Hallan osamentas de dos jaguares en la zona arqueológica de Teotihuacán
Mónica Mateos Ť Dos osamentas completas de jaguares fueron halladas esta semana en el enterramiento que se descubrió el pasado mes de octubre debajo de la pirámide de la Luna, en la zona arqueológica de Teotihuacán.
Al continuar la excavación un metro al norte, después de aquel importante primer hallazgo, los arqueólogos Rubén Cabrera Castro y Saburo Fujiyama se toparon con los restos de un par de dichos felinos, animales considerados sagrados en las culturas prehispánicas y cuya presencia confirma que quien (o quienes) yacen en las entrañas del mencionado edificio teotihuacano son personajes que tenían un muy alto rango en la sociedad que floreció en esa zona hace casi 2 mil años.
El 19 de octubre de 1998 el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) convocó a la prensa nacional e internacional para mostrar, in situ, la osamenta humana y las figurillas antropomórficas de obsidiana y jadeíta que el equipo de investigadores mexicanos y japoneses exhumó de las excavaciones que desde julio pasado realiza en el interior de la pirámide de la Luna.
Además de los caracoles marinos, las puntas de flechas y las vasijas dedicadas al dios de la lluvia Tláloc, sorprendió observar dos figuras antropomórficas de jadeíta verde, en perfecto estado, que acompañaban a un esqueleto semienterrado en el túnel, de 27 metros de largo, que habían construido los arqueólogos, del oeste del edificio hacia el centro de la pirámide.
Hasta la fecha se han levantado del lugar cinco esqueletos de aves y uno humano; tres figuras de obsidiana, dos de jadeíta, infinidad de puntas de lanza y, ahora, los dos jaguares, los cuales son los primeros que se encuentran completos en Teotihuacán, pues antes sólo se habían descubierto colmillos y fragmentos de huesos.
En opinión del arqueólogo Rubén Cabrera, la presencia de los felinos en el entierro representa protección. Fueron enterrados ahí para resguardar el camino hacia ultratumba del señor (o señores) teotihuacano(s) por cuya muerte, presumiblemente, se inició la construcción de la pirámide de la Luna.
Los jaguares y otros felinos, como el puma, fueron plasmados en diversos murales teotihuacanos, como en los pórticos y basamentos de La Ventilla, en el Conjunto de Plaza Oeste, en el Conjunto del Sol, en el Gran Conjunto, en el de Quetzalpapálotl, en el del templo de los Jaguares y en Atetelco.
En varias culturas mesoamericanas el jaguar fue muy estimado por su porte y belleza, y que llegó a ser emblema de ciertos linajes de gobernantes. Por los patrones de manchas que presenta en su piel, al jaguar se le asoció con el cielo estrellado, particularmente con la Osa Mayor, también se pensaba que cada mancha del jaguar representaba el destino de cada ser humano; además, este felino fue considerado el gran guerrero nocturno, pues es la antítesis de la vida ordenada de los hombres. Es el violento, el enemigo, el otro.
En las inscripciones mayas clásicas, el jaguar es el patrono del mes Uo y simboliza el cielo negro y el Sol nocturno, de modo que se relaciona con el inframundo, la noche, la oscuridad. Por ello es significativo que dos jaguares se hallan encontrado debajo de un edificio teotihuacano dedicado a la diosa nocturna, la Luna.
En el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, se relata que al aparecer el sol de la época actual ``rugieron el puma y el jaguar'', y enseguida se convirtieron en piedra, es decir, pasaron a seres deificados, al lado de otros seres nocturnos e infraterrestres que el Sol derrotó para permitir la vida humana. La idea de que, antes de que apareciera el hombre, el mundo estaba poblado por jaguares aparece también en la cosmogonía náhuatl antigua.
Pero el jaguar no sólo representa el estado previo al orden actual del universo, sino también la fuerza destructiva que le pondrá fin. En los mitos lacandones se dice que una de las señales de la destrucción del mundo será el rugido de los jaguares, los cuales devorarán a los hombres. Esa fue la ambivalencia del mito del jaguar en la época prehispánica: por un lado, la fuerza, la valentía y el poder -por eso se convirtió en el alter ego de los hombres de más alto rango-, y por el otro, la fuerza destructiva e irracional vinculada con los misterios de la oscuridad y el mal.
Otra significación simbólica de los animales hallados la semana pasada en Teotihuacán es su asociación con los hombres poderosos, tanto en el nivel político como en el espiritual. En ese sentido, el hallazgo podría develar uno de los más grandes misterios de la cultura asentada en dicha zona: ¿de dónde provenían, quiénes fueron sus gobernantes y cómo desaparecieron los teotihuacanos?
Las excavaciones en la pirámide de la Luna continúan sin descanso, incluso los domingos, pues el equipo de investigadores desea llegar cuanto antes al centro de la pirámide, donde suponen encontrarán los vestigios más valiosos del entierro.
Probablemente hacia el lado este, donde fue hallado el esqueleto humano, existan más osamentas de antiguos teotihuacanos, añadió el arqueólogo Rubén Cabrera; sin embargo, en 15 días sólo se ha avanzado un metro hacia el norte, pues los trabajos deben realizarse cuidadosamente, debido al peligro que representa excavar la piedra suelta. Los materiales hallados están siendo clasificados y restaurados por paleontólogos del INAH, para que se inicie cuanto antes su análisis antropológico.