Guillermo Almeyra
Gerry, nacionalista internacionalista

A fines de los años ochenta tuve oportunidad de alojar por un tiempo en Roma a Gerry Adams y de presenciar cómo se abría paso hasta el Papa y hacía política sin dejar de lado sus principios laicos y revolucionarios nacionalistas. Gerry, intransigente defensor del derecho de autodeterminación de los pueblos y de las culturas e identidades nacionales, es sin duda al mismo tiempo que un nacionalista irlandés y un luchador antimperialista, un convencido internacionalista. No sólo porque tiene conciencia de que los pueblos pequeños y de escaso peso económico, como el irlandés, deben apoyarse en la solidaridad internacional y deben brindarla a los demás sojuzgados u oprimidos, sino también porque tiene una clara comprensión de que la política sin base ética no es eficaz, aunque pueda lograr algunos resultados efímeros.

Irlanda fue la primera colonia europea y experimentó durante siglos las ``bellezas'' de la expansión mundial del capital a costa de los países dependientes. Tiene entonces vasta experiencia sobre la mundialización avant la lettre en lo que respecta a la succión de los recursos, a la explotación de las poblaciones nativas, a costa incluso de su emigración o desaparición por hambre (¡la hambruna y las emigraciones de la papa en el siglo pasado!). Conoce los intentos de aplastar la lengua y la cultura nacional, de buscar una homogeinización cultural empobrecedora, de anular para ello la democracia y, más aún, de intentar anular las identidades. Sabe cuán unidos marchan los esfuerzos por la defensa de la soberanía popular, de la independencia nacional, de la cultura propia, de la democracia, de la autodeterminación, la autonomía, la autogestión. Por eso Gerry y el Sinn Fein toman como propios los problemas de un vasto sector del pueblo vasco, así como los de los indígenas en nuestro continente, pues los mismos se refieren a la autonomía social y cultural, a la autodeterminación, a la defensa de la democracia y de la soberanía frente al gran capital que les anula el derecho a ganarse la vida y también el derecho a ser libres y diferentes. En esto Gerry y el Sinn Fein no sólo siguen las huellas de los irlandeses libertarios del Batallón San Patricio que lucharon contra la invasión yanqui, sino también los de William Brown, almirante de la flota argentina que a mediados del siglo pasado rechazó a las naves de guerra inglesas y francesas, o los de Lord Cochrane, otro almirante prestado a la libertad de Sudamérica por ese generoso pueblo irlandés, que también ha dado cuadros a la autonomía vasca.

No habrá libertad en ninguna parte ni en ningún país del mundo mientras otros pueblos sean oprimidos sin que se levante la protesta mundial. La ocupación de Palestina y la colonización en Jerusalén exigen una respuesta de todos, al igual que la decisión unilateral de bombardear Irak en tiempos de paz o de preparar la guerra contra Yugoslavia por Kossovo, del mismo modo que debe haber una respuesta a política a las medidas serbias contra la autonomía de Kossovo, o a la represión a la autodeterminación de los pueblos indígenas en cualquier lugar del mundo. Lo exige la ética y también la defensa de la propia independencia y de la propia identidad nacional y de la propia cultura, amenazadas todas ellas por el totalitarismo de un pensamiento único según el cual sólo cuenta el poder, el dinero, el mercado y todos los valores son sólo relativos y se subordinan al lucro. Gerry ha sabido buscar alianzas con el Papa, que se opone a ese pensamiento único en nombre del pasado, y con los movimientos revolucionarios y ha sabido influir en éstos con la secular paciencia, el permanente empuje, valor, ardor, persistencia, principismo, del pueblo irlandés, enseñando a hacer política, sin concesiones de fondo, y al mismo tiempo todas las concesiones necesarias para abrir brechas en el frente adversario y unir otras fuerzas al propio. La mundialización hace que la nación no se identifique con el Estado, sino con sus bases éticas, históricas, culturales, que son la base de la resistencia al capital y al opresor social y nacional. Frente a los nuevos regionalismos y, macroregiones racistas, chovinistas, Gerry opone hoy el nacionalismo revolucionario internacionalista, el cual no es asimilable por el capital financiero internacional. ¡Salud, Gerry! ¡Bienvenido a la tierra de Zapata!