La Jornada 4 de noviembre de 1998

La opinión pública, avasallada por un videopoder fantasma y no democrático

Arturo García Hernández Ť Las figuras de autoridad que tradicionalmente eran formadoras de opinión pública en las sociedades democráticas han sido desplazadas por la televisión. En esa medida, la ``opinión pública'', como expresión auténtica de voces informadas y con conocimiento de causa sobre los asuntos de la vida pública, prácticamente ha desaparecido y su lugar lo ha ocupado un ``videopoder fantasma que no es un poder democrático''.

De acuerdo con el politólogo italiano Giovanni Sartori, éste es uno de los efectos negativos de la omnipresencia de la imagen en la vida cotidiana. Y es aquí donde el investigador pone en entredicho dos ``supuestos'' beneficios sociales de la televisión como se le conoce en buena parte de los países occidentales:

``¿Realmente la información que ofrece la televisión constituye un progreso sobre la que dan la prensa escrita y la radio?, ¿realmente contribuye a la democracia?''

Considerado uno de los principales protagonistas del debate político cultural contemporáneo, Sartori se encuentra en México para presentar, el próximo jueves, su libro más reciente Homo videns. La sociedad teledirigida (Taurus). Por lo pronto, ayer dictó una conferencia magistral en la UNAM, durante la cual refrendó algunas de las principales tesis y cuestionamientos contenidos en el volumen.

Ver sin entender

Con base en los postulados de Sartori, en términos cualitativos la información televisiva realmente no representa un progreso sobre la que ofrecen la prensa escrita y la radio. Efectivamente, admite el especialista, la televisión puede alcanzar a muchas más personas que el periódico y aun que la radio. Pero en realidad proporciona menos información que aquellos dos. Es decir, no hay un progreso cualitativo. Al predominar el ``valor espectacular'' de la información televisiva, generalmente ``no da nada o da información relevante, pero incompleta; no ofrecen el contexto''. El problema es que a partir de dicha ``subinformación'', los ciudadanos no pueden formarse una opinión sólida, con verdaderos elementos de juicio, acerca de la vida pública (en el libro anota que la información que cuenta para la televisión ``es la que se puede grabar mejor; y si no hay grabación no hay ni siquiera noticia y, así pues, la noticia no se ofrece, pues no es `video-digna''').

En el origen de estos efectos, Sartori ubica el desplazamiento que ha sufrido la palabra por parte de la imagen. Su tesis de fondo es que la cultura escrita, pilar del homo sapiens, ha sido destronada por la imagen. Predomina lo visible sobre lo inteligible, lo cual ``nos lleva a ver sin entender''. Cada vez en mayor medida la televisión está contribuyendo a la formación (paideia) de los individuos. En Estados Unidos -ejemplifica- antes de los tres años los niños ya han visto 6 mil horas de televisión, la ``escuela divertida'' que precede a la ``escuela aburrida''.

Desde niños, la confrontación de los individuos con la televisión no está equilibrada por su contacto con los libros. Si no leen, se merma su capacidad de abstracción: ``¿Por qué es a tal grado importante la abstracción? Porque el desarrollo de la civilización se basa en conceptos abstractos, en la razón abstracta, cosas que no son visibles. La televisión es insuficiente para proporcionar nociones como, por ejemplo, de `ley', `desempleo', `justicia'''.

No todo se reduce al entretenimiento

El profesor de la Universidad de Columbia (Nueva York) pone en duda que la televisión contribuya verdaderamente al fortalecimiento de la democracia. Y califica como una trampa el que se presente a los sondeos de opinión o las entrevistas aisladas con ciudadanos comunes y corrientes, como expresión de verdadera opinión pública.

(Sobre este punto, en Homo videns Sartori anota: ``[...] La sondeo-dependencia [...] es la auscultación de una falsedad que nos hace caer en una trampa y nos engaña al mismo tiempo. Los sondeos no son instrumentos de demo-poder [...] sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo; y su influencia bloquea frecuentemente decisiones últiles y necesarias, o bien lleva a tomar decisiones equivocadas, sostenidas por simples `rumores', por opiniones débiles, deformadas, manipuladas e incluso desinformadas. En definitiva, por opiniones ciegas''.)

En uno de los aspectos más polémicos de su reflexión, el también autor de ¿Qué es la democracia? -quien visita México invitado por Televisión Azteca- dijo que depositar tal poder en la televisión, generalmente manejada por individuos con un nivel intelectual y profesional muy bajo, equivale a ``otorgar mucho poder a un chimpancé''.

También Nicolas Negroponte, autor del libro Ser digital, apologista de la imagen y profeta de la desaparición del libro, fue aludido con sarcasmo por Sartori, quien además criticó la idea casi unánimemente aceptada de que la televisión sólo sirve para entretener. Reconoció que al ser humano le es natural la disposición para divertirse, es un homo ludens, ``yo me divierto viendo la televisión'', pero ``no todo debe reducirse al entretenimiento''.

``La tv como negocio del espectáculo convierte a la competencia entre las cadenas televisoras en una carrera de caballos.''