Marco Rascón
Alvarez Garín, el reto y la memoria

Este no es un homenaje, es una convocatoria a luchar por la identidad del PRD, pues si bien los tiempos son cortos, los retos son muy grandes para el futuro del país.

Para muchos, una personalidad política como Raúl Alvarez Garín, debe ser el presidente nacional del PRD. El es, sin duda alguna, no sólo un líder clave en la conducción del movimiento estudiantil de 1968, sino uno de los principales promotores que construyó el puente entre la izquierda política en México y la Corriente Democrática (CD) encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1987; una postura difícil en medio del ambiente de sectarismo que existía entonces, contra una candidatura única de los sectores democráticos y de izquierda.

La iniciativa política de acercamiento a la CD constituyó, en un primer momento, un cisma dentro de la izquierda, pues a todo aquel que hablara de candidatura única se le acusaba desde la oficialidad partidaria de ``priísta'', por esgrimir la necesidad de la unidad, la cual era vista como un aval a una maniobra del priísmo contra la izquierda. Si bien en nuestra vida política no se gusta establecer paternidad a los aciertos y sólo a los errores, es necesario decir ahora que la política impulsada por Raúl y diversos núcleos en ese tiempo, no fue producto de una ``ocurrencia'' sino de un prolongado debate y análisis concreto sobre la situación concreta del país y, sobre todo, de una larga discrepancia que cruzó el 68, el 88 y el proceso de construcción del PRD. Hoy de nuevo es un momento de iniciativas, más que de aparatos y, por tanto, se necesita una dirección que responda a esta necesidad.

Raúl -y lo que él representó en ese momento- apeló a la historia del país y a la conciencia profunda sobre el valor del cardenismo en la sociedad mexicana y las luchas sociales. Los movimientos más dinámicos como el CEU y la Asamblea de Barrios de la ciudad de México, sensibilizados por la insurgencia de nuevos sectores, coincidieron con fuerza y encontraron en la coincidencia entre cardenistas y comunistas perspectiva política e ideológica renovada a los nuevos movimientos. De ahí se iniciaron los acercamientos que fortalecieron al FDN más allá del PARM, el PPS y el PFCRN, pues se entendió que lo que estaba en juego, iba más allá de los intereses estrechos y pueriles de estos partidos; es necesario recordar que la vieja burocracia política decidió no pertenecer al FDN a fin de mantenerse unidos en discrepancia, cuando los errores eran de ellos y no de la sociedad.

Pequeñas iniciativas con una gran respuesta política y social, remontó el viejo sectarismo, normas, soberbias, estatutos y pretextos de viejas historias. Se avizoró que la lucha por la democracia se daba en la confrontación política concreta y no en abstracto como lo hacia un amplio sector de la izquierda. Alvarez Garín, siendo comunista y cardenista desde estudiante, defendió la posibilidad de que la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas era el inicio de un movimiento democrático de largo aliento y por él aprendimos que las elecciones también nos podían llevar a crear situaciones pre-revolucionarias. Para muchos grupos, movimientos y organizaciones que se definían por principio como antielectorales, luego de 1988 se sumaron no sólo a la participación electoral, sino al PRD, siendo el movimiento, lo que impulso la unidad política y fue el sectarismo, el responsable de que el PMS fuera el partido más minoritario de la candidatura única, que el PRT perdiera su registro y que la izquierda se hiciera débil y entrista, frente a la amplitud del movimiento democrático.

Raúl Alvarez, es tan representativo en el 68 como en el 88, pues en ambos supo la importancia de la verticalidad como factor político: del CNH en el primero y de Cárdenas en el segundo frente a quiénes cuestionaban su carácter ``democraticista'' del CNH y el origen ``priísta'' de Cuauhtémoc. Alvarez Garín previno sobre viejos errores, que se repetirían al deslindarse la izquierda del cardenismo emergente, en oposición contra el neoliberalismo, pues esta optaba por defender, su ``identidad ideológica'', mientras el grupo neoliberal salinista buscaba tomar el poder. No se entendía que el centro de la disputa estaba en el debate sobre el rumbo económico y que la democracia electoral había que ejercerla, disputando realmente la presidencia de la república.

La izquierda conservadora y burocratizada, minimizada por la magnitud de la movilización ciudadana del 88 fue arrastrada a la construcción del PRD y por ello se refugió en la vieja práctica sectaria y entrista de ``las corrientes'', a fin de hacer valer su peso en el nuevo aparato y como única forma de reproducirse, sin tener representación política real en el proceso democrático. Si esta izquierda carecía de influencia en el proceso, luego se recuperó al momento de que el movimiento cambió de terreno y se propuso transformarse en partido y este propicio una estructura oficiosa de operadores políticos, aspirantes a ser una nueva clase política comprometida más con el aparato, que con las demandas y los principios, hasta ahora.

Si vemos las consecuencias en perspectiva, esta izquierda mayoritariamente domina actualmente el Consejo y el Comité Ejecutivo Nacional, un gran número de estatales, la interpretación de los estatutos, los presupuestos, la política de alianzas, es decir, el aparato. La política interna de las corrientes no es el debate, sino ``los pactos''. Las corrientes, se agrupan por intereses muy concretos y se han convertido en la fuerza que promueve el pragmatismo y se mueven en función de las posiciones burocráticas y no de las ideas. El lugar donde menos se discute la política, es en la estructura del PRD, salvo el CEN y las mesas directivas de las fracciones de diputados y senadores si acaso. Son estos, los mismos que se equivocaron en 1988 y en 1997, cuando no pensaban en la posibilidad de ganar en el DF, sino simplemente ``hacer un buen papel'' y fortalecer sus posiciones internas y plurinominales. Son los mismos que escudados en la necesidad de mantener abierto el partido a la sociedad, han promovido como candidatos externos a Cecilia Soto o Morales Lechuga, ``el que ganaría Veracruz'' y luego, son los mismos que pretenden cerrar el partido, bajo un triunfalismo anticipado e irresponsable.

Las corrientes en el PRD fueron legalizadas en el II Congreso donde se estableció el procedimiento de elección por planillas, lo cual fue la vía más segura de exclusión y donde se impuso la condición de que para ejercer los derechos a ser electo a puestos de dirección o candidaturas, no sólo bastaría la afiliación al PRD, sino obligadamente incorporarse a una corriente. En esta lucha, casi solitaria Alvarez Garín no sólo perdió en oposición a estas prácticas, sino que también fue excluido junto con miles.

Las elecciones del año 2000, no es sólo la tarea del aparato del PRD, sino de un amplio movimiento, madurado a lo largo de todas las experiencias democráticas y que ahora deben de coincidir en el proyecto nacional que sembraron el 68, el 88 y 1997. Raúl Alvarez Garín, representa no sólo parte esencial de esta historia, sino también el compromiso generacional, político y amplio para tener un partido de combate, eficiente electoralmente y que lo transforme en un partido moderno, no atado a los intereses minimalistas de quiénes ganar o perder, les significa lo mismo, pues en ambos, sus intereses están asegurados.

La propuesta de Raúl Alvarez Garín, para presidente nacional del PRD, significaría sin duda la unidad desde bases distintas y nuevos vientos de pensamiento y voluntad para no perder el momento histórico de fin de siglo y la posibilidad de que el 2000, sea la recuperación democrática de un proyecto nacional al servicio del pueblo. La viabilidad de esta candidatura debe ser respondida inicialmente por el conjunto de la militancia y las expresiones en el país en torno a ella. En esta propuesta el último que debe decidir es el propio Raúl Alvarez Garín, pues una candidatura representada por él, no puede ser un acto voluntarioso, sino el resultado de un proceso, donde toda la membresía y los simpatizantes del PRD, expresen y construyan el partido que se necesita. Es tiempo de hablar y sacar conclusiones.