BALANCE INTERNACIONAL Ť Gerardo Fujii

Existe una percepción bastante generalizada de que los pronósticos de los meteorólogos son, con elevada frecuencia, equivocados. También los economistas dedican muchos esfuerzos a hacer proyecciones del comportamiento futuro de la economía. Tanto los bancos como los gobiernos contratan a empresas especializadas en este tipo de estudios, los que son muy refinados y técnicamente complejos. Sin embargo, existe en el campo de los economistas juiciosos la opinión difundida de que las proyecciones de sus colegas son mucho menos certeras que las de los meteorólogos.

La revista británica The Economist es muy prestigiada. A finales del año pasado editó la publicación The World Economy in 1998, en la que el editor señalaba que ``1998 será un año de prosperidad, en el cual se registrará la tasa de crecimiento económico más elevada de la década, no obstante las turbulencias en las bolsas de valores del mundo''. Cuando se estaba haciendo pública esta proyección tan optimista, estaban en pleno desarrollo las crisis japonesa y de las economías emergentes de Asia. Evidentemente que The Economist subestimó gravemente tanto la profundidad de los problemas económicos que enfrentaban esos países como sus repercusiones sobre la economía mundial. Con respecto a nuestra región, la publicación mencionada escribía que ``por primera vez desde hace mucho tiempo, América Latina crecerá tan rápidamente como el sudeste de Asia'', pero sin indicar que la igualación en las tasas de expansión no se explicaría porque nuestras economía crecerían más rápidamente, sino que porque las de Asia lo harían mucho más lentamente. Mal de muchos...

Un ejercicio interesante es la comparación de las proyecciones económicas formuladas para un periodo determinado, con los resultados reales al término del mismo. Con elevada frecuencia se observará que existe una enorme disparidad entre ellos. La fe en este tipo de estudios es aún más cuestionable dado que las proyecciones para una misma economía son muchas veces muy diferentes entre sí, según cual sea el centro de estudios que las formule.

Lo expuesto está indicando que los modelos econométricos, que para algunos han sustituido el razonamiento económico, presentan serias limitaciones cuando se trata de hacer proyecciones. Estos problemas tienen dos causas fundamentales. En primer lugar, las proyecciones son formuladas con base en un modelo consistente en un sistema de ecuaciones, por lo que la calidad del modelo como representación de los procesos económicos reales es decisiva para determinar la calidad de las proyecciones. Sin embargo, la posibilidad de que un público amplio conozca en detalle el modelo es muy limitada, por lo que se ve obligado a aceptar sus resultados sin poder poner en duda su consistencia. En segundo término, en periodos de conmociones fuertes y de cambios profundos en la economía, la capacidad predictiva de los modelos se ve seriamente limitada, dado que sus parámetros son establecidos con base en el comportamiento pasado de la economía.

La formulación de modelos econométricos destinados a presentar proyecciones puede ser un buen medio para que los economistas ganen bastante dinero a costa de los incautos. Sin embargo, su escasa certeza hace recomendable que no se crea mucho en ellos.