Arnaldo Córdova
Balance electoral
En un análisis puramente cuantitativo de las catorce elecciones locales que se dieron en 1998, sin duda alguna, habría que sacar una primera conclusión obligada: el PRI sigue siendo el mayor partido político del país. En casi todos los comicios su porcentaje de votos anduvo rondando 50 por ciento. Sus derrotas fueron muy apretadas y sus logros formidables. Recuperar el gobierno de varias grandes ciudades que gobernaba el PAN (Puebla, Morelia, Culiacán, por ejemplo) fue de verdad notable. Le arrebató, además, el gobierno de Chihuahua a los panistas.
Pero sus derrotas fueron muy significativas y representan un indicio de que esta nueva recuperación del PRI parece muy lejana de lo que pudiera interpretarse como una soñada vuelta al pasado. Perdió, a manos del PAN, Aguascalientes, y a las del PRD nada menos que Zacatecas y Tlaxcala, antaño todos ellos estados que parecían cotos privados del partido oficial. Los descalabros de los partidos de oposición son igualmente significativos y todos ellos muestran síntomas perversos de la situación y del accionar de esas organizaciones políticas.
El PRI no ha ganado terreno. Perder tres estados no es lo mismo que reconquistar uno. Sus votaciones son fuertes todavía, cosa de la que los demás partidos deberían tomar debida nota. Sigue siendo el mayor partido en el país. No se está haciendo pedazos, como muchos agoreros lo han preconizado. Sigue siendo una formidable maquinaria política que puede muy bien ganar las esperadas elecciones del año 2000.
Pero el tricolor sigue también reduciéndose a unas dimensiones propias de un verdadero partido político. Ya no es el invencible. Ese es el mejor dato. Ahora es vencible. Y cada triunfo lo debe disputar como lo debe hacer cualquier verdadero partido: con uñas y dientes y, muy a menudo, dejando los pelos en las cercas que hay que saltar.
El gobernador de Tlaxcala, José Antonio Alvarez Lima, promovió a principios de año una reforma a la legislación electoral permitiendo la formación de coalición entre partidos. Lo hizo más por una balandronada (pensando acaso que su partido en su estado seguía siendo el invencible) que por un genuino espíritu democratizador. Pues bien, una coalición PRD-PT-PVEM fue suficiente para derrotar al invencible. Ahora los priístas muestran su verdadera catadura. Están acusando al gobernador saliente de ser un ``traidor'', porque promovió esa reforma. Eso sólo en México puede verse. Y es un signo de lo que está por venir. Si una coalición de oposición puede derrotar al PRI, entonces hay que impedirla. Y es exactamente lo que los priístas han hecho siempre.
Yo no entiendo por qué algunos articulistas se enojan tanto con el PRD porque está ``recogiendo la basura dejada por el PRI''. Ese partido, creo, tiene todo el derecho de elegir a ciudadanos reconocidos en sus estados o en sus municipios y que garantizan una posibilidad de triunfo. Monreal en Zacatecas, no era basura. Era el candidato que podía ganar porque los ciudadanos lo estimaban y lo querían como gobernador. Sánchez Anaya en Tlaxcala ganó, no por ser una basura que la coalición recogió en el camino. Todo lo contrario. Un partido no debe ser condenado a postular candidatos de sus propias filas cuando no tiene de quién echar mano. Se le debe reconocer el derecho de nominar al mejor ciudadano, aunque éste haya sido miembro de otro partido, incluido el PRI.
El PRD, a veces, parece ser un partido sin destino, autodestructivo por naturaleza, lleno de sujetos ambiciosos y sin escrúpulos, que sólo buscan el propio beneficio. Siempre dispuestos a hacerse entre ellos el mayor daño, sin tomar en cuenta las consecuencias. Eso le ocurre en estados como Michoacán y Guerrero. En ellos, las facciones internas no tienen nada más que las distinga que sus sucios intereses de grupo. Lo peor de todo es que los dirigentes nacionales no hacen nada por controlar esa situación. Todo lo contrario, como en Michoacán, se aplicaron metódicamente a destruir las posibilidades de una unión orgánica y de un liderazgo que pudiera dirigir a todos. Siento que es una lástima, porque yo sigo perteneciendo a ese partido y porque Michoacán es mi tierra. En Guerrero, las facciones eligieron a un candidato que no tiene la mínima posibilidad de triunfo y ya lo veremos. Así, el PRD sólo va a perder.
Yo sigo viendo en estas catorce elecciones locales un avance democrático sumamente significativo. Las luchas son cada vez más parejas, aunque el PRI gane, cosa muy natural con una legislación electoral llena de huecos y lagunas que habrá que luchar por desaparecer. Creo que lo mejor que todos los partidos podrían hacer, en estos momentos y con vistas al 2000, es ver con toda precisión en qué andan fallos y en qué se han fortalecido.
Estas elecciones están colmadas de enseñanzas y hay que sacarlas a como dé lugar.