La democracia radical, en tanto poder del pueblo y para el pueblo --desde la óptica indígena--, debería ejercitarse fundamentalmente en dos aspectos centrales que son:
a) En el ámbito local de las comunidades, municipios y regiones, mediante el fortalecimiento y la construcción de las autonomías locales dando especial énfasis al papel de las Asambleas --espacio común de deliberación para la toma de las decisiones de la comunidad.
b) En el ámbito estatal y nacional, con el reconocimiento constitucional, legal e institucional de formas de participación directa de la ciudadanía, a fin de involucrarlo en las decisiones públicas que nos incumben a todos. En este sentido las figuras del plebiscito, el referéndum, la consulta y la iniciativa popular, entre otras, deberían ser parte esencial de la vida democrática a la que aspiramos todos los mexicanos.
Y en este marco se inscribe, por la vía de los hechos, la consulta convocada por el EZLN en relación con la iniciativa de reformas constitucionales sobre derechos indígenas, propuesta por la Cocopa. Esta actitud tiene una justificación mayor, en tanto que constituye hoy la única medida para dar salida viable y justa al proceso de paz en el sureste mexicano, frente al cual el gobierno federal ha adoptado una postura indiferente, agravada por la insensatez del gobierno chiapaneco.
La consulta en sí, y por tratarse de una iniciativa novedosa en nuestro país, trae consigo enormes retos para la sociedad en general. En primer lugar, habrá que superar la visión común de que sólo podemos tener participación pública en la dinámica electoral. Esta visión restringida ha acarreado gran inmovilidad en el tejido social, reduciendo el ejercicio ciudadano al mero acto ``de depositar un voto en una urna a favor de determinado candidato''. Bajo los principios de la democracia radical debemos ampliar e integralizar el ejercicio ciudadano en todos los ámbitos de la vida cotidiana y en los momentos que sean necesarios.
En segundo lugar habrá que armonizar y complementar la diversidad de métodos y formas de emisión de la opinión ciudadana. En este marco es muy importante tomar en consideración las formas usadas bajo el sistema de la actual democracia representativa, pero será vitalmente necesario reconocer los métodos propios que los pueblos indígenas han utilizado durante muchos años para decidir sus asuntos fundamentales. Si esto así se entiende, la consulta a realizarse será un acto sin precedentes que marcará una nueva manera de hacer política en el Estado mexicano.
Un tercer aspecto es la organización misma de la consulta. Quizás esta tarea se facilita en la medida que se trata de una actividad concreta, que puede permitirnos mayor armonización y entendimiento. Y es en este punto donde la sociedad civil tiene que empezar a caminar y a trabajar. Es totalmente claro que este entendimiento entre la sociedad civil no vendrá de la formación de estructuras organizativas o de alguna declaración abstracta de unidad. La esperanza reside en el quehacer ``práctico'', desde donde se construirán las alternativas que nos permitarán avanzar hacia cuestiones más globales.
Para la positiva realización de la consulta es fundamental la pluralidad de los organismos y personas que la impulsen. En este sentido necesitamos comprender que el asunto de los derechos indígenas no es exclusivo de los pueblos indígenas, sino compete a todo el conjunto de la sociedad y al gobierno. Y, en tanto asunto nacional, es imprescindible la participación y corresponsabilidad de todos los mexicanos. También será esencial una organización descentralizada de la consulta, cuyo peso y responsabilidad recaerá en los diversos estados y regiones del país.
Es la hora de la ciudadanía en la definición constitucional de los derechos indígenas y los legisladores deberán escucharla y reconocerla. La definición debe hacerse tomando en cuenta que no sólo está en juego el inicio de una profunda e integral reforma del Estado, sino la paz en las diversas regiones indígenas, pero de manera fundamental en las montañas del sureste mexicano. Paz y derechos indígenas son ahora un binomio inseparable en la construcción de la esperanza que deseamos todos los mexicanos. Apostemos a esta construcción colectiva.