A dos días de los procesos electorales realizados en Michoacán, Puebla, Sinaloa y Tlaxcala, la información sobre resultados está ya suficientemente delineada para analizar las grandes tendencias nacionales y estatales que se pusieron de manifiesto en esa jornada.
Destaca, en primer lugar, el significativo retroceso experimentado por Acción Nacional en los frentes más importantes para ese partido: Sinaloa y Puebla. En el primero de esos estados la dirigencia panista había depositado grandes expectativas en conseguir una nueva gubernatura, pero no sólo no logró esa posición sino que, al parecer, tampoco consiguió la alcaldía de Culiacán. En Puebla, el PAN perdió asimismo la presidencia municipal de la capital y de otros ayuntamientos más, y su deseo de propinar una derrota electoral en propio terreno al gobernador Manuel Bartlett, con el cual ha mantenido una agria disputa desde hace varios años, se frustró.
Tras un periodo de vertiginoso crecimiento electoral de ese partido, procesos comiciales recientes parecieran indicar que el blanquiazul ha alcanzado el techo de su votación. Es imposible no relacionar este fenómeno con el apoyo legislativo del PAN a las iniciativas más impopulares del gobierno y del PRI, particularmente en los días que corren, a la solución oficial propuesta para saldar el hueco financiero dejado por la operación de rescate bancario.
El Partido Revolucionario Institucional, por su parte, ha experimentado avances o ha mantenido sus posiciones en Sinaloa, Puebla y Michoacán. En este último estado no estaba en juego el Ejecutivo local, sino la composición del Congreso y las presidencias municipales.
Si se atiende a las múltiples denuncias presentadas ayer por la oposición, habría que atribuir estos triunfos, en primer lugar, a la persistencia de viejas prácticas irregulares y fraudulentas como el trueque de votos por favores económicos, el chantaje electoral con servicios y obras públicas y el apoyo propagandístico de los candidatos del tricolor con recursos públicos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría hasta hace pocos años, todo indica que tales manipulaciones no logran ya torcer el sentido general de los comicios, sino, a lo sumo, ganar o escamotear algunos puntos porcentuales no decisivos.
Por lo que se refiere al Partido de la Revolución Democrática, cabe señalar que el domingo logró un desempeño electoral sobresaliente, al conquistar la gubernatura de Tlaxcala -entidad que hasta hace muy poco era considerada uno de los bastiones priístas- y avanzar en sus volúmenes de votación en Puebla. No obstante, tales logros deben ser contrastados con su persistente retroceso en Michoacán, originalmente una plaza fuerte del perredismo.
Finalmente, debe consignarse la necesidad de esclarecer todas y cada una de las denuncias sobre delitos electorales y prácticas irregulares, a fin de avanzar en la consolidación de los usos democráticos en el país y dar plena credibilidad a los resultados de los comicios.