La Jornada 12 de noviembre de 1998

Panorama del quehacer escénico nacional

Mónica Mateos, enviada, Monterrey, NL, 11 de noviembre Ť De ser una muestra de teatro ``corporativa'', el encuentro que desde hace 19 años pretende ser el escaparate de lo mejor del quehacer escénico nacional por fin está descubriendo su desdeñado hilo negro: presentar teatro de calidad.

Este año el comité encargado de elegir las obras participantes prescindió de las inercias que durante casi dos décadas transformó a la muestra en una ``pachanga'' en la que era más importante invitar a los amigos que a quienes hicieran buen teatro, o que debía pagar su cuota política invitando hasta a dos montajes por cada estado de la República, sin importar la propuesta escénica.

Los 15 trabajos que se presentan en esta capital desde el pasado domingo fueron las mejores obras de las poco más de cien opciones que analizaron Otto Minera (DF), Francisco Beverido (Jalapa), Octavio Trías (Ciudad Juárez) y Gerardo Dávila (Monterrey). Sin embargo, aclaran, aunque en Nuevo León aún no se ha consolidado el quehacer teatral, se tuvieron que incluir dos montajes regiomontanos ``porque se trata del estado anfitrión... aunque para el próximo año estamos considerando ser aún más estrictos en la selección''.

La Escuela de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León presentó el pasado domingo Los expectantes, una adaptación de La fábrica de los juguetes, de Jesús González Dávila. Dirigida por el actor, coreógrafo, musicalizador y maestro Vicente Galindo, el montaje -que se estrenó el 2 de octubre del año pasado en esta capital- narra la noche trágica de la matanza de Tlatelolco, en voz ``de las almas, cuerpos suspendidos en el tiempo que se quedaron en esa plaza en espera de una respuesta''.

Es un montaje diseñado ``para que los jóvenes se enteren'' de aquel acontecimiento. El público participa iluminando las acciones de los actores con unas lámparas de mano, pero fuera de ese entretenido recurso, se aburre ante los personajes que gritan y gesticulan en demasía como si ello fuera señal de una buena actuación.

Retroalimentar al medio escénico

En opinión de Otto Minera, nada halagadora resultará tampoco la versión de la obra Amor y restos humanos, de Brad Fraser, que dirigida por Sergio García presentará otro grupo también de la Escuela de Teatro de la UANL, pero ``fuimos amables y diplomáticos con el estado sede''.

Mario Espinosa, coordinador nacional de teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), señaló optimista que la muestra ``ha recuperado el pulso para fines de retroalimentación del medio teatral''.

En años pasados, recordó, ``la muestra fue fiesta y tenía poca utilidad para la gente de teatro, era un engaño, todos se decían que eran magníficos. Quitarle ese sello de autocomplacencia a las muestras fue dañar el ánimo, de pronto todos se vieron ante un espejo y dijeron `bueno, tan bonitos no somos'. Pero hemos centrado el trabajo en esa área. Por eso (Gerardo) Estrada ya adelantó que se revisa la posibilidad de cambiar de sede y volver al espíritu itinerante, por la sencilla razón de que el contacto con esta ciudad se ha desgastado. El año pasado ya lo habíamos pensado, quisimos darnos una oportunidad más para probar que las cosas iban a ser mejores''.

Durante la octava versión de la Muestra Nacional de Teatro se registró el mayor número de participantes: 77 obras que representaban a 27 países. Y no todo era disfrutable. Algunos cronistas de aquellos momentos recuerdan, entusiasmados, La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, dirigida por Germán Castillo; Felicidad, de Emilio Carballido; Máscara contra cabellera, de Víctor Hugo Rascón Banda, pero no todo respondía a las expectativas de público y teatristas reunidos. Eran sesiones agotadoras en las que para encontrar un garbanzo de a libra se tenía uno que chutar cientos de parlamentos recitados.

Primero fue el INBA el que escogía las obras para la muestra, después se delegó esa responsabilidad en las autoridades estatales, luego se optó por organizar foros regionales y someter los trabajos a concurso. Finalmente se pidió a un puñado de especialistas que recorriera el país para traerse lo mejorcito de cada región.

Hoy quien quiere asistir a la muestra debe enviar un video a la coordinación de Teatro del INBA y si ``se ve'' interesante, el equipo de especialistas va al lugar donde la pieza se representa para apreciarla en vivo. Ya no importa si son cinco las buenas obras de un estado o si no se elige ninguna de Chiapas, por ejemplo.

El DF no es otro país: Espinosa

Este año algunos grupos de reconocida trayectoria recibieron invitaciones especiales, pero se procuró no aceptar a los que no tenían algún montaje nuevo y ``esperarlos para el próximo encuentro''. Hay que señalar que la mitad de las obras de esta muestra fueron producidas por el INBA.

Una ``lamentable ausencia'' en la muestra, explicó Otto Minera, fue el caso del grupo oaxaqueño que dirige Marco Antonio Petrix Díaz y que ha logrado fortalecer el teatro campesino indígena en Tehuantepec.

El público regiomontano y los teatristas participantes tampoco pudieron apreciar el Fausto que dirige Martín Acosta, pues a última hora se canceló su presentación que representaría al DF. Además de las razones ``diplomáticas'', al comité de selección de la muestra le pareció ``justo'' que por la ciudad de México participaran ``obras que, como es costumbre, elevan el nivel'' del encuentro.

Este año las capitalinas son El funámbulo. Estudio para un equilibrista y un trío de jazz, espectáculo interdisciplinario de circo de cámara que conjuga danza, literatura y artes visuales, en el que actúa la compañía Circo Raus, dirigido por Israel Cortés; Juan el motomaro, montaje para niños coproducido por el Fonca y la Fundación Japón, dirigido por Irene Akiko Lida, en el que conviven el teatro mexicano y el teatro kabuki así como las culturas mesoamericanas y la tradición escénica japonesa; y Becket o el honor de dios, puesta original de Jean Anouilh, dirigida por Claudio Valdés Kuri que ``impresionó'' al público con sus 24 personajes interpretados por cinco actores; fue ``una cátedra de actuación'' para los participantes, señaló un espectador.

``Hay que recuperar esos montajes que se hacen en el DF, porque éste es parte de la nación y a veces lo olvidamos; de pronto es como si se tratara de otro país. Todas las obras que vienen son de jóvenes, muestran su frescura y es bueno que se conozcan por acá'', explicó Espinosa.

Para buscar la tan anhelada calidad escénica, los organizadores prescindieron de los talleres y encuentros docentes. El intercambio de experiencias entre los grupos de Jalisco, SLP, Chihuahua, Baja California, Aguascalientes, Zacatecas y el DF, se realiza apenas en los lobbies de los teatros, a la hora de la comida y en el único curso que se está impartiendo: el seminario práctico sobre la aproximación al Clown, a cargo del Teatro Sunil, de Daniele Finzi.

``La muestra nacional no debe ser el ámbito en donde se den clases. No han sido útiles. A lo mejor si yo la hubiese diseñado sería diferente. Pero la decisión se ha dejado a una dirección artística que tiene que aprender a diseñar su propio menú de obras. El de este año es aceptable. Hubo tiempo para elegir la programación'', puntualizó el funcionario del INBA.

-¿Este encuentro ya no es una muestra del teatro que se hace en el país, sino de las obras que tienen cierto nivel artístico para estar en esta reunión?

-Está bien, ¿no? De otra manera, no tendríamos público -concluyó Espinosa.