Hace seis años, en el Foro Económico Mundial de Davós, Suiza, Carlos Salinas propuso a Carlos Cabal Peniche como ejemplo del empresario mexicano moderno y exitoso (entonces, como ahora, seguía sin informarse de los portentosos negocios de su hermano Raúl, que seguramente le hubieran hecho cambiar al elegido). En realidad, al amparo del salinismo hubo gente como Isidoro Rodríguez Sáez y como Jorge Lankenau, perfectamente capaz de construir con sus bolsillos, en un país cargado de miseria, una presidencia de la República, un gobernador y los parlamentarios que se necesitaran, al punto de que los dos primeros mencionados puedan decirse ahora, como quien bosteza, ``llegaremos juntos al 2000''.
Es sabido que el señor Cabal Mérito (apellidos más confiables, difícilmente los logra cualquiera), padre del hombre sobre quien recaerá todo el peso de la justicia -si bien sólo con una parte nos conformaríamos- y hombre de empresa a la antigüita, no dejó sino la debacle de sus negocios a un hijo cuya fortuna era valuada seis años después, en l994, en mil 100 millones de dólares. Cabal Peniche era un industrial del ramo agrícola, entre cuyos negocios, después de convertirse en banquero por obra y gracia de quien todo lo puede, estaban Del Monte Foods, Del Monte Fresh Produce y la Interfruit Brasil. Además, como era estrictamente de rigor, fue el primer beneficiario del Fobaproa, con lo que queda dicho casi todo.
Cabal Peniche es un hombre joven, aunque de muy dudoso porvenir. Sus fraudes multimillonarios -o una porción importante- se conocieron curiosamente hasta tres meses antes de que concluyera el periodo salinista, y una gran ración de ellos, precisamente el financiamiento al PRI, están en las hasta ahora ninguneadas cajas de Andrés Manuel, esas cajas que ahora se van a tener que abrir y clasificar, si es que esto no se ha hecho ya con extremo cuidado.
En la vida de este personaje hay, sin duda, suficientes méritos -o lo que sea- para llamar la atención de los grandes caciques políticos nacionales o regionales. Desde luego, éstos se mueven, por regla general, en un vacío total de escrúpulos. ¿Cómo obtuvo Cabal la primera bomba lanzadora, y de quiénes? ¿Cómo fue aurificándose su camino hasta llegar a Davós? Necesitaba ser inescrupuloso como el que más, pero no sólo; necesitaba también un espíritu de mafia siciliana tradicional, como lo reveló en el sobrenombre de su exilio australiano. Necesitaba saber recibir y saber dar, siempre clandestinamente. Pero en su caso, la ambición rompió el saco y empezó a disponer de recursos de sus ahorradores para hacerse autopréstamos, quizá para adquirir la gran empresa alimentaria californiana.
En la tierra de Pellicer, que duele por su habilidad para reducir a tanta gente a la miseria, el ejemplo de Davós es una afrenta. Hay en Tabasco numerosos campesinos que perdieron el fruto de la tierra y la tierra misma, y hay actas levantadas contra Cabal Peniche que duermen el sueño de los injustos, velado por un gobernador que es de los mismos. Pero si es afrentoso el ejemplo de Davós, para Tabasco y para el país el personaje de Melbourne es esperanzador. Dado su ingenio práctico y convenenciero, lo mejor para él será contar todo lo que sabe y algo más. Con eso y con la podredura del Fobaproa, tal vez los mexicanos podamos aspirar, ahora que es tiempo, a tener un sistema bancario tan limpio como sea posible y, sobre todo, una clase política que vuelva a entender lo que es el verdadero interés nacional, para que no lo confunda lastimosamente con los intereses de los delincuentes.