La Jornada 4 de noviembre de 1998

Sólo votó un tercio de estadunidenses; California, para el demócrata Davis

Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 3 de noviembre Ť Al término de esta jornada electoral, los resultados preliminares fueron interpretados co- mo un voto de confianza en la presidencia de Bill Clinton y un rechazo a la estrategia republicana de promover su posible destitución, pero en realidad los cambios generados por estos comicios nacionales dejarán el balance del poder en Washington casi igual que antes de estas elecciones.

Aun en circunstancias en las que hay resultados marcados, es difícil utilizar una elección legislativa como medida del apoyo popular para un presidente (en comicios de medio término, donde no hay elección presidencial, como es el caso en esta ocasión), pero es casi imposible en una elección en la que sólo poco más de un tercio del electorado participa en las urnas.

Además, indican las encuestas ``de salida'' de casillas realizadas por NBC y ABC, entre 5 por ciento y 7 por ciento de los votantes dijo que el asunto Clinton-Monica Lewinsky fue un factor en su decisión, mientras que 61 por ciento indicó que Clinton no influyó en su voto.

De forma poco sorprendente, el primer mandatario rechazó este martes toda sugerencia de que la elección fuera un tipo de referéndum sobre su presidencia, y señaló que debería interpretarse como una señal de ``las esperanzas para el futuro del pueblo estadunidense''.

Sin embargo, en un breve comentario en la Casa Blanca, Clinton reconoció que esta elección ``determinará qué tanto podré hacer para el pueblo estadunidense (en los próximos dos años)''.

Claro, técnicamente los 435 miembros de la Cámara de Representantes electos hoy tendrán un papel clave en determinar el futuro de la presidencia de Clinton.

Los recién elegidos representantes serán los que votarán (a principios del año próximo) si el Congreso debería proceder con un proceso de destitución de Clinton.

Por el momento parece que el Congreso elegirá entre la opción de votar a favor de continuar con la destitución y la de simplemente censurar a Clinton por mentir, y permitir que termine su periodo.

Analistas republicanos intentaban interpretar los resultados preliminares, algo desalentadores para su partido, como ``una consolidación'' de su mayoría en el Congreso, y con ello, según el presidente de la Cámara, Newt Gingrich, un mensaje del electorado para proceder con el proceso de destitución del presidente Clinton.

Pero los analistas del Partido Demócrata señalaron que tradicionalmente el partido que no controla la Casa Blanca durante una elección de medio término siempre incrementa su presencia en la Cámara con entre 20 y 40 curules.

Agregan que el hecho de que los republicanos no lograron obtener un incremento significativo (o tal vez nulo) podría ser interpretado casi como una derrota dentro de un contexto histórico.

Pero ninguno de estos argumentos resulta muy persuasivo en estos momentos: con sólo resultados parciales disponibles al cierre de esta edición, parecía que el mensaje más claro que estaba enviando el electorado estadunidense es de rechazo a todos los políticos, sean demócratas o republicanos.

La mayoría de los estadunidenses, más de 62 por ciento de los que cuentan con derecho al voto, optó por no participar en la última elección nacional del siglo XX, hecho que muchos analistas consideraron como una expresión general de disgusto ante el juego político en Washington y una señal de que la mayoría de los ciudadanos ya no cree que tiene voz efectiva en las decisiones políticas nacionales.

La tasa de participación electoral en este país ha seguido bajando durante los últimos años (con algunas excepciones) y en la última elección presidencial sólo 49 por ciento decidió ejercer ese derecho.

En los últimos 25 años en elecciones de medio término, que se celebran en el punto medio entre elecciones presidenciales (toda la Cámara y un tercio del Senado están en disputa cada dos años; la elección presidencial es cada cuatro), el nivel de participación en general ha sido inferior a 40 por ciento de los inscritos en el padrón.

Los resultados preliminares conocidos esta noche sugerían que en esta elección participaron aun menos, sólo un tercio del electorado decidió que era importante acudir a una casilla. Había excepciones en algunos estados donde competencias electorales cerradas, como en Carolina del Sur, alimentaron la participación.

Pero en general el bajo nivel de participación electoral fue atribuido, por analistas, al buen estado de la economía y un disgusto con los escándalos políticos (y sexuales) de los demócratas, así como con las tácticas oportunistas de los republicanos.

``Lo peor de este bajo nivel de participación es que sólo refuerza para la mayoría de la gente la percepción de que todos los políticos en Washington son superficiales y cínicos'', comentó un analista del Partido Demócrata a La Jornada.

``La mayoría de los votantes no desea tener nada que ver con Washington y por lo tanto no vota'', agregó.


Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 3 de noviembre Ť ¿Elección? ¿Cuál elección?

La propaganda está en los postes, y fue entregada por promotores del voto en las banquetas. Pero fácilmente uno puede ignorar que hoy era día de elecciones legislativas nacionales en este país, y la mayoría de los ciudadanos hace precisamente eso: ignorar, a propósito o inconscientemente, que este martes se celebra lo que todos dicen es la esencia de vivir en una ``sociedad libre'': votar por el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Pero hoy, la democracia fue definida por una minoría.

Se pronostica que más de la mitad de este pueblo decidió que hay cosas más importantes en la vida que el sufragio efectivo. Esta ha sido la tendencia en las llamadas ``elecciones de medio término'', o comicios legislativos en años en los que no hay elección presidencial (cada dos años se elige toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado; la presidencia se disputa cada cuatro años).

También hay algunos aquí que, a pesar de vivir en el país ``más libre'' y avanzado del planeta, aún no conocen bien su propio sistema político.

Por ejemplo, más adolescentes estadunidenses conocen los nombres de Los Tres chiflados que las tres ramas del gobierno federal, según The New York Times. Además, aunque una mayoría afirma que la Constitución es un documento muy importante, más de la mitad no sabe que hay 100 senadores.

Además, un amplio sector se muestra complacido con el estado actual de las cosas, según varias encuestas recientes. Por el momento, y para muchos, Washington es otro planeta que no desean visitar y que, por el momento, tiene muy poco que ver con la órbita personal de esta población, cuya mayoría vive, por primera vez, en colonias suburbanas, en lugares donde se sienten ``seguros''.

Los que deciden interesarse en la política enfrentan un panorama bastante confuso: los candidatos de ambos partidos se parecen cada vez más y más. Es difícil distinguirlos, y todavía más difícil determinar por qué es más importante que uno sea electo, y no otro (con algunas excepciones notables).

``Pues si tengo tiempo, a ver si decido votar'', comenta una maestra a La Jornada. Otro elector decide acudir a las urnas, sólo por evitarse la mala conciencia. Otro más comenta que acudirá sólo para votar en contra de un candidato al Senado (Al-phonse D'Amato), pero sin razones para votar a favor de alguien en particular.

Estos comentarios parecen indicar un consenso: indiferencia y fastidio. Indiferencia ante mensajes políticos de candidatos que, por definir sus posiciones casi exclusivamente con base en encuestas, comparten las mismas ideas. Es una lucha electoral para ocupar el ``centro'' político. Pero cuando todos están ocupando el centro, ni es lucha ni significa mucho. Es un centro vacío. Tanto demócratas como republicanos dicen defender los intereses de los niños, del medio ambiente, la seguridad nacional; también declaran estar a favor de la pena de muerte, así como de limitar la inmigración y la educación bilingüe. ¿Por qué? Resulta que, según las encuestas, la mayoría del electorado comparte dichas posiciones.

También hay un fastidio colectivo, por un lado con las hazañas sexuales de Bill Clinton, y por otro, con el combate legislativo en torno a la investigación de tales hazañas con miras a una posible destitución presidencial.

Encuestas de ABC a la salida de casilla indicaron que el tema Monica Lewinsky ocupó el ultimo lugar entre los citados por los votantes como razón para emitir su voto. Los dos temas más importantes fueron educación (favoreciendo a demócratas), y asuntos morales y éticos en la política (favoreciendo a republicanos).

El fastidio, al parecer, también fue alimentado por la propaganda política ``negativa'', que marcó a muchas campañas este año. Dicha estrategia, definida por ataques personales de un candidato contra su rival y transmitidos por los medios de comunicación, fue usada en muchas de las competencias más cerradas.

Decenas de millones de dólares --un récord-- invertidos en elecciones legislativas y para gubernaturas, mensajes políticos ``negativos'', acusando a contrincantes de ser irresponsables, racistas, mentirosos, perezosos, antiniños, antiancianos, antimujeres, anti medio ambiente, etcétera, inundan las ondas de radio y televisión, además de los consiguientes miles de columnas analizando la batalla electoral; o sea, todo indica que hay un hecho fundamental e histórico este día en el país más poderoso del mundo.

Pero mañana, igual que hoy, la mayoría se despertará y preguntará: ¿elección, cuál elección?