La Jornada viernes 6 de noviembre de 1998

DISCURSO PRESIDENCIAL

A casi cinco años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), el resultado ``ha sido un desastre'' para los trabajadores de la región, según el presidente de la central obrera canadiense (Congreso Laboral Canadiense), Robert White, que es una figura prestigiosa en su país. Por su parte, el secretario general de la Central Latinoamericana de Trabajadores (Clat, socialcristiana) dice que el desempleo abierto en nuestro continente llega casi a 30 por ciento, aunque parte del mismo esté enmascarado por las llamadas actividades informales, pues sólo 40 por ciento de las personas en edad de trabajar tienen un empleo formal, por mal pagado que esté. Los efectos sociales de esta difusión del paro y del subempleo son evidentes en la tendencia a la reducción de la expectativa de vida, incluso en los países más desa- rrollados de la región, en la aparición de las ``enfermedades de la pobreza'', en la caída del nivel de educación y sanitario, en el aumento de la criminalidad, en las pésimas condiciones de vida que hacen que los desastres naturales se conviertan cada vez más en terribles tragedias dada la fragilidad de las viviendas, la carencia de drenajes, la falta de servicios de todo tipo. Es más, según el sindicalista canadiense, el TLC consiste, estructuralmente, en ``una carrera hacia abajo'' en el terreno social, pues tiene como objetivo homogeneizar las condiciones laborales y los salarios reales (que caen sin cesar), no en un nivel que resulte de un promedio entre los mejores y los peores, sino por la parte más baja. En pocas palabras, con el TLC se intenta mexicanizar las condiciones de vida y los salarios de estadunidenses y canadienses, después de haber dado previamente un serio golpe a los trabajadores de Canadá con una integración que les hizo perder conquistas sociales y puestos de trabajo, y que en los mismos Estados Unidos tendió a dismi-nuir la capacidad de resistencia laboral.

Este TLC, en una palabra, dio todas las ventajas de la multinacionalización a las ganancias empresariales, que aumentaron verti- ginosamente, y todas las desventajas, en cambio, al trabajo, cuya parte en el Producto Interno Bruto de cada país miembro del TLC sigue cayendo sin cesar. En efecto, lejos de aumentar las posibilidades de empleo para la mayoría, el TLC hizo crecer desmesuradamente la desocupación, la inseguridad en el empleo, la creación de trabajos transitorios y mal pagados, llamados ``empleos basura'', la marginalidad y la pobreza absoluta. Y su mecanismo hace que los más pobres y desamparados tiendan a arrastrar hacia abajo y hacia atrás a quienes habían logrado en el último medio siglo niveles de vida y de civilización superiores. Hay que destacar, por lo tanto, la nueva preocupación de los sindicatos canadienses y estadunidenses por las condiciones laborales, ambientales y sociales de sus colegas mexicanos, ya que el interés de todos los trabajadores estadunidenses lleva a dejar de lado las estrechas visiones provinciales e impone cerrar la brecha en la parte más débil del frente de resistencia a la destrucción de conquistas sociales históricas y, por lo tanto, internacionalizar también la acción de los trabajadores como lo hicieron las centrales obreras del Mercosur, para compartir estudios, análisis, previsiones, informaciones y realizar experiencias comunes para compensar, siquiera parcialmente, la acción coordinada del capital financiero multinacional y la drástica reducción de la acción social de los respectivos estados.