hasta José Córdoba Montoya. También con personajes menores de tipo criminal: Carlos Salinas de Gortari lo consideró un empresario ejemplar. Cabal organizó en 1994 la recolección de millones de dólares para las campañas de Roberto Madrazo en Tabasco y del actual presidente Ernesto Zedillo. En el Fobaproa parece que se intenta encubrir las caudalosas inversiones en los bancos en favor del PRI.

Las leyes penales anteriores a septiembre de 1997 (elaboradas por instrucciones del Presidente de la República) son particularmente favorables a los defraudadores por blandas y contradictorias. Así que será posible que Cabal Peniche pueda salir libre bajo fianza, como Angel Rodríguez, El Divino, y con una multitud de criminales de cuello blanco. Hasta ahora sólo hay 11 de 150 indicados por operaciones ilegales en el sistema financiero.

El presidente Salinas ha publicado una defensa de su hermano y de su ``obra histórica'' en la revista Newsweek. Creo que Salinas puede quejarse de la dureza del gobierno actual con Raúl. Pero no de su propia suerte: desde el presidente Zedillo hasta el último funcionario importante, México está gobernado por salinistas. La política económica es salinista, y a pesar de sus resultados progresivamente más desastrosos está en vigor. Pero además el ex presidente tiene a sus partidarios incrustados en toda la estructura del Estado en el partido oficial, en la televisión, en varios diarios, en las empresas más ricas, en la banca. Hay indicios (que no se han investigado) de que sus personeros han estado vinculados con el narcotráfico. Una enorme red construida con gran inteligencia, paciencia y megalomanía durante el sexenio anterior.

El sabe que aunque sean abrumadoras las sospechas de corrupción, tráfico de influencias, enriquecimiento ilegítimo, no será investigado, al menos mientras las gentes que él designó sigan en el poder.

Parece muy preocupante el atrincheramiento del presidente Zedillo en la negociación del Fobaproa. En la última semana el PAN le había tendido un puente, pero Zedillo lo rechazó. Hace unos días platiqué con un amigo panista colocado en una posición estratégica dentro de la Cámara: ``el verdadero obstáculo está en la falta de información -me confió-. El gobierno no quiere revelarnos nada de lo fundamental''. Esto me suena a una táctica desesperada de encubrimiento. El gobierno prefiere pagar cualquier precio con la esperanza, cada vez más endeble, de que siga operando aquello de que ``aquí no sucede nada''. No puede revelar las enormes redes que se tejen entre el poder y el crimen. Seguirá usando una máscara negra de negación, mentira y manipulación. Quizás intentará en un golpe sorpresivo darle a la impunidad otro plazo de vida.