José Antonio Rojas Nieto
No es lo mismo cuadrar cuentas que gobernar

La desangelada y desairada presentación que sobre el paquete fiscal hiciera este viernes el secretario de Hacienda ante un poco más de 200 diputados no deja lugar a dudas. Se sostiene y se profundiza la estrategia económica gubernamental: finanzas públicas sanas y estricto cumplimiento de los compromisos financieros gubernamentales, sin cuestionar el apoyo al capital financiero involucrado en Fobaproa, ni reiterar, al menos, el señalamiento del presidente Chirac este jueves, en torno a la urgencia de un buen reglamento de circulación de capitales para evitar accidentes. Queda demostrado que no es lo mismo un técnico que un gobernante. Lo primero es de números; lo segundo de actitudes y conductas.

En el presupuesto de 1999 se proyecta que el gasto neto (cerca de 106 mil millones de dólares de 1999, es decir, dólares de 11.09 pesos en promedio) crezca solamente 5.7 por ciento, como resultado de un gasto programable cercano a 71 mil millones de dólares (14.6 por ciento del PIB estimado) que no experimenta crecimiento respecto al de por sí deteriorado de 1998, y de un gasto no programable cercano a 35 mil millones de dólares (7.35 por ciento de ese PIB que crece 3 por ciento en 1997) obligado a crecer 19 por ciento en términos reales para cumplir, en su mayor parte, con intereses, comisiones y gastos, y, en su menor parte por la elevación de la tasa de interés, transferir recursos a entidades federativas y municipales. A estos, por cierto, ``se les alienta e impulsa'' a implantar hasta 2 por ciento de IVA local a las ventas finales.

Como paliativo -no se entiende de otra forma- se subraya insistentemente que 60 por ciento de esos 71 mil millones de dólares del programable se destinará al gasto social, aunque no se dice que en virtud de que el programable no crece en términos reales, se profundizará el deterioro que por habitante ha experimentado desde hace muchos años. Tampoco se dice que, dado su estancamiento en su relación con el PIB (con crecimiento estimado de 3 por ciento), este gasto será el más bajo de, al menos, los últimos diez años; menos aún se menciona que el gasto social, en el mejor de los casos, será similar al de los últimos tres años, aunque todavía inferior también respecto al PIB que el registrado en 1994, que fue de 9.1 por ciento del PIB, año después del cual ha bajado. Ahora bien, del gasto social no deja de ser un tanto demagógico, pues necesario es decir que se reducen otras partidas, también en detrimento del bienestar social. El análisis a detalle de los documentos del Proyecto de Ley de Ingreso, del Presupuesto de Egresos y de los Criterios Generales de Política Económica para 1999 permitirá demostrar, por ejemplo, que se castiga severamente la inversión fiscal, cuya proporción, por cierto, ha ido disminuyendo drásticamente; de 29 por ciento en 1990 a sólo cerca de 20 por ciento en 1997 y 1998 y, seguramente un poco menos, en 1999. De manera inmediata esto se traduce en debilitamiento de Pemex, de CFE, de Luz y Fuerza del Centro, de infraestructura hidráulica, urbana y de comunicaciones y transportes, ámbitos en los que pese a los obsesivos esfuerzos por que el capital privado participe, siguen deprimidos en su capacidad productiva, pues a decir de los personeros del sector privado -nacional y extranjero-, sólo funcionarán bien con esquemas de privatización absoluta.

Hay que decir, además, que atrás de la presentación de este viernes no hay, como pudiera esperarse -incluso anhelarse-, una base renovada y firme para que en el rubro de los ingresos que soporta este diezmado gasto, se impulse una orientación que, en el mediano plazo (antes, indudablemente, es imposible), se acceda a una nueva estructura, en la que se deje de depender irracionalmente del petróleo. Este año, por cierto, pese a la celda que implicará un precio medio inferior a 11 dólares en la mezcla mexicana de exportación, el petróleo aportará cerca de 10 mil millones de dólares de derechos de extracción de hidrocarburos, 6 mil 300 millones de dólares de IEPS (impuesto especial que recoge el diferencial del precio al público y el precio internacional) y mil millones de dólares de IVA neto, es decir, no menos de 17 mil millones de dólares, 5 mil millones de dólares menos que el año pasado. Y el año próximo, con precio estimado de 11 dólares y con una plataforma de exportación de un millón 645 mil barriles diarios (similar a la registrada luego de que México suscribió el segundo recorte de producción), los ingresos fiscales petroleros no serán inferiores a los de este año, entre otras cosas porque pese a los precios internacionales bajos, los precios internos de los productos petroleros de mayor consumo (62 por ciento del total es de gasolina, turbosina, diesel y querosinas) serán más altos no sólo por el aumento de 15 por ciento que anunció el secretario de Hacienda este viernes, sino por el deslizamiento de 13 por ciento que experimentarán en 1999. Por cierto que nada dice si el precio baja o sube. De nuevo no se toman provisiones.

Así, en este marco, el incremento a la tasa del impuesto sobre la renta de los ingresos superiores a un millón de pesos al año (37.5 por ciento) y a millón y medio (40 por ciento) resultará absolutamente marginal, como se podrá demostrar luego, no sólo en términos de recursos frescos, sino, sobre todo, en términos de esa gran orientación fiscal renovada que tanta falta hace en nuestro país.

Estos y otros elementos que se podrán comentar una vez analizados los documentos oficiales, permitirán mostrar que no es lo mismo saber cuadrar las cuentas que saber gobernar, más aún, saber conservar finanzas sanas, que tener la capacidad para entusiasmar a una sociedad y a un pueblo en un proyecto de nación, en una lucha vital por la justicia y la equidad, en un país tan rico, hermoso y noble como el nuestro. Sin duda, la habilidad técnica es absolutamente necesaria, pero nunca jamás suficiente. Y la capacidad de convocatoria de la población, imprescindible, absolutamente imprescindible. Y de ella... de ella sí hay un gran déficit. Sin duda.