La Jornada jueves 5 de noviembre de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

Tal como suele suceder en el increíble mundo de la política mexicana, no hay mejor manera de confirmar un dato o una tendencia que invertir el sentido de las declaraciones de los voceros oficiales de determinada dependencia o institución. Es hoy el caso de la Cocopa, cuyo presidente en turno, el priísta coahuilense Francisco Javier Guerrero, ha declarado con mucha formalidad que no hay ni fracturas ni divisiones en esa comisión legislativa.

Las palabras de Guerrero (ex presidente municipal de San Pedro de las Colonias, actual diputado federal por esa región) pretenden ocultar una verdad a la vista: la Cocopa vive una crisis interna tal que, por primera vez, está en la ruta de actuar abierta y oficialmente con fracturas y divisiones. No de otra manera se puede entender el hecho de que, ante las diferencias irreconciliables entre dos puntos de vista (y sendos grupos de legisladores), se haya tomado la nada salomónica decisión de dejar a cada uno de los cocopos en libertad de actuar como desee.

El asunto que evidencia las divisiones y las fracturas que hasta ahora se habían mantenido soterradas se refiere a la visita de esa comisión de coadyuvancia a las tierras chiapanecas para buscar una reunión formal con representantes del zapatismo. La búsqueda de ese encuentro no es ni nuevo ni censurable (en esa faena han puesto un gran interés los integrantes de esta Cocopa) y de hecho el camino hacia esa reunión fue allanado cuando la comandancia zapatista anunció su disposición a reanudar el diálogo.

Pero, para variar, las posibilidades de restablecer negociaciones en el sureste fueron entorpecidas por posturas gubernamentales. Por la vía del coordinador de Bucareli para el diálogo en Chiapas, Emilio Rabasa, se sembró la semilla de la discordia, cuando este personaje intentó ``montarse'' en el curso de la buscada reunión de la Cocopa con los zapatistas. Luego, desde dentro de la Cocopa, se desplegó una estrategia para emplazar al EZLN a reunirse con esa comisión, bajo la amenaza de que no hacerlo significaría una demostración del nulo o falso interés de los zapatistas por alcanzar la paz.

Convertido por el gobierno y los cocopos priístas en un mecanismo de presión y chantaje, el viaje a Chiapas resultaba aberrante. Por ello, los cuatro legisladores perredistas, que son Carlos Payán, Carlos Morales, Gilberto López y Rivas e Higinio Martínez, y el priísta Pablo Salazar Mendiguchía, han planteado su expectativa de no ir a ese estado. En la sesión privada de anoche, los argumentos de los perredistas fueron ferozmente combatidos por el senador panista Benigno Aladro y por el diputado priísta Javier Gil. Tres horas de discusión que culminaron con la emisión de un comunicado en el que se mantiene la postura panista y priísta de seguir adelante con la trampa contra los zapatistas y, al mismo tiempo, se deja en libertad a los legisladores que no deseen hacer el viaje para que se abstengan de hacerlo.

No es fractura, no es división. Simplemente, unos van y otros no. Unos piensan de una manera, otros de otra y no hay manera de conciliar puntos de vista. No es fractura, no es división, pero en Bucareli ya le han puesto su crucecita de Día de Muertos a esa Cocopa, a la que suman a la de la Conai y a los observadores internacionales. Un triunfo más de los duros.

Puebla, una ficha (un mapache) más de Bartlett

Diversos reportes llegados a esta columna hablan de operativos dispuestos en Puebla para cometer fraude en favor del PRI en las elecciones del próximo domingo. Como todo lo que corresponde al bajo mundo, difícilmente se pueden comprobar tales versiones, pues sus presuntos ejecuto- res son avezados no sólo en las artes que les han ganado el mote de mapaches sino, además, en el ocultamiento de sus trapacerías. A pesar de la abundancia de datos que algunos corresponsales anónimos han hecho llegar a Astillero respecto de nombres e historias de algunos de esos alquimistas, sería irresponsable difundirlos sin la necesaria comprobación de su veracidad que, por lo demás, es altamente difícil.

Las versiones, sin embargo, tienen un asidero que no puede eludirse. Manuel Bartlett ha organizado su futuro político a partir de la plataforma que le ha dado el estado de Puebla. Hábil en el exterminio de los adversarios, y docto en el manejo adulterado de los escenarios electorales, el ex secretario de Gobernación pretende demostrar al país cuando menos una cosa: que es posible vencer al PAN enfrentándolo con dureza, sin concesiones, y que de esa manera se alcanzan victorias electorales como la que espera obtener el domingo venidero.

Tan esencial es para Bartlett su consolidación como el charro vengador de los priístas que, en ese camino, prefirió abandonar la promoción que inicialmente había hecho (en una peculiar alianza con José Angel Gurría) del diputado José Luis Flores como su gallo a la gubernatura. En lugar de ese apadrinado original, Bartlett aceptó el triunfo de alguien que le es medianamente lejano en la geografía política poblana, como es Melquiades Morales, actual candidato priísta a gobernador, a cambio de ganarse un argumento discursivo más en su búsqueda personal de la postulación tricolor a la Presidencia. Tan democrático es de verdad el gobernador de Puebla, puede decir ahora Bartlett, que no obstaculizó de ninguna manera el triunfo de quien no era su candidato.

Ahora, el funcionario siempre recordado por la histórica caída del sistema computacional de los comicios de 1988, busca acomodarse otra medalla en el pecho: la victoria electoral sobre el panismo. En la consecución de ese objetivo estratégico, Bartlett está dispuesto a apostar lo que sea necesario: recursos, ingenio, logística y experiencia. Por ello, el hombre de todas las confianzas de Bartlett en asuntos electorales, el famoso José María Morfín Patraca, es una pieza de amplia movilidad. En torno a él se ha tejido una red de operadores electorales de entre los que destaca el tabasqueño Manuel Ruiz Duarte, héroe de múltiples batallas electorales en Chihuahua (con Patricio Martínez), en Oaxaca (con José Murat) y años atrás en el propio estado de Puebla, tanto en la ciudad capital como en Tehuacán.

Las maniobras electorales mencionadas no están dirigidas tan sólo al ensanchamiento de la diferencia de votos que se desea adjudicar al candidato priísta a gobernador, sino además a ciertos puntos difíciles para el interés bartlettista, como son la propia ciudad capital, donde Emilio Maurer ha elevado los bonos del perredismo, bajo cuyas siglas compite por la alcaldía, y en algunos otros municipios importantes como Tehuacán, donde pelean con fuerza el priísta Wilebaldo García de la Cadena y el panista Felipe Mojarro Arroyo.

Astillas: Sigue el acoso sobre el salinismo. Sergio y Adriana, los hermanos bajo sospecha, se convierten en las nuevas piezas del tablero. Evidencias suficientes hay como para que desde mucho antes estuvieran frente a un juez, pero el manto de impunidad sólo había sido retirado al hermano mayor, Raúl. Hoy, las complicaciones del futuro electoral obligan a apretar las tuercas a la maltratada estructura del salinismo. El mexicano que vive como judío errante ha dejado Dublín y, según versiones insistentes, encabeza reuniones en países cercanos a México (Cuba, se dice) para organizar la defensa de la familia. Los jaloneos seguirán conforme se acerquen los momentos de las decisiones políticas importantes. En la lona, árbol caído, el salinismo sigue teniendo, sin embargo, una importantísima fuerza económica, amasada en el periodo de las privatizaciones y coordinada por el hermano incómodo. El coletazo todavía puede ser fuerte... Hubo en el pasado reciente la creencia de que Guillermo Ortiz podría ser candidato priísta a la Presidencia. Hoy, su figura es blanco del ataque de diputados hasta del mismo partido al que pretendía representar. Las críticas contra tan emblemática figura de la tecnocracia no pueden ser disociadas de quien ha sido su pareja ante la opinión pública: José Angel Gurría, a quien en algunos sectores poblados de pinos se cree poseedor de características suficientes para ganar el voto mayoritario de los mexicanos en el 2000... La muerte de don José González Torres acentúa la carencia de referencias morales importantes en el panismo de hoy. Hombre de convicciones profundas, que vivió de acuerdo con su conciencia, el ex presidente nacional panista jamás fue defensor jurídico de narcotraficantes, ni empresario involucrado en el equivalente a los Fobaproa, ni beneficiario de concertacesiones.

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