La Jornada martes 10 de noviembre de 1998

Alberto Aziz Nassif
Aviso para la oposición

Con las elecciones en Puebla, Tlaxcala, Sinaloa y Michoacán, termina la confrontación por los votos de 1998. Los proceso electorales de este año han sido intensos y a pesar de que se trata de fragmentos regionales, prácticamente la mitad del país tuvo comicios. Con las elecciones federales intermedias de 1997 se tuvo una primera cara de los avances de la oposición, y con las elecciones de 1998 se puede tener la otra cara de la moneda: un fortalecimiento del PRI.

Con datos preliminares y con encuestas de salida (exit polls) los comicios del domingo 8 de noviembre dan el triunfo al PRI en Sinaloa y en Puebla, y en Tlaxcala a una alianza de cuatro partidos encabezados por el de la Revolución Democrática (PRD, PT, PVEM y PCD). En Michoacán, los primeros datos muestran que el PRI puede conservar la mayoría en el Congreso local y recuperar algunas municipios importantes. De las diez gubernaturas que estuvieron en juego, el PRI gana siete (recupera Chihuahua y mantiene Durango, Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Veracruz y Tamaulipas), el PAN una (Aguascalientes) y el PRD dos (Zacatecas y, mediante una alianza, Tlaxcala). En los cuatro estados en donde hubo comicios para renovar Congreso y municipios (Baja California, Chiapas, Yucatán y Michoacán) hubo una competencia que se mantiene dentro de los parámetros anteriores: el PRI sigue como primera fuerza, salvo en el caso de Baja California, donde sólo logra empatar al grupo legislativo de Acción Nacional.

Algunas de las principales características de 1998 tienen que ver con el mapa de competitividad electoral, en el cual se puede apreciar que de las diez gubernaturas que se disputaron, había tres que eran, antes de 1998, parte de los bastiones del PRI: Zacatecas, Tlaxcala y Puebla, las dos primeras las pierde y en la tercera se mantiene el predominio tricolor; en las otras siete había ya un sistema de alta competencia, ya sea en una versión bipartidista (entre PRI y PAN, como Chihuahua y Aguascalientes, o entre PRI y PRD, como Tamaulipas y Oaxaca) y una competencia entre tres partidos (PRI, PAN y PRD, como en Veracruz y Sinaloa, o entre PRI, PAN y PT, como en Durango). Las comparaciones se pueden hacer en dos niveles: uno respecto a las elecciones estatales anteriores, las de 1992, en donde hubo un cambio que se puede considerar no muy grande, ya que hace seis años el tricolor sólo perdió una gubernatura; en cambio este año perdió tres. Y otra, respecto a 1995, cuando el PAN gana tres gubernaturas, o con los comicios federales de 1997, fecha en que el PRI pierde la mayoría en la Cámara de Diputados, la ciudad de México y dos gubernaturas. Sobre estos últimos, los resultados de 1998 para la oposición no son satisfactorios, sobre todo para Acción Nacional. El PRD puede celebrar sus victorias estatales (Zacatecas y Tlaxcala), pero no se puede desconocer que estos resultados se originan en una pugna interna del PRI y en un cambio de siglas.

Los datos de 1998 muestran que la oposición necesita analizar cuidadosamente qué pasó. Algo sucede con la oposición, que a pesar que ha incrementado su nivel de competencia, no logra todavía tener estructuras electorales fuertes para derrotar al PRI. Se pueden criticar los altos niveles de gasto del PRI, el favorable manejo de medios de comunicación en los estados, la mano negra de los gobernadores tricolores en la operación de los recursos públicos, las estructuras territoriales o la capacidad para comprar y coaccionar el sufragio, factores que marcan una desigualdad en la competencia; sin embargo, ningún criterio es hoy un buen pretexto para justificar los errores y las debilidades internas. El PRI ha enseñado, parcialmente, durante todo 1998, algunas de las armas que va a usar de forma amplificada en la próxima sucesión presidencial.

En conclusión, 1998 deja una lección importante: si el cálculo para el 2000 es que México está todavía en un proceso gradual de avances lentos hacia la democracia, entonces el resultado de estas 14 elecciones locales muestra una correlación de fuerzas adecuada para que el PRI siga en el poder; si por el contrario, la oposición quiere disputar en serio el poder al tricolor, en ese caso los resultados regionales de este año son muy malos.