Jaime Martínez Veloz
¿Aumento de impuestos? ¿Y su nieve?

¿Acaso hay una conjura orquestada desde la Secretaría de Hacienda para que el PRI pierda las elecciones en el año 2000? Si la respuesta es negativa, entonces tal vez estamos ante algo más simple: torpeza, poca sensibilidad y una nula capacidad de autocrítica.

Están bien documentadas las consecuencias económicas de las crisis cíclicas que comenzaron en los años ochenta. De igual forma, se ha escrito mucho sobre la crisis de 1994-1995 y los daños que ocasionó a la planta productiva, los salarios y el empleo. Asimismo, las consecuencias sociales de todos estos asuntos se ejemplifican en el empobrecimiento de grandes capas de la población. La pobreza no es un invento de la oposición ni de la disidencia priísta. Es un hecho documentado y medido por expertos nacionales e internacionales. Hablamos de una pobreza mayor que la de hace tres o cuatro décadas, que no puede explicarse sino como resultado de la instrumentación de medidas económicas y administrativas equivocadas o mal aplicadas.

El año 1998 ha sido francamente malo. Cuando ya -se nos decía- estábamos en la vía de la recuperación, descubrimos que seguimos siendo un país cuya economía depende en gran medida de los ingresos petroleros. Los mercados castigaron a los precios del petróleo y los recortes al presupuesto del gobierno federal no se hicieron esperar, sintiéndose sobre todo en proyectos sociales y productivos, ya de por sí reducidos por tantos años de crisis y políticas de adelgazamiento.

Sumado a esto, el asunto del Fobaproa, que ha causado tantos enfrentamientos entre los partidos y el gobierno federal, ha deslizado una dosis mayor de incertidumbre en los ciudadanos que, en su mayoría, no saben bien a bien qué pasa ni cómo se resolverá el pago de una deuda en la que no tuvieron ninguna responsabilidad y cuyos beneficios no son tangibles. De cualquier forma, muchos presienten que la sociedad mexicana será la que pagará los platos rotos no sólo durante esta generación sino en la siguiente. Con razón, hay una buena dosis de resentimiento hacia el gobierno y sobre todo hacia esa casta dorada que se pasea en coloquios y seminarios económicos en el extranjero, que es bien vista por los financieros internacionales, que decide políticas económicas y que conoce tan poco la realidad mexicana.

Ante estos hechos, que van más allá del fenómeno económico, la falta de sensibilidad de la tecnoburocracia financiera es patente. A pocos días de que la Secretaría de Hacienda dé a conocer su propuesta de Presupuesto de Egresos para 1999 y los documentos fundamentales en materia de política económica, hemos sido testigos de cómo el rumor se usa para sondear la opinión de la sociedad y los partidos. Algunos de estos rumores sostienen que es probable se aumente el IVA o se graven las medicinas y alimentos hoy exentos. Se menciona la posibilidad de suspender o reducir los subsidios, ya de por sí exiguos, se afirma que una ``fuente'' ha adelantado que se viene un fuerte aumento en el precio de la gasolina a partir de enero de 1999.

El rumor se usa para sondear, distraer o hasta atemorizar: aumento de impuestos y tarifas o mayor endeudamiento, se nos dice, en una alternativa en que no es posible elegir el camino correcto. Los rumores no se confirman; los principales funcionarios aseguran que aún no hay nada oficial, que todos estos amagos son simple ejercicios.

Los argumentos de la Secretaría de Hacienda son de la mayor simpleza: como no funcionan los subsidios hay que reducirlos o eliminarlos; como se requieren más recursos hay que sacarlos de la gente, de ninguna manera del puñado de inversionistas de la bolsa que mantiene un capital que rivaliza con el del presupuesto no recortado del gobierno federal para este año. Para ellos y los grandes beneficiarios del Fobaproa y las concesiones carreteras, que a lo mejor son los mismos, México ha sido el país de las oportunidades. Otro de los argumentos preferidos es mostrar que la captación de impuestos en nuestro país es baja, comparada con la de otras naciones, inclusive latinoamericanas. No se menciona, de manera tendenciosa, que en nuestro país los salarios son más bajos.

Parece que este fin de año traerá más motivos de preocupación que de regocijo para millones de mexicanos que aguardarán el último año del siglo XX casi en las mismas condiciones que cuando se inició.

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