Teresa del Conde
Discusión en La Esmeralda

Con buen tino, la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, ahora ubicada en el Centro Nacional de las Artes, organizó unas jornadas sobre arte que tuvieron lugar la semana pasada. En la primera, se tocó el tema de lo central y lo descentrado en la cultura de la imagen. Participamos Alberto Híjar, Felipe Ehrenberg, Santiago Espinoza de los Monteros y quien esto escribe, bajo la coordinación de Alberto Argüello, del Cenidiap-INBA. Aunque no hubo un hilo conductor del tipo ponencia-discusión, la reunión, concurrida y prolongada, dio pie para que cada quien expresara sin miramientos ni pudores lo que piensa del campo artístico mexicano y de sus integrantes, que son no sólo los artistas, sino los artwriters (vocablo que Ehrenberg objeta, pero que se usa porque no todos los que escriben sobre arte son críticos de arte), los curadores, los promotores culturales, etcétera.

Familiarizada que estoy, con el pensamiento filosófico de Híjar, esta vez me sorprendió su conocimiento televisivo, indispensable en esta época para calibrar la producción imaginaria asociada o no al sujeto histórico. Estuve de acuerdo con él respecto del ``analfabetismo funcional'' que se padece y que en artes plásticas no incluye sólo a los escolares o a los estudiantes, sino que puede involucrar incluso a las altas autoridades políticas. No creo, en cambio, que Híjar tenga razón al insistir en que la centralización del poder supone exaltación eurocentrista. Ojalá así fuera. Nosotros, país de pirámides, tendemos cada vez más a las estructuras verticales, por lo que el intercambio de opiniones entre las esferas del poder y los ``mandos medios'' o los medios académicos, cada vez se empobrece y entorpece más. Seguir modelos europeos (el francés solía ser el mejor) supone meterse de lleno en un campo dialéctico que aquí no se da ni en sueños.

Híjar se refirió al capitalismo salvaje que a final de cuentas hoy día involucra los campos de la cultura. Si los centros culturales, museos incluidos, gozaran de un mínimo presupuesto saneado y de un personal que no se encontrara continuamente amenazado de remoción por las drásticas reducciones presupuestales, lo primero en lo que eso redundaría sería en la eliminación del desgaste que supone estar librando batallas continuas para conservar a la investigadora, al jefe de servicios educativos, etcétera. El tiempo, entonces, se emplearía en acciones más creativas e incluso, ¿por qué no? hasta redituables.

Los grandes centros devoran lo que se produce en la periferia. Esto es cierto, pero lo que no se tocó es que incluso dentro de una red de centros como la que suponen instancias como el INBA, hay prioridades fijadas no se sabe muy bien por qué ni bajo qué criterios y que devoran la posibilidad de que espacios bien establecidos y con larga trayectoria realicen mejor sus funciones.

La creación del Centro Nacional de las Artes pudo haber dado lugar a una estructura tipo kunsthalle de la que en México carecemos. Las ex galerías del auditorio venían a suplirla, con todo y sus deficiencias. Eso, que tan necesario era, no se planteó como prioridad, pese a que desde hace más de un año existe una galería de dimensiones reducidas que tuvo a bien acondicionar el actual rector. Peor es nada.

De Espinoza de los Monteros, prologuista del catálogo de Gustavo Monroy para la GAM, me pareció acertado lo siguiente: hay artistas que son social climbers (en todas las latitudes), cosa independiente del talento y del trabajo. Creo que eso no puede evitarse, pero redunda en otra observación, también suya: cada vez hay menos cosas que ver que valgan la pena. Mientras más ve uno, menos cosas le gustan. Ehrenberg expresó el mismo fenómeno así: ``de tanto pinche árbol que nos rodea, hemos acabado por no ver el bosque''. Eso va de acuerdo con una más de las acepciones sobre el analfabetismo cultural, que se dejó ver en algunas de las observaciones de ciertos estudiantes que tomaron la palabra. Hubo quien pidió a los participantes ``un documento serio'' que yo imagino como guía existencial para deambular por el mundo del arte. A propósito de eso: ¿se habrán dado cuenta de que la Biblioteca de las Artes, que tienen a portata di mano no está nada mal surtida?

Hizo bien Ehrenberg en destacar la necesaria revalorización de las casas de la cultura: no hay método más efectivo de descentralizar que ése, pues es el que tiende a congregar y a intentar satisfacer las necesidades culturales de un barrio o de una colonia, no de toda la ciudad ni de todo el gremio artístico. El propio Ehrenberg afirmó que el llamado arte joven no tiene nada que ver con las edades: ``hay jóvenes que tendrían que estar en tratamiento geriátrico''. Tiene razón, pero no totalmente. Los jóvenes (hay poquísimos Rimbaud o ninguno) existen. Que muchos de ellos son edípicos culturales, es cierto.