EU podría aclarar la Operación Cóndor si desclasifica documentos
Stella Calloni, corresponsal/ III y última, Buenos Aires, 2 de noviembre Ť Los alcances de la Operación Cóndor -y de otras acciones que estaban dentro de la misma- sólo podrían ser definitivamente aclarados si Washington decide desclasificar toda la documentación al respecto.
Esta es la idea central de muchos de los damnificados, como los familiares de víctimas paraguayas y ahora hondureños que exigen indemnización a Estados Unidos.
De acuerdo con las investigaciones de una de las víctimas de Cóndor, la médica paraguaya Gladys Mellinger de Sanneman, secuestrada en la localidad argentina de Misiones en 1976 y entregada a la policía política del dictador Alfredo Stroessner, luego devuelta a Buenos Aires, a la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), donde desaparecieron unas 5 mil personas, y quien sobrevivió gracias a la fuerte presión del gobierno alemán, ``la entrega mutua de prisioneros durante las dictaduras tiene larga data entre Argentina y Paraguay''.
Mellinger de Sanneman escribió en 1989 su testimonio en el libro Paraguay en el Operativo Cóndor, donde relata la entrega en 1961 de Benigno Silvestre González a Paraguay por la policía argentina, así como la de Secundino Marzan en 1963 , Herminio Stumpfs en 1971, y muchos otros paraguayos que conoció durante su estadía en el campo de concentración de Emboscada, en Paraguay.
Ella reunió más de 70 nombres de paraguayos desaparecidos en Argentina, y también de aquellos entregados por la seguridad de Brasil en esos mismos años del lobo.
Cuando todavía no se conocían los elementos surgidos con los descubrimientos de los Archivos del Horror, Sanneman se preocupó por recuperar listas y testimonios de familiares, con los que pudo trazar el siniestro mapa del intercambio de prisioneros. Su paso por Emboscada, donde atendió a las víctimas de torturas y conoció a argentinos, chilenos, y de otras nacionalidades, le permitió un dramático conocimiento de esta tragedia.
Lo mismo sucedió con Martín Almada, prácticamente entregado desde Argentina, adonde presentó un libro sobre las falencias educativas en su país. Ese fue su gran crimen. Al regresar a Paraguay fue detenido y torturado; su esposa, delicada de salud, murió cuando la obligaban a escuchar los gritos de Almada en tortura.
Un caso típico
``Soy un caso típico de los paraguayos detenidos en Argentina y entregados a la policía de Stroessner. Fui arrestada en Candelaria, Misiones, el 24 de marzo de 1976, y entregada el 28 de julio de ese año a la policía paraguaya. Permanecí en el campo de concentración La Emboscada hasta el 19 de marzo de 1977, y el 21 de ese mismo mes y año fui entregada a los argentinos. Fui a la Esma. Viajé por el mundo del horror, y fueron las gestiones realizadas por Jorge Kastl y Jurdgen Engel, a pedido del gobierno alemán, lo que hizo que pudiera viajar a la patria de mis padres con mis hijos, donde encontré a mi esposo que también había sido apresado y torturado.
Frente a todo lo que vi y lo que conozco después fui afortunada. Y esto es decir algo también terrible después de lo que pasamos, pero estamos vivos'', cuenta Sanneman.
En febrero de 1979 fue secuestrado en Paraná, Entre Ríos, el médico paraguayo Agustín Goiburu, un hombre del ala más progresista del gubernamental Partido Colorado, a quien Stroessner odiaba particularmente. El joven periodista entrerriano Daniel Enz reconstruyó esta historia paso por paso, y dio los nombres de los culpables, así como de los responsables de las desapariciones en esa provincia en su libro Verdugo y Ejecutores.
También la reconstrucción del crimen del general Juan José Torres de Bolivia, realizada por otro joven periodista argentino, Martín Sivak, reveló una intensa red de agentes, espías, cómplices de uno y otro países. Los hilos finales siempre llevaban al general Hugo Bánzer, actual presidente de Bolivia, y uno de los cóndores de aquellos años del lobo.
En Paraguay, en 1993, el general Benito Guanes Serrano, jefe militar invitado para la reunión clave de la Operación Cóndor en Chile, reconoció la existencia de la misma en 1993.
De los Archivos del Horror
Entre los informes de los archivos figuraban diversos agradecimientos de los militares y policías que podían ir a torturar prisioneros entre un país y otro. Uno de los informes que se conservó y que llevaba fecha del 16 de mayo de 1977 indicaba que habían sido entregados los siguientes prisioneros argentinos: Marta Landis, José Luis Neill, Alejandro Logoluso y los uruguayos Gustavo Edison Inzaurralde y Nelson Santana a un grupo militar que encabezaba el capitán de corbeta argentino José Abdala.
El grupo que trasladó y desapareció a los detenidos estaba integrado por hombres del ejército argentino y la SIDE. La nota del informe estaba firmada por Pastor Milciades Coronel, jefe de investigaciones de Paraguay y uno de los acusados por cientos de crímenes, y dirigida a Alfredo Stroessner.
Además, otro informe daba cuenta del ``agradecimiento de militares argentinos y uruguayos por haber permitido que los detenidos sean interrogados en Asunción por los enviados teniente Alejandro o Angel Spada, José Montenegro, de la SIDE argentina, y por el mayor Carlos Calcagno, de Uruguay'', ninguno de los cuales se presentó a la justicia paraguaya cuando fueron citados por estos documentos.
Hay relatos que dan cuenta de cómo trasladaban a un detenido paraguayo --Domingo Centurión Rolón-- en la cajuela de un automóvil militar argentino para ser entregado en la frontera. Pero luego, al reconstruir la historia, se pudo conocer cómo niños y ancianos de esta familia fueron torturados y llevados al Campo de Emboscada. ``Son tantos los datos, testimonios y nombres que no alcanzan varios libros para cerrar esta historia'', dice Martín Almada.
Y la historia se reabrió cuando fue secuestrado en Uruguay el ingeniero chileno Eugenio Berríos, quien huyó de Chile en 1991 aparentemente para no declarar en el juicio contra Manuel Contreras. Berríos había trabajado en un laboratorio montado en la casa de Michael Townley, donde habrían fabricado gas sarín.
En mayo de 1993, Berrios se escapó de quienes lo habían capturado en Uruguay en un episodio que investigó el periodista uruguayo Samuel Blixen, demostrando cómo seguía operando el sistema de Cóndor. El cadáver de Berríos apareció luego en una playa de Uruguay, provocando uno de los escándalos más grandes que se recuerden en ese país por las implicaciones de altos militares en el caso.
Cada día --sobre todo en estos últimos tiempos-- aparecen más datos sueltos y evidencias, y lentamente por trabajos de investigación o por las exigencias del juicio que lleva adelante el juez Baltasar Garzon por genocidio contra militares argentinos y chilenos, la trágica verdad asoma. Uno de los puntos clave en la red del terror se concentra en lo que aquí se llamó el campo de concentración clandestino de Automóviles Orletti, donde se entregaron prisioneros extranjeros y desaparecieron miles de argentinos.
Hay largas listas en todos los países del Cono Sur, y también hay miles de casos sin revelarse, ya sea porque se trata de familias campesinas o muy pobres.
Por esta razón, la presión argentina para la creación de una Coordinación de Seguridad Hemisférica, bajo control estadunidense y en la que estarían comprometidos muchos de estos mismos personajes que implantaron el crimen regional bajo un supuesto combate al ``terrorismo internacional'' --sin definir de qué se trata esto-- así como el intento de crear una coordinación militar-policiaca dentro del Mercosur para enfrentar ``conflictos sociales, rebeliones campesinas e indígenas por la tierra'', han originado una fuerte movilización en Argentina y otros países para evitar que regresen los años del lobo.