José Agustín Ortiz Pinchetti
Principios de otoño: tiempos revueltos

A partir de esta entrega me propongo revelarle a mis lectores mi bitácora mensual de nuestra fluctuante política. Estos materiales me están sirviendo para escribir un libro sobre la transición y un pronóstico, un poco extravagante, sobre su desenlace (La primavera del 2002), que espero sea publicado en la primavera de 1999.

Octubre se caracterizó por un clima tormentoso, amenazas ciclónicas y al fin, los breves y brillantes días de principios de otoño. Pero los políticos no estaban en condiciones de preocuparse por el clima, salvo que hubieran quedado atrapados en una inundación del periférico. El Presidente reforzó su equipo político, designó nuevos operadores, en Gobernación y en la Cámara de Senadores. De modo contundente aceptó dar prioridad a la política económica. Con ello parece reforzar la idea de que está centrando su esfuerzo en salvar la crisis financiera que pudiera darse el próximo año o en el 2000. El activismo de los protagonistas en torno a la candidatura a la Presidencia hacen pensar que el sexenio se le ha acordado exageradamente al presidente Zedillo. Las consecuencias son difíciles de predecir porque durante los once sexenios anteriores la agitación política se dio en los nueve meses anteriores a las elecciones. Hoy se ha anticipado en casi dos años redondos.

Hay indicios de pugnas y fisuras hacia adentro de los partidos. En el PAN aparecen diferencias cada vez mayores entorno de la votación del Fobaproa. El PRD se mantiene muy segmentado pero el liderazgo de Cárdenas parece todavía rotundo. El PRI ha dejado crecer precandidatos ``por la libre'' (Bartlett, Madrazo) aunque de seguro no son unos rebeldes, sino colaboradores del Presidente. Aparecen nuevos grupos. La remoción de Genovevo Figueroa en el Senado irritó a varios que se atrevieron a protestar. Lo sustituye María de los Angeles Moreno, una figura fuerte, progresista en lo social pero conservadora en lo político. Las posibles alianzas entre partidos se hacen más difíciles. El PAN y el PRD dan la espalda a las coaliciones tanto a nivel parlamentario como en las pugnas electorales (ruptura con el Fobaproa y lamentable fracaso de la sólida candidatura opositora de Granados Chapa en Hidalgo). Hay una gran incapacidad para llegar a acuerdos para expedir leyes o resolver problemas mayores a través de la actividad parlamentaria. Todos estos hechos apuntan a la disminución progresiva de la capacidad de liderazgo y de maniobra del Presidente. Pero también a una muy pobre imagen pública del Congreso y los partidos, alentada voluntariamente por los grupos de poder que controlan los medios, como denunció Paoli, fenómeno muy peligroso.

En el plano de lo electoral, el triunfo del PRI en Tamaulipas, Oaxaca y casi seguro en Puebla hacen dudar de la ``inevitable'' caída del partido hegemónico. En las encuestas, posible empate entre Fox y Cárdenas, aún muy abajo el PRI. La solidez de la candidatura de Cárdenas depende de que mantenga la gobernabilidad en el DF, lo que está logrado y que mejoren las condiciones de seguridad y empleo, lo cual está pendiente. Algunos analistas suponen, sin embargo, que ya ha empezado la consolidación de la figura de Cárdenas, que parece robustecerse en las encuestas, en proporción a las disminuciones del PRI y del Presidente por el asunto del Fobaproa. Estos hechos hacen muy difícil un pronóstico sobre qué personaje podría ganar las elecciones del 2000. Pero casi garantizan un sobrecalentamiento político.

En lo económico, el régimen tiene un claro éxito en mantener estables las tasas de interés y en lograr un discreto repunte en los índices bursátiles y el tipo de cambio. Sin embargo, hay indicios de que se apresta a enfrentar la crisis de final de sexenio con medidas que pudieran ser muy impopulares y dañar el destino del PRI y de su candidato. Apunta una complejidad y ferocidad creciente y de alto riesgo en la lucha política que se avecina.

En lo internacional, el triunfo de los demócratas y de Clinton en los EU, los triunfos socialdemócratas en Europa y las demandas cada vez más claras de rectificación e incluso de revocación de las políticas neoliberales hacen pensar en alguna nueva fórmula de Estado benefactor progresista. El encarcelamiento de Pinochet y el júbilo enorme que provocó, refuerzan la vocación mundial por la democracia. Por ahora no se esperan presiones del gobierno de los EU por un cambio en México. Pero Clinton y su equipo pueden llegar a preocuparse mucho por la situación mexicana y entonces regatear o condicionar el apoyo que le han dado los EU al sistema desde 1929.

En resumen; el otoño de la antevispera de las elecciones no es ya el momento preñado de adivinaciones y de reacomodos políticos de los ciclos sexenales de antaño. Puede que el PRI tenga su tapado, pero el país no. Vivimos ya en una interesante incertidumbre democrática, pero también en una atmósfera inédita de complejidad creciente y riesgosa. La larga crisis de México no tendrá un desenlace fácil ni rápido. No parece haber condiciones de liderazgo ni de acuerdos y es muy difícil construir las imágenes de los escenarios futuros. La estabilidad financiera de octubre podría haberle dado algún ligero aumento de posibilidades a la confirmación del PRI. El sistema parece poder resistir, más allá de cualquier previsión, la acumulación de agravios, contradicciones y desaciertos sin perder una base electoral dura y fiel en regiones importantes. El respeto que el pueblo tiene hacia la figura presidencial encarnada con seriedad por el presidente Zedillo también es un buen punto a favor del aparatus. Pero el PRI de hoy no tiene ninguna ventaja significativa sobre un Fox muy activo o un Cuauhtémoc Cárdenas astuto, que se adapta plásticamente al castigo inmoderado y quizá contraproducente de sus adversarios y de los medios. Los historiadores del futuro se asombrarán de la incapacidad de Zedillo de proponer un pacto que garantice el tránsito a la democracia o los dos máximos opositores para construir una coalición. Por desgracia, las posibilidades de una ruptura, incluso de una grave ingobernabilidad, están aumentando, o al menos no pueden descartarse.

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