Masiosare, domingo 15 de noviembre de 1998


Viaje al ``focalizado''
combate a la pobreza


¿Quién progresa con el Progresa?


Arturo Cano y Jesusa Cervantes


El programa sexenal de combate a la pobreza extrema por fin está en marcha. Pretende ``romper el círculo vicioso" de ese problema con educación, salud y alimentación. Sin intermediarios y sin paternalismos. En la realidad, las comunidades beneficiadas se quejan de exclusiones, de trabajos obligatorios a cambio del dinero, de imposiciones. En muchas de éstas faltan maestros, en otras no hay medicinas. Los críticos sentencian: ``Es bueno para aplicarse en países como Inglaterra o Suiza donde se cuenta con la infraestructura necesaria para cumplir con los tres ejes de Progresa, porque sin ella no funciona''


Sinaloa

La viuda Nanda no está en la lista

Culiacán, Sin. Nanda, la viuda de El Peñasco, se quedó sin el Progresa. Sus dos pequeñas hijas no tendrán apoyo alimenticio (105 pesos mensuales), ni beca educativa (la cantidad varía según el número de niños y el grado que cursen con un tope de 630 pesos mensuales por familia para el total de apoyos), ni el paquete de servicios básicos de salud.

Nanda y sus dos hijas pasan varios meses de cada año en los campos agrícolas cercanos a Hermosillo, Sonora, en el corte de la uva. A veces se aventuran hasta el Valle de San Quintín, Baja California.

Cuando vinieron los encuestadores Nanda trabajaba en la uva. Para el padrón de los pobres en extremo -el eufemismo oficial que nombra a los miserables- la viuda Nanda de El Peñasco simplemente no existe.

En la lógica oficial, el ``círculo vicioso'' se rompe cuando las mujeres cumplen la obligación de asistir a la clínica a los chequeos y a adquirir rudimentos de higiene y cuando vigilan que sus hijos no falten a la escuela. De lo contrario no hay cheque. Así, con niños sanos, nutridos y educados se romperá el círculo. ¿Así sucede?

Se trata de individualizar el combate a la pobreza. Los proyectos de comunidad o de desarrollo regional pasan a segundo término. En todo caso, la lógica de la viuda Nanda también es individual. Y como en El Peñasco no hay trabajo, ella se busca la vida en los empaques del norte. Sus hijas cambian de escuela o faltan a ella. No las hubiera llevado a la clínica. El Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa) la habría borrado de su lista de cualquier modo.

Redención tardía

Enterrado el Pronasol -esa maravilla que su creador aún presume en la prensa extranjera-, el gobierno del presidente Ernesto Zedillo demoró dos años en arrancar su propio programa de atención a la pobreza extrema. Los choques del gabinete terminaron en ruptura con la salida del subsecretario Enrique del Val y el lanzamiento de Carlos Rojas al PRI.

Ya sin esos obstáculos arrancó el Progresa, que pretende convertir esos tres elementos en la llave redentora, en el jicotillo del ``círculo vicioso de la pobreza''.

Aunque la aplicación del programa era urgente -según se reconocía en un diagnóstico gubernamental de 1995- los desacuerdos en el gabinete lo trabaron. Hubo un punto de conflicto esencial: el número de familias que serían beneficiadas.

El bando del subsecretario de Hacienda, Santiago Levy, cerraba la cifra en 14 millones de personas. La dupla Carlos Rojas-Enrique del Val, entonces al frente de la Sedeso, se iba a los 30 millones de mexicanos.

Derrotado, Del Val renunció y unos meses más tarde aprovechaba un evento académico para sentenciar: ``En los hechos la asignación presupuestal de los últimos años refleja la escasa prioridad que actualmente tiene la atención a la pobreza''.

Del Val tocaba así el problema de fondo: el dinero que el gobierno destina al combate a la pobreza. En la idea de los creadores del Progresa, la política había fracasado por falta de coordinación institucional y desperdicio de recursos. No era, pues, un problema de más dinero.

En el documento que dio pie a la creación del Progresa, elaborado en 1995, se establecía: ``Para combatir a la pobreza extrema se requiere, ante todo, una estrategia clara, no más recursos presupuestales. Por ejemplo, si consideramos todos los recursos de los subsidios alimentarios -dirigidos y generalizado-, los programas enfocados a la atención de la población urbana y rural marginada, y acciones de atención a la salud y seguridad social a población abierta, en 1996 se canalizarán recursos federales 33% mayores a los identificados como necesarios para cubrir la brecha del ingreso para eliminar la pobreza''.

No se hablaba, note el lector, de atenuar los efectos, sino de eliminar la pobreza.

Hace un par de meses, Esteban Moctezuma, titular de la Sedeso, reconoció que durante este sexenio ha aumentado en términos relativos el número de pobres.

Algunos menos iguales que otros

Sin dientes frontales, vestida con una camiseta deshilachada y unos huaraches viejos, Tomasa Martínez Canizales no se olvida de sus años en la escuela Rafael Dondé de la capital del país. De sus maestras de entonces le vienen frases como ``las características del lugar influyen en el comportamiento de las personas... por eso es que mi comadre Carmen de plano si protestó''.

La comadre Carmen no recibió el apoyo del Progresa. Su protesta no tuvo éxito. De hecho, de las 21 familias de El Peñasco, ocho quedaron fuera. Entre ellas las de la comadre Carmen, la viuda Nanda y José, el abandonado de la comunidad, porque vive solo con tres hijos pequeños. José tampoco fue censado.

La señora Tomasa no tiene hijos pequeños. Vive con su marido, un hijo de 28 años que perdió un brazo en un accidente y una hija de 23, quien trabaja en un campo agrícola cercano y es el sostén principal de la familia. Los Medina Martínez reciben el dinero para alimentación.

A un lado de Tomasa se sienta Josefina Espinosa Medina, que tiene una familia de diez miembros. A ella tampoco le llegó el apoyo: ``No sé por qué, pues nosotros también somos pobres''.

La señora Josefina no sabe que es víctima de la ``focalización'' del combate a la pobreza.

``Focalizar'' a los pobres

El debate sobre quién y cómo cuenta a los pobres ya parece eterno. Arrancó con aquellas famosas cifras de Carlos Tello en 1989 (17 millones de pobres extremos, 40 millones de pobres a secas).

Mientras el gobierno presume avances en las coberturas educativas, de salud y de servicios básicos, ¿cuáles son las cuentas diez años después?

Vea el lector otras cuentas más recientes acerca de los pobres extremos:

Según Santiago Levy, subsecretario de Hacienda: entre 24 y 25 millones (70% de ellos en áreas rurales).

Enrique del Val, ex subsecretario de Desarrollo Regional de la Sedeso: 26 millones.

Progresa: 22 millones (1997).

Hacia estos millones de personas, a cuatro más o menos, se dirige el Progresa en la ruta de la llamada ``focalización''. La tesis gubernamental es que los subsidios generalizados a los alimentos básicos favorecen a personas que no lo necesitan y que muchos de los más desprotegidos no reciben beneficio alguno. Entonces, hay que ``focalizar'' la atención a los pobres entre los pobres.

¿Cómo ``focaliza'' el Progresa? Cuando termine este año, atenderá, según cifras oficiales, a ``más de un millón 942 mil familias de 45 mil 873 comunidades de 1530 municipios, en las regiones donde se registran los mayores rezagos y más altos índices de pobreza en 28 estados''. Si los funcionarios usaran foquitos, el mapa de la República semejaría un tupido arbolito navideño.

La ``focalización'' va de la mano de la liberación de precios en productos básicos y la eliminación de subsidios a productos como la tortilla y la leche.

El futuro de El Peñasco

``Aquí se vive de la explotación de la madera'', dice doña Tomasa. Un rato después llega su esposo Guadalupe, con sus 72 años a cuestas, ya sin fuerzas para seguir en su oficio de albañil. A lomo de mula, Guadalupe trae unos palos secos que vende, a seis pesos el manojo, en el campo agrícola El Limón de los Ramos, donde los utilizan para crecer las plantas de jitomate. Eso es lo que doña Tomasa llama ``la explotación de la madera''.

¿Se romperá el ``círculo vicioso de la pobreza'' en El Peñasco y sus alrededores por obra y magia del Progresa?

Algunos indicios sobre el futuro posible:

Las posibilidades de que aquí se generen empleos se antojan nulas. La gente de la región seguirá saliendo a los campos cercanos, a los de Sonora y Baja California. Los niños también, pese a los intentos de doña Tomasa de convencer a sus vecinas: ``El Progresa no quiere que los niños trabajen, quiere que estudien''.

Pero en los campos agrícolas reciben como jornaleros a niños desde los diez años de edad. La paga diaria es de 41 pesos, igual para ellos que para los adultos. Un niño de El Peñasco puede ganar en cinco días una cantidad equivalente al apoyo bimestral del Progresa.

Con este programa se pretende que los miserables sean ``sujetos del proceso mediante el cual van a abandonar la pobreza'', según dice su inspirador, Santiago Levy.

Pero ya hace muchos años que los mismísimos operadores de Solidaridad reconocían: ``La mejor política social es pagar buenos salarios''.

Con todo, la situación de El Peñasco no puede compararse con la de comunidades aisladas de la sierra. Hay dos corridas diarias a Culiacán y los cheques del Progresa se gastan en un gran supermercado.

La depuración

En Sinaloa de Leyva, dice el coordinador de Progresa en la zona norte de Sinaloa, Eduardo Vargas, 95% de los apoyos ``están aterrizando como debe ser''.

Hay errores, reconocen algunos promotores, pues se incluyó a ``gente que no debería recibir los apoyos''. Pero se consuelan con la idea, que les dijeron los enviados del Progresa, de que el próximo año habrá una ``depuración'' del padrón de beneficiarios. ``Los ganaderos o los agricultores fuertes se van a ir haciendo a un ladito'', aseguran.

Como en otros programas que se aplican desde los sesenta, las beneficiarias del Progresa son las mujeres. Eduardo Vargas explica así la clave: ``El día que bajaron a cobrar a la cabecera las 4 mil 400 mujeres beneficiadas las tiendas de abarrotes se quedaron sin nada; ese día las que tronaron fueron las cantinas''.

Cuando el pueblo queda conforme

En Paredones llamaron a junta. Los convocados eran sólo los beneficiarios del Progresa, pero asistió todo el pueblo. ``¿Por qué no estamos en la lista?, ¿quién nos puede incluir?, ¡también nosotros somos pobres!'', se dejaron ir los reclamos al enviado del Progresa. El joven se encogía de hombros y repetía: ``Pues a mí nomás me mandaron con esta lista que viene de México''.

Manuela Reatiga Rodríguez, nombrada en esa reunión promotora del Programa, cuenta que los pobres del pueblo (casi todos) se miraron unos a otros y concluyeron: ``Pues entonces debe ser cosa de suerte''.

Aunque los inconformes no se resignaron, el asunto no pasó a mayores.

Y en Paredones ya cobraron el primer cheque.

¿En qué lo gastaron? Cuentan Manuela y sus vecinas que el día que recibieron el giro fueron a Culiacán y dejaron el apoyo en el supermercado Ley: ``Lo trajimos de mandado, más los 20 pesos de flete y el taco que nos echamos, con eso se acabó''.

``Lo del Progresa está muy bien. Ahora hay que ver cómo resulta los de las becas, que todavía no nos han llegado'', dice Manuela.

Como promotora del programa, su principal preocupación es que en Paredones ``no hay trabajo'' y mucha gente ``jala para los campos''.

Entre sus obligaciones, la promotora Manuela debe supervisar que las beneficiarias cumplan con los requisitos del Progresa. ``Pero muchos ya están saliendo ahorita''.

En su libro de promotora está escrito que se admite un máximo de cuatro faltas al mes por cada niño becado. ``Yo no voy a poder checar en cada escuela'', advierte Manuela.

***

Según funcionarios del programa, cada comunidad selecciona a las familias beneficiarias en una asamblea. Sin embargo, en todas las comunidades visitadas por Masiosare se encontró que los enviados del Progresa convocaron a reuniones únicamente a los beneficiarios y no a toda la comunidad. Más: en la mayor parte de los casos las promotoras no fueron electas en asamblea de beneficiarias, sino recibieron un nombramiento del Progresa.

Plátanos manzano

Norma Alicia Torres fue a la reunión en Las Piedritas. Dice que había muchísimas mujeres, ``pero no eran beneficiarias, casi todas eran inconformes''.

Norma Alicia tiene una casa de material. No le faltan agua, luz ni un gran refrigerador. Es beneficiaria y promotora del Progresa, en un acto que debe ser, por lo menos, un reconocimiento gubernamental de los bajos salarios que paga. Porque el marido de Norma es maestro en una escuela secundaria.

Al ejido Las Palmas, donde vive Norma, no le fue mal: 14 de 18 familias recibieron el apoyo.

Los beneficiarios de Las Palmas tienen escuelas cercanas y viven al pie de la carretera que va de Culiacán a El Dorado. De lo que se quejan es de la clínica donde ``nunca dan la medicina completa''.

Aunque dicen que el programa de Niños en Solidaridad era mejor, los beneficiarios de Las Palmas están contentos con el Progresa.

Norma recibió su cheque de 210 pesos, lo juntó con su gasto y compró ``verdura, leche y algunas cositas que teníamos ganas de comer y casi nunca podemos''.

-¿Cómo qué?

-Plátanos manzano que nos gustan mucho.

(Arturo Cano).



El apoyo alimenticio del
Progresa
¿Para qué alcanza?

El Progresa entrega 105 pesos mensuales por familia beneficiaria. En el proyecto original (1995) se hablaba de una ``cantidad inframarginal'' que no hiciera a los más pobres caer en la tentación de no trabajar. Se trata, dicen los responsables del programa, de un complemento destinado a que toda la familia pueda comer (que no esté desnutrida).

¿Para qué alcanza? No para una canasta de 16 productos básicos que tiene un costo de 226.30 pesos (según la Procuraduría Federal del Consumidor).

Otra opción de los beneficiarios del Progresa es, digamos, comprar los siguientes productos

1 litro de aceite9.00
1 sobre de café soluble28.95
3 kilos de frijol28.32
Una docena de huevos8.26
4 litros de leche18.08
8 bolillos4.80
3 paquetes de sopa de pasta 4.80
1 kilo de tortillas3.00
Total105.21 pesos

O bien, también se podrían comprar 2.3 kilogramos de bisteces de res (al precio que se vende la carne en un mercado popular de la ciudad de México). O menos, según el tamaño del golpe del paquetazo del secretario José Angel Gurría. (Jesusa Cervantes)

Fuente: Procuraduría Federal del Consumidor (monitoreo de los productos más baratos en una tienda del ISSSTE).



San Luis Potosí

El Progresa ``sirve para dividirnos''

Xilitla, SLP. Los rostros de las mujeres se encienden. Sus reclamos se dirigen a la promotora Sofía Hernández. Pocas mujeres la quieren. Dicen que ellas no la nombraron, que la impusieron desde México, igual que pasó con la lista de ``beneficiadas'' del Progresa. Lanza la piedra María de Jesús, una mujer delgadita a fuerza de no comer, y muy entrona. Exige respuestas.

-¿Que para qué nos sirve el Progresa? Para dividirnos.

-¿Por qué?

-Porque el dinero no es igual, porque no a todos les toca. ¿Por qué? No sabemos, si todos estamos igual de jodidos. Y porque se condicionan los cheques a las faenas y a darle dinero a la promotora.

A Sofía le tiembla la voz, pero se defiende:

-Aquí todas estamos de acuerdo en que se haga faena, siempre lo hemos hecho, no digas que no.

-Pero eso lo decidimos en Asamblea, con o sin Progresa. Hace rato hasta nos traían cargando grava y chapuleando, porque si no el cheque no llega, eso no debe ser -replica María de Jesús.

Puerto Encinal pertenece al ejido Tlaletla, donde se encuentra el Comité de Salud. Ahí se recibe el reporte de faenas que entrega la promotora. Si el nombre de alguna de las mujeres no está en la lista, no recibirá el dinero del Progresa.

***

Puerto Encinal vive del café. Es tiempo de cosecha. Si todo sale bien, cada productor ganará seis pesos por día para, digamos, alimentar a una familia de siete miembros.

A esta comunidad, una de las once del municipio que reciben los beneficios del Progresa, se llega luego de una hora de camino por carretera y más de cuatro a pie por veredas. Para acabar con la pobreza, el programa llegó a esta comunidad de 380 habitantes en diciembre de 1997. Aquí se le considera un apoyo gubernamental condicionado e impositivo.

``No, eso del Progresa presiona mucho, a las mujeres las traen bien cortitas'', dice Francisco Hernández, uno de los indígenas nahuas que viene de su cafetal.

La ley del programa

-Aquí llegó como si fuera una ley.

-¿Por qué?

-Creen que porque nos dan dinero, a veces poquito, a veces hartito, nos vamos a dejar manipular -dice Angela Hernández.

Según el manual de Progresa, el programa intenta dar ``los elementos que les permitan el acceso a un mejor nivel de vida'': becas educativas, un apoyo económico de 105 pesos para alimentos, y paquetes de salud que incluyen consultas periódicas, pláticas sobre higiene y la medición y peso de los niños.

Quien no asista al doctor o a clases queda eliminado de los ``beneficios''.

Y más. Las mujeres se quejan de que las promotoras les imponen las faenas y los médicos el papanicolau, de que les piden dinero para realizar los trámites y en algunos casos pretenden obligar a las mujeres a colocarse dispositivos intrauterinos.

Un caso. Miguel Martínez Hernández asegura que a su esposa la presionaron para se pusiera ``el aparato'' o no recibiría el apoyo.

``Los hombres de aquí decidimos que mejor no queremos el Progresa porque quieren que nuestras mujeres se esterilicen'', dice Miguel, un hombre respetado en su comunidad donde ha ocupado el cargo de juez.

Las listas. Comité de Salud y promotoras se convierten en una especie de censores que determinan a quién incluyen en las listas de quienes no recibirán los cheques.

``Si no haces faena te apuntan, si no das dinero a la promotora te apuntan, si no haces papanicolado te apuntan, si no vas a clases te apuntan, si no vas a la clínica te apuntan, si no quieres dispositivo ni tomar pastillas te apuntan, si estás anciano y no haces faena te apuntan, es una apuntadera para recibir unos pesitos'', enumera molesta María de Jesús.

La elección. Para muchos es un misterio cómo fueron seleccionadas las beneficiarias. Aquí, explican, llegaron los del INEGI en 1996; levantaron censos y se fueron. En diciembre del año siguiente convocaron a las comunidades del ejido Tlaletla y les dieron a conocer un listado de las beneficiadas.

``No sabemos por qué fue así. De 107 familias sólo 35 aparecieron y todas estamos jodidas''.

Los indios tenek de Tamapaxtla, San Luis Potosí, no pudieron explicarse por qué la maestra Yolanda venía en la lista de los beneficiados del Progresa.

``Ella no es pobre. Tiene buena casa con su parabólica'', cuenta la promotora Marcela García. La propia maestra decidió excluirse.

Las penas de Ignacia

Ajenos a estas comunidades, los médicos no siempre encuentran la manera de hacerse comprender.

``Sólo nos dicen que la familia pequeña vive mejor'', comenta María Dolores Simón. ``Nos quieren meter el dispositivo o las pastillas y eso es puro veneno para la mujer joven'', asegura.

María de Jesús no se aguanta: ``No entienden que muchas no pueden recorrer dos horas por veredas resbalosas para ir a la consulta. Como Ignacia, que está toda enferma y embarazada. A ver, si se da un sentón y se le sale el chamaco, ¿ellos la van a curar? ¡Pues claro que no!, si nunca tienen medicina''.

Ignacia tiene 25 años, es pálida y transparente como el papel. Su casa es, como la mayoría, de carrizo y palma, de tres por cinco metros y piso de tierra.

En el recorrido que ofrece por su casa resalta el fogón con restos de café. A un lado, una cama y del otro, nada, del techo cuelga un par de mazorcas. La comida de la semana.

Ignacia habla poco. María de Jesús la defiende y dice que en lugar de que los médicos les condicionen sus cheques, deberían de caminar hasta Puerto Encinal y atenderla.

Su defensora anda brava, dice que los médicos no han pesado ni medido a los niños y luego pregunta: ``¿Por qué Progresa nos quiere manipular? ¿Para qué?''

-Desde que llegó el programa, ¿ha cambiado algo?

-No, sólo que nos hemos peleado más. Los chiquitos están igual de chiquitos, aunque a unos cuantos les han dado la papilla, pero a las mujeres embarazadas como Ignacia, no.(Jesusa Cervantes)



Hidalgo

Los votos del programa

En la huasteca hidalguense el Progresa ha creado un malestar aún mayor y la división es más evidente. En lugares como Huejutla de Reyes, Pochotitla, Tlalzintla y San Felipe Orizatlán, se multiplican las quejas porque el Progresa ha dejado fuera a los pobres de los pobres.

En Buena Vista, Huejutla, los habitantes viven de la siembra de la palmilla, la planta con la que ``se pintan'' los dólares. Por cada 100 hojas les pagan ocho pesos.

Unos 300 de los 730 habitantes del poblado quedaron fuera del apoyo gubernamental.

``El Progresa nos ha dividido; si ya de por sí somos la mitad del PRI y la mitad del PRD'', dice Seferino Antonio Hernández, líder de la comunidad, que estuvo siete años en el Ejército.

Seferino es hombre alegre y delgadito, cuenta que hace poco fue con el presidente municipal de Huejutla, José Luis Fayad, a recordarle que hace 10 años solicitaron una clínica de salud.

La respuesta fue: ``Ustedes están metiéndose en otro partido, ahorita los que les dan servicio educativo somos nosotros, del PRI; están en Progresa, tienen leche y Procampo porque se los damos nosotros. Voten por (Miguel) Núñez Soto o les cortamos el Progresa y menos llega la clínica''.

* * *

Hoy lunes hay fiesta en Buena Vista. El sacerdote José Barón Larios celebró una misa en náhuatl por el cumpleaños de los hijos de Seferino.

No hay hombres, sólo mujeres cargando niños, vestidas con blusas bordadas y faldas que dejan al descubierto una gran cantidad de varices en las piernas jóvenes o viejas.

A Antonia Ramírez Badillo, de ojos bellísimos y expresivos, parece que no le alcanza el aliento para enumerar los problemas que Progresa les ha acarreado. Es perredista y no pidió ser promotora. Pero el nombramiento le llegó.

Entre tamal y café, Antonia cuenta que el Progresa inició en agosto de 1997. Desde entonces han tenido sólo una plática sobre salud, han recibido suplementos alimenticios en tres ocasiones y este año, durante marzo y abril, el dinero por alimentación no llegó. ``La explicación del doctor fue que no fuimos a la consulta, pero eso es pura falsedad''.

De paso, el médico de Ixtlahuaca -lugar en donde se atendían- les informó que no otorgaría más consultas, porque no se daba abasto. Las mandó a Huejutla. Para llegar allá hay que hacer primero un recorrido de una hora a pie y después 40 minutos en carretera.

-¿Les gusta el Progresa?

-No, porque nos están metiendo en política.

Afuera de una de las frescas casas construidas de lodo y palma, Antonia dice que desde que inició el programa, los niños nunca han sido pesados ni medidos.

Y de los 105 pesos por mes para alimentación se preguntan: ``¿Qué vamos a comprar con eso si el kilo de frijol está a 17 pesos? Lo que les damos de comer a nuestros hijos, con o sin Progresa, es queso, salsa, tortillas, frijolitos y maíz''.

* * *

Ahuahuetitla, Orizatlán. A un par de horas de la cabecera de Huejutla, esta comunidad, ubicada al pie de la carretera, está también partida entre priístas y perredistas.

Aquí, el programa llegó en enero de 1998 con sus asegunes, como en todos lados.

La promotora de Progresa es del PRD y evita todo contacto con las priístas, lo que dificulta la entrega de cheques del programa.

La reunión es con las mujeres priístas de Ahuehuetitla en la casa más grande. Su decoración la conforma un costal de maíz, un petate, una mesita, un cartel del candidato priísta y una extensa banca.

-¿Y de clases cómo les va?

-Pues nomás ahí usted vea; asignados hay dos maestros.

``Pero ahorita estoy yo solo y a veces no puedo con los seis grupos'', dice el maestro Enrique Sánchez Cruz.

Y ni que lo diga. Mientras cuenta sus peripecias para atender a los niños, el griterío se vuelve incontrolable.

``Es difícil que aprendan, están todos bien desnutridos, pero sacan buen promedio'', dice no muy convencido.

La niña Aurora lo corrobora entre risas: cuenta que sacó ocho en segundo año, que esta mañana desayunó frijoles y se quedó con hambre.

Cuando se pregunta a las mujeres sobre las consultas médicas, todas se sueltan el náhuatl a la vez. La traductora informa: ``Dicen que no han ido con el doctor, porque no están enfermas, que no hay motivo para ir y que si van a las señoras les quieren hacer papanicolau y poner dispositivo''.


Veracruz

Los otros beneficiados

Huayacocotla, Ver. De las comunidades más alejadas llegan hasta aquí para cambiar sus cheques del Progresa. Sólo puede ser así porque donde se los reciben es en las tiendas del sistema Diconsa y en varias de particulares.

Los abarroteros son otros de los directamente beneficiados por el programa zedillista de combate a la pobreza extrema.

Aceptan cambiar los cheques, pero siempre y cuando los indígenas se lleven el monto completo en mercancías... e incluso más, porque los empujan a adquirir cosas fiadas. Y los apuntan en su lista de deudores, como si fuera una tienda de raya.

``No tienen otra opción, porque el lugar más cercano para cambiarlo está a cuatro horas en autobús'', explica Arturo Mejía, asesor de la presidencia municipal de Tezcatomatlán.

Conocedor de la zona, colaborador de los jesuitas que hace varios lustros trabajan aquí, Mejía no le concede valor al programa estrella de este gobierno: ``Progresa es un absurdo, porque en lugar de aminorar la pobreza está creando una élite entre los pueblos indígenas''.

Se explica con un ejemplo. En El Encinal, donde cada familia tiene 30 hectáreas, se recibe el apoyo. A sólo una hora de distancia de ahí, 45 familias de Benito Juárez que viven en condiciones de extrema pobreza quedaron fuera.

Cuenta Arturo que entre noviembre y diciembre de 1997 llegó al municipio un equipo de las secretarías de Hacienda y Desarrollo Social. ``Hicieron encuestas. Con base en ellas seleccionaron a las familias y se conformó el padrón de Progresa. Pero la verdad es que todos están igual de jodidos''.

Luego viene otro problema: las dificultades de los elegidos. Las comunidades están tan lejos que para recibir atención médica deben realizar grandes recorridos ``y el que no va a consulta no recibe cheque''.

En el aspecto educativo es peor. En la comunidad de Amaxac, de Tezcatomatlán, la única escuela no tiene maestros desde hace tres meses. La comunidad los corrió, porque sólo se presentaban entre 10 y 15 días por mes.

Tezcatomatlán ocupa el tercer lugar de pobreza en el estado y el 23 en el ámbito nacional. La desnutrición es alta.

``En cada comunidad siempre encuentras uno o dos enfermos de tuberculosis. Hace poco, en la comunidad Benito Juárez, murió un niño de parasitosis y cada dos meses muere uno menor de gripa'', hace el recuento Arturo Mejía.

Aquí, en estas tierras de peñascos, selva, veredas y caminos reales, al Progresa le ha sucedido lo mismo que a las intensas lluvias que anegan las Huastecas: el dinero cae del cielo, se evapora en la tierra y regresa a las alturas de mano de los coyotes.(Jesusa Cervantes)


Morelos

Un programa a medias

Tlaltizapán, Mor. Guadalupe Maldonado es madre soltera y trabaja de seis de la mañana a siete de la noche como ``checadora'' en una base de peseros. Es beneficiaria y quejosa del Progresa: ``La promotora, Doris Abarca, se la pasa amenazándome con que me va a quitar el programa. Es una mujer que nosotras no elegimos''.

Guadalupe vive en la colonia Palo Prieto, cuyos 3 mil 500 habitantes forman parte de el ejército mexicano de pobres en extremo. La colonia es una de las seis del municipio beneficiadas con Progresa. El programa llegó en agosto pasado. Un mes después se presentaron aquí 55 casos de dengue.

* * *

Un caballo inflado y despansurrado, rodeado por cinco perros, surge de repente en la orilla de la carretera. Son los mismos perros-vigías que cuidan a las mujeres mientras sus hombres trabajan en Cuernavaca de albañiles o en los sembradíos de caña del lugar.

Dos kilómetros separan a Palo Prieto de la cabecera municipal y de todos los servicios públicos. Para obtener agua potable sus residentes pagan entre 30 y 45 pesos al dueño de la pipa que cada semana los visita. Las casas son de carrizo y cartón, con pisos de tierra. Hay por ahí salpicados algunos cuartos de block. En cada una viven por lo menos siete personas.

* * *

En el puesto de quesadillas, junto a la base de las combis, una de las mujeres de Palo Prieto cuenta: ``Un día nos amontonaron aquí a todos, como a los chivos, y nos dijeron que nos iban a llegar los papeles de un programa que Zedillo había hecho, que porque estaba preocupado por los pobres''.

Hasta ahora sólo han llegado los 210 pesos por familia para alimentación. Las otras dos vertientes del programa -salud y educación- siguen pendientes o están a medias.

El calor del mediodía es sofocante. Norma Avila Díaz prepara quesadillas mientras se queja: ``A mí no me llegó porque la promotora dijo que tengo mucho dinero''. La verdad es que no fue censada en 1996.

Verónica Obelis mueve la cabeza en señal de desacuerdo. Para ella el Progresa ha sido bueno: ``Los de Sedeso nos pintan todo de colores y eso nos gusta, al igual que las películas que nos pasan para evitar enfermedades y que nos atiendan en la clínica''.

* * *

En Ticomán, a una hora de Tlaltizapán, hubo una reunión con el director estatal de Progresa, Francisco Molina Rodríguez. El informe del funcionario cayó como bomba. La regidora del PRD, Juana Oliva, detalla que por órdenes de Sedeso todos los análisis médicos que requieran las beneficiadas del Progresa tendrán que ser pagados por la propia familia.

Cuando llegó el programa, dice, ignoraron al ayuntamiento, ahora nos piden que ``formemos conciencia'' y les digamos que siempre no todo será gratuito.

``Primero presumen que el Progresa se amplió y está aquí, pero no dicen que de manera incompleta. Cuando la gente viene a reclamar dónde está la papilla o las becas somos nosotros los que tenemos que poner la cara y recibir los reclamos'', dice la regidora.

A diferencia algunas comunidades alejadas de las cabeceras municipales, la falta de médicos o maestros no representa un problema en Tlaltizapán.

La regidora perredista afirma que entre las colonias incluidas en el programa, ``existe gente que realmente no lo necesita, mientras zonas extremadamente pobres se excluyeron''.

``Y es que Progresa sólo se basó en las gráficas del INEGI sin verificar dónde existe la verdadera pobreza'', comenta y mencione como ejemplo las colonias Santa Rosa 30, San Miguel 30, El Topil y Carlos Pacheco, que según ella requieren del apoyo.

El 9 de octubre el ayuntamiento de Tlaltizapán envió un escrito al director de Progresa, José Gómez de León, para que se incluyera a estas colonias. La respuesta fue negativa.

``Porque según los de Progresa no hay marginalidad en esas zonas''.

En Tlaltizapán existen 226 familias beneficiadas con el programa. Otras 221 siguen esperando.



Chalco 1998


Dar la vida por Salinas


-¿Y qué sienten por Salinas?

-La gente le tiene respeto y cariño, sin su obra seguirían sin luz y agua potable. Hasta hay quien opina: "Si hay que dar la vida por Salinas, la doy"

¿Esta frase habla de la ``exitosa'' política social del ex presidente? Sí, pero sobre todo de la ausencia de una política en el sexenio que corre.

El lugar que servía para presumir los éxitos pronasoleros, con su medio millón de habitantes y sus calles igual de polvosas, sólo conserva la herencia de mil becas para niños, gracias a la ``focalización'' del combate a la pobreza

Valle de Chalco Solidaridad, Méx. La cuna del programa social más importante del sexenio pasado podrá no gustarle a muchos, pero a sus 500 mil habitantes -300 mil dice el INEGI- sí. Finalmente, los cientos de kilómetros de pavimentación, electrificación y drenaje los llevó Carlos Salinas de Gortari .

En campaña, ex presidente asumió el compromiso de ayudar a ``los de extrema pobreza''. En 1989 inició la electrificación del valle y el 12 de enero de 1990, justo a las 10 de la noche, levantó la palanca. El acto lo vieron miles de personas en cadena nacional. Los publicistas (¿de Bacardí?) lo aderezaron con una niña que primero hace la tarea bajo la tenue luz de una vela y después saca dieces con un foco.

Aquel mismo año anunció la creación del proyecto Chalco 2000. A lo largo de su mandato Salinas y la entonces supersecretaría de Desarrollo Social, destinaron mil millones de pesos para sacar al valle de la extrema pobreza, según se detalla en el documento Valle de Chalco. Crónica de una transformación.

Hoy, mientras Carlos Salinas se afana en la defensa de su hermano Raúl, el municipio ha dejado de ser prioridad. A pesar de que ``el nivel socioeconómico de la población es de pobreza y de extrema pobreza'', según establece el Plan de Desarrollo Municipal Valle de Chalco Solidaridad 1997-2000.

-¿Fracasó entonces el modelo salinista para acabar con la extrema pobreza?

-Pues si no la abatió por lo menos mejoró las condiciones de vida de la gente. Yo por lo menos, de los 365 días del año, tengo agua 360. Corretear las pipa para llenar los tambos es ya historia vieja -dice Tomás Martínez Hernández, secretario del Ayuntamiento desde 1994 y uno de los encargados del programa de Solidaridad.

-Además del nombre de Solidaridad, ¿queda algo del Pronasol?

-¡Nooo! Sedeso ya desapareció, ya no están los que ayudaban. Ahora su presencia es sólo normativa. De Solidaridad sólo tenemos las 959 becas para niños.

Y ni que lo diga, de los cinco mil comités comunitarios constituidos durante el sexenio pasado hoy apenas existen 300.

``Antes había una gran organización social...Los recursos ya no son tantos por lo que sólo hay obra salpicada, una por aquí, otra más allá. Sin Solidaridad somos nosotros mismos quienes tratamos de rescatar esa forma de trabajo para sacar adelante al municipio'', dice Martínez mientras trata de ilustrar las carencias.

No batalla mucho. La falta de pavimentación y las pésimas condiciones en que se encuentran las calles son inocultables.

El Valle de Chalco se rasca ahora con sus propias uñas.

A tres años de su creación como ayuntamiento -justo en la despedida y con la presencia del hoy residente en Dublín- y nueve de haber sido el gran proyecto de la Federación, el Valle de Chalco sigue siendo un lugar polvoso, al que le urgen pavimento, aulas, trabajo.

``Es que aún estamos dentro del nivel medio de pobreza'', afirma Tomás Martínez y así se establece en el Plan de Desarrollo Municipal: ``El principal problema que padece el municipio es la grave pobreza, en algunos casos extrema, que sufre su población''.

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-¿Y qué sienten por Salinas?

-La gente le tiene respeto y cariño, sin su obra seguirían sin luz y agua potable. Hasta hay quien opina: "Si hay que dar la vida por Salinas, la doy", responde el secretario del ayuntamiento.

De esa gran obra para introducir agua potable en 1991, el ayuntamiento aún adeuda 30 millones de pesos, ya sea por trabajo de conexión o por falta de pago de aquellos a los que la modernidad hizo contribuyentes.

María Mónica Méndez vive en la colonia Jardín, calle Sur 13, adelantito de donde un ya lejano 11 de enero de 1990 Carlos Salinas se dio baño de pueblo y hasta se quedó a dormir.

La casa que todavía en 1994 lucía en su fachada ``la trensita'' de Solidaridad ya no es la misma. Su dueña, doña Herminia, abandonó el lugar en noviembre de ese mismo año. Hoy sirve como oficina de la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento.

Doña María despeja las dudas sobre Salinas: ``Cuando él estaba sí lo queríamos, por él tenemos luz y agua. Pero ahora que los periódicos dicen tantas cosas, pues ya no sabemos ni qué pensar''. (Jesusa Cervantes)