El grupo financiero más poderoso de Estados Unidos enfrenta cada día más problemas, en parte por sus operaciones en México, en parte por cuestiones internas. Este grupo --conocido ahora como Citigroup-- es resultado de la reciente fusión entre Citibank (el tercer banco comercial de Estados Unidos) con la gigantesca compañía de seguros Travellers. Los recursos que manejan conjuntamente alcanzan la increíble cifra de 750 mil millones de dólares, o sea, casi el doble del producto nacional bruto de México.
Citibank es muy conocido ahora en México por dos motivos. El primero ha sido su sonada participación en la transferencia de casi cien millones de dólares de fondos, manejados por Raúl Salinas, a determinados paraísos financieros. De acuerdo con la detallada investigación encabezada por la procuradora del gobierno suizo, Carla del Ponte, estos fondos representaron las ganancias obtenidas por el hermano del ex presidente en el manejo de las transferencias de los cárteles de narcotraficantes de Medellín y Cali.
La segunda razón por la que se habla de Citibank en México, ha sido su compra poco meditada, y ahora lamentada, de Banca Confía, institución de la que se ha descubierto que también estaba fuertemente involucrada en la transferencia de dineros de empresarios narcotraficantes.
Ahora comienza a discutirse en la prensa financiera estadunidense la probabilidad de que Citibank enfrente un proceso legal en Estados Unidos por estos motivos (veáse Businessweek, 2 de noviembre de 1998).
Pero, además, se señala que hay otros elementos que inducen a pensar que este coloso de las finanzas norteamericanas estaba acostumbrado a administrar negocios turbios en otros países. Prueba de ello se encuentra en las gestiones que realizó en 1995 a favor de Asif Alif Zardari, marido de la entonces primer ministro de Pakistán, Beanzir Bhutto.
Se calcula que esta pareja acumuló cerca de mil millones de dólares en sobornos y contratos ilícitos durante su administración, y ahora se confirma que Citibank aceptó transferir 40 millones de dólares de estos fondos ilícitos a un centro financiero en el Caribe. La prensa norteamericana agrega que los paralelos con México y con Raúl Salinas son asombrosos, ya que Zardari era conocido como el señor diez por ciento, debido a la tarifa que cobraba sobre cada contrato gubernamental.
Que Citibank esté involucrado en este tipo de negocios no es una novedad. Debe recordarse que fue el primer banco comercial en abrir oficinas en América Latina a principios de siglo y que ganó una merecida fama como el banco del imperialismo en el Caribe, realizando los negocios más lucrativos en Cuba y Haití, desde 1920, utilizando sus conexiones políticas para obtener ventajas, que incluyeron el control del Banco Nacional de Haití durante un largo tiempo, y la posesión de inumerables compañías azucareras en Cuba, merced a la quiebra de hacendados y empresarios cubanos.
Posteriormente, en los años 70, fue el banco más competitivo en la colocación de préstamos a México y otros países latinoamericanos, cuando era presidente de esa firma el legendario Walter Wriston, quien insistió que no había ningún peligro en el endeudamiento externo, acuñando el dicho de que ``los países soberanos no quiebran''.
La crisis de la deuda de 1982 desmintió esa afirmación, al llevar a la quiebra a México y tantos otros países. Pero Citibank no ha cedido en su empeño por colaborar en el descalabro financiero del país, junto con una parte significativa de la élite política y financiera de los últimos tres sexenios.
Debe agregarse que el rescate de Banca Confía por Fobaproa el año pasado es otra prueba de que se mantiene la estrecha relación entre el gobierno mexicano y Citibank. Que los contribuyentes mexicanos se vean obligados a rescatar al grupo financiero más poderoso de Estados Unidos resulta alucinante, pero al parecer esta es la intención de las autoridades hacendarias y bancarias en este fin de siglo.