La Jornada 14 de noviembre de 1998

Pinochet está atrapado por lo que quiso borrar en Chile: Dorfman

César Güemes Ť Ariel Dorfman se volvió mito de la cultura de los medios cuando hizo, junto con Armand Mattelart, Para leer al Pato Donald. Se convirtió en fantasma el 11 de septiembre del 73, cuando la muerte le perdonó la vida durante el golpe de Estado en contra de Salvador Allende. Ahora, con obras suyas montadas en Broadway, filmadas en Hollywood, impresas en decenas de idiomas, hace ajuste de cuentas consigo mismo mediante su nueva publicación, la novela autobiográfica Rumbo al sur deseando el norte, un romance en dos lenguas (Planeta), y con ese motivo visita brevemente nuestro país.

-El libro tiene un detonante muy claro, la fecha del golpe de Estado contra Allende. Ahora, como vemos, Pinochet atraviesa por serios problemas. Además de la coincidencia de la aparición del texto con el hecho social, parece haber en el caso un poco de justicia poética. ¿Puede ser?

-Pienso que es una buena manera de decirlo, porque de cierta forma lo que le está ocurriendo a Pinochet es que la poesía se ha apoderado de él. Es decir, la surrealidad de la memoria, la narrativa oculta de Chile, las palabras que él quiso borrar han terminado atrapándolo. Entonces creo que sí es justicia poética y además es un acto poético. Para mí, éste es el que revela lo que siempre ha estado ahí, pero que las personas no veían y sólo cuando las palabras vienen se reconoce que es así en la realidad. Esto forzará a los chilenos a enfrentarse a sí mismos, que es muchas veces lo que hace la literatura. No soy creyente, pero quien esté narrando esto de Pinochet tiene un gran sentido trágico y también un gran sentido del humor.

Ser parido varias veces

-Su nuevo libro está hecho con dolor y con ánimo de vida, es una suerte de parto; espera en alumbramiento pero antes hay que pagar el precio. ¿Conviene en ello?

-Eso no es poner el dedo en la llaga sino en el ombligo, porque es un libro en un sentido desgarrador, de parto, sí, que tiene la sensación de un dolor tremendo al reconocer todo lo que me pasó y lo difícil que ha sido. No he podido controlar mi vida, se me escapa constantemente. Por otra parte, también está lleno de una celebración de esa vida. Hay humor en las situaciones un tanto absurdas en las que se ve el personaje central que finalmente soy yo mismo. La visión del parto es correcta porque fui parido varias veces. Las dos secuencias del libro son dos cosas distintas: una es el parto mediante el cual mi madre me da nacimiento y veo que el aliado de ella es el lenguaje; en la otra, quien me da vida es la muerte, porque me expulsa del paraíso en que estaba, donde tenía un solo lugar, un solo idioma y un solo yo. Al acecharme la muerte, luego de septiembre del 73, me da nacimiento. Me obliga a irme de Chile y eso fundamentalmente es el origen del libro.

-El hecho de que haya sido escrito de manera original en inglés, ¿indicará que prefiere ese idioma cuando trabaja un texto confesional?

-Hay algo de eso. Hace poco me comentaba Antonio Muñoz Molina, en España, que él estaba trabajando en sus memorias y que este libro mío le servía mucho porque no es habitual, en castellano, una confesión así. Incluso, lo que tampoco es usual en español es construir un yo a la manera de la historia que narro, que es a la vez privado y público. Es un volumen que se inscribe dentro de las prácticas confesionales estadunidenses e inglesas, que se han dado mucho, pero con una sensibilidad latinoamericana muy clara. Este es un libro extraño para nosotros como latinaomericanos, pero también lo es para el lector en Estados Unidos. En él doy cuenta del compromiso público con movimientos sociales, y ese compromiso no se encuentra en la literatura confesional anglosajona.

Compromiso con la realidad

-Quizá novelarse, volverse personaje de sus propias palabras, le planteó un problema como escritor: convertir en interés público algo que pertenece a su interés privado.

-Sentí en primer lugar un cierto pudor. Y esto es muy latinoamericano y viene de mis años revolucionarios: ¿cómo voy a centrarme, en una época en la que hay tantos sufrimientos, en un periplo personal? Con los años llegué a la conclusión de que es muy difícil hablar del mundo críticamente si no te incluyes en la crítica, es decir, si no tomas en cuenta quién es el que hace la crítica. La posición desde la cual se hace ésta, determina un tanto el modo en que uno va desarrollando esa visión. Cuando me planteé hacer un libro sobre Chile y la época del golpe más lo que sucedió después, tuve la tendencia a decir que los problemas de Chile están allá lejos, como si uno fuera una especie de voz objetiva que puede narrar eso desde fuera. Pero me dí cuenta de que en realidad debía enfrentarme a quién era ese yo que tenía esa visión. Se acabó la posibilidad de la entera objetividad. Finalmente acepté que era necesario centrarme en mi yo, no en acto de egocentrismo, sino de compromiso con la realidad.

``Toma en cuenta que provengo de un país, Chile, donde las personas han estado dedicadas los últimos ocho años, los de la transición, a no contarse la verdad de sus emociones, a no revelar la historia personal y a no decirle a los otros lo que sienten cuando están frente a ellos. Provengo de un país donde nos hemos dedicado a una serie de cortesías versallescas, a un consenso de superficies, que es ilusorio y mentiroso. Sentí que para ese país no había cosa que le hiciera mejor que un texto en donde alguien contara todo, incluidas las cosas que pueden provocar vergüenza. Un texto en que el heroismo está en la revelación y no en la vida. No soy un héroe, soy un antihéroe, pero sé que el heroismo está en las palabras, en desnudarse. La valentía que no tuve para morir en La Moneda, la tuve muchos años más tarde para enfrentar el cuento.''

-Aunque fue un azar el hecho de que no estuviera en La Moneda.

-Fueron tres o cuatro azares distintos. Cambié el turno con un compañero y por tanto no estaba ahí en el momento del golpe. Por otra parte tuve que reunirme con un amigo en un punto de Santiago bastante lejano, además alguien borró mi nombre de cierta lista. Es decir, me salvaron un grupo de factores ajenos a mi voluntad. Pero eso, a lo que llamo una serie interconectada de milagros, no es suficiente para explicar por qué en la mañana del 11 de septiembre del 73 estoy en una barrera policial a 14 cuadras de La Moneda, y en vez de tratar de traspasarla, elijo salvarme. Ahí ya no interviene el azar. El destino estuvo constantemente perdonándome, pero no puedo decir que yo no tuve nada que ver. Ahora, sé que a esas alturas, cuando el destino me ha salvado de la muerte tres o cuatro veces en pocas horas, el ir a La Moneda hubiera sido suicidio, ir a la muerte conscientemente. Eso sí que no decidí hacerlo.

El fantasma del golpe de Estado

-En Rumbo al sur deseando el norte... hay mucha muerte, y sin embargo está hecho por un ser vital en su quehacer. Ahí tenemos una paradoja.

-La hay, y es que siempre me he sentido un fantasma desde aquel 11 de septiembre. Así ha sido toda mi vida, con excepción de los tres años del gobierno de Allende y la Unidad Popular. Pero siempre he tenido la sensación de irrealidad de mi existencia, como si todo esto fuera una especie de chiste cruel que alguien ha hecho.

-Diga qué ha pasado respecto de su relación con Mattelart, a quien por lo menos en México va su nombre unido desde hace ya 30 años.

-Casi no lo veo. Nos juntamos para hacer el libro del pato y luego nos separamos para llevar a cabo cada uno sus cosas. El en el análisis de los medios, y yo en la creación de una cultura alternativa a la dominante. Nos veremos pronto ahora que se edite ese título en Corea. Pero fuera de ahí, sé muy poco de él salvo por lo que escribe.

-Sus obras se han producido en Broadway y en Hollywood. Si bien esto no tiene relación con el libro actual, es necesario saber por último si esos reflectores potentes llegan a deslumbrar.

-Puede ser. En mi caso no es así, pero evidentemente es un peligro que he tenido claro desde el principio. Por suerte están a mi lado mi mujer y mis dos hijos que en cuanto ven la menor señal de vanidad se burlan de mí, me critican ferozmente y hasta ahí llega mi vanidad. Si miramos cuál ha sido mi trayectoria, quienes se deslumbraron conmigo fueron las personas de Hollywood y de Broadway, para decirlo sin ninguna modestia. En definitiva, la victoria es que los latinoamericanos hagamos una obra o una cinta en Estados Unidos que no concede un milímetro en ningún terreno.