Pablo Gómez
El discurso de la corrupción
El Presidente ha respondido iracundo, lo mismo que el señor Fobaproa, el cual afirma que el PRD miente en inserciones pagadas en todos los periódicos por cuenta del erario federal. Pero, ¿quién tiene toda la información sobre el ``rescate bancario''? Justamente el Presidente, pero no la quiere dar a conocer al pueblo, que se encuentra en el cuarto de los condenados a pagar la quiebra de los banqueros, los que se fueron prófugos y los que se quedaron tranquilamente en el país al frente de las instituciones financieras privatizadas, orgullo de México ante el primer mundo.
La campaña en favor de la impunidad de los sucios negocios bancarios y de la reivindicación de los bancos por encima y en contra de la ley la conduce el mismísimo jefe del PRI, es decir, el Presidente de la República, quien cuenta con el apoyo -como siempre- de diez de las más notables organizaciones empresariales, de sus líderes, cómplices y usufructuarios de la política que llevó a la quiebra del sistema bancario privado, pasando por la crisis financiera con su cauda de desempleo, ruina, recesión y pobreza.
Esa campaña busca que la generalidad de los mexicanos crea que este gobierno es el más patriótico de la historia y que el Fobaproa ha sido el mayor acto de defensa de la patria desde el grito de Dolores, aunque, naturalmente, se trata -según los banqueros sobrevivientes- de proteger el ahorro, tal como se tuvo que hacer para construir Nueva York, lo cual podemos ver en los costosos anuncios pagados en la televisión: todo el dinero saldrá del presupuesto federal, aun cuando éste será menor que el del año precedente, lo cual también tendremos que reconocer como un acto de salvación nacional.
Los bancos quebraron y el pueblo deberá pagar en una acción, según el gobierno, de infinito patriotismo, con el propósito de no generar desequilibrios ``macroeconómicos'', aunque la inmensa mayoría de los mexicanos vivan en la microeconomía, que no habrá de mejorar si no sigue las pautas del ``sacrificio'', en bien de la patria amenazada por los perredistas que se niegan a votar en favor de que la nación pague el costo de los trinquetes bancarios y de la política neoliberal.
Toda esa campaña no tiene más signo que el de la impunidad. El Presidente de la República y el resto del comité central de la corrupción nacional buscan con desesperación que sus actos se legitimen por una Cámara de Diputados opositora, y que se proclame a los cuatro vientos que solamente el PRD ha dado la espalda a la patriótica y constructiva decisión de legalizar el mayor robo a la nación de la historia contemporánea de México.
El Presidente defiende a Guillermo Ortiz, acusado de violar la Constitución y la ley en las operaciones de Fobaproa y, al hacerlo, se defiende a sí mismo: Zedillo y Ortiz fraguaron la conversión de la quiebra bancaria en deuda pública, e invitaron a Gurría para organizar la operación legitimadora: ellos llegaron al poder con los dineros mal habidos de El Divino Rodríguez, Cabal Peniche y de Prevoisin, quienes, entre otros, llenaron de dinero a los fideicomisos priístas en la gran operación organizada por Carlos Salinas de pasar la charola a los beneficiarios privados de la nueva política del cambio estructural.
Pero esta lista de delincuentes, que no es más que la de los más torpes y los más descarados, a quienes la justicia tiene que perseguir como pago necesario para que todos los demás sigan tranquilos en sus negocios sucios. La corrupción es una de las pocas cosas que no se ha privatizado en el país, pues detrás de todas las operaciones trinqueteras de las altas finanzas está la mano del grupo gobernante, sin la cual ningún financiero defraudador hubiera llegado tan lejos.
Pero el Presidente reclama al PRD su falta de colaboración, su afán perverso de denunciar el robo del siglo y, tal vez de todos los siglos de vida de la nación mexicana. ¿Qué tanto pueden ser 600 mil millones de pesos para todos esos depauperados que viven con cinco dólares diarios, en promedio, mientras el ingreso nacional se sigue concentrando en unos cuantos?
¡Qué no se politice el Fobaproa! !Que los partidos dejen de ser políticos para convertirse en gestores técnicos de los intereses de los más ricos de la nación! Esto es lo que nos proponen desde las cúpulas empresariales, de tan reconocido patriotismo que sus insignes integrantes se sienten con la suficiente autoridad como para decir lo que debe hacer el Poder Legislativo, añadiendo la indicación precisa de que lo más importante es evitar el nerviosismo de los mercados financieros, únicos reconocidos, pues los del jitomate, la tortilla y otros productos necesarios ya no tienen la menor importancia para un país que ha ingresado triunfalmente en la globalidad y se llama a sí mismo emergente.
La campaña en defensa del Fobaproa y de los trinquetes bancarios es la del Estado corrupto: no hay mayor tarea democrática hoy, que acabar con la corrupción, la complicidad y la impunidad. Nada de lo que en tal sentido se haga podrá ser considerado innecesario.