Los refugiados, una problemática de hoy y de siempre
Ana Garduño, especial para La Jornada Ť La escultora mexicana Helen Escobedo no es una refugiada en Alemania, aunque desde hace varios años pasa de mayo a septiembre en Hamburgo, meses llenos de luz aunque no siempre de calor. Ella y su esposo viven en el barrio Blankenese -parecido a nuestro tradicional San Angel-, donde se desarrolla la entrevista para hablar de una instalación de amplia resonancia que, aunque fue concretada hace un año, continúa motivando diversas reflexiones. Se trata de Die Flüchtlinge (Los refugiados) montada en un parque central de Hamburgo, el Moorweide, justo en uno de los sitios en el que los judíos de la ciudad fueron reunidos para ser enviados a los campos de concentración, en 1941.
101 figuras... y el infinito
Como toda instalación, inició desde que surgió la idea, se elaboró el proyecto, se seleccionaron los materiales, etcétera. Incluso forman parte de ésta las tediosas gestiones ante numerosas instancias oficiales, especialmente en un caso en que la iniciativa partió de la artista. Fueron dos años los que necesitó Helen para que, en julio de 1997, pudiera concretarla. A su realización contribuyó el hecho de que el proyecto contó con apoyo del Fondo Alemán de Ayuda para Refugiados, vinculado con la Organización de Naciones Unidas (ONU). A dicha institución se remitieron los recursos recaudados por la venta de dibujos que con esta temática elaboró Helen, así como las donaciones por la campaña que se efectuó para adoptar a un refugiado.
Con la ayuda voluntaria y gratuita de 20 estudiantes de arte, jardineros de los parques públicos y de su amigo, otro artista mexicano, Amilcar Coen, sólo tardaron tres días en instalar las figuras en la parte central del Moorweide. Se utilizaron cinco toneladas de paja, cientos de postes y trozos de madera, así como centenares de metros de cuerda. Todos estos materiales fueron donados y luego reciclados.
Después de que Helen estudió y marcó la distribución de las 101 figuras en una sección del terreno sin árboles, se clavaron los postes, ligeramente inclinados hacia delante para dar idea de movimiento, variando la altura para sugerir la representación de niños y adultos. Ya con los pastos amarrados se evocaban formas humanas que a la distancia parecían siluetas caminando.
Ante la pregunta de, ¿por qué 101 figuras?, explica Helen Escobedo:
``La idea era hacer 101 figuras, ¿por qué y uno?, porque cien implica un número redondo; 101 sugiere que vienen cien más... el problema al infinito.''
No obstante haber previsto mantener la instalación por tres o cuatro semanas, a los 15 días fue necesario desmontarla por las fuertes reacciones del público. Helen, con experiencia al trabajar en espacios abiertos, sin vigilancia, esperaba intervención o vandalismo por parte de los visitantes al parque, que podía ir desde agregarle objetos a la instalación hasta quitarle paja a las figuras, pero no esperaba destrucción.
En la séptima noche, grupos de jóvenes aprovecharon la oscuridad para ``jugar'' a derribar las figuras, logrando tirar 30, con lo que el aspecto de la instalación cambió.
Comenta Helen: ``parecía un campo de vivos y muertos... así como caen los refugiados, por hambre, por insolación, por tantas cosas''.
En el día les colocaban flores a las figuras, llegaban los niños con sus juguetes y pelotas a transformar los espacios; los estudiantes se recostaban en ellas para leer y los paseantes descansaban y obtenían sombra; utilizando las figuras caídas como camas, los borrachos o desempleados se acostaban a tomar el Sol o de plano a dormir, y las parejas hacían su nido dentro de la paja para recrear el amor sin ser observados. Transeúntes entrevistados pensaban que las figuras yacentes formaban parte del proyecto original.
Tres fotógrafos profesionales y los estudiantes de arte documentaron diariamente la recepción de la instalación, estos últimos mediante entrevistas con las personas que allí se detenían.
Sucedió de todo y cuando se le preguntó a un muchacho que intentaba derribar una de las figuras, ¿por qué lo hacía?, contestó: ``porque no puede defenderse''.
Repercusión local, asunto mundial
En otra ocasión fue gracias a uno de los fotógrafos que quedó constancia de la llegada sorpresiva de un grupo de bailarinas, cubiertas con túnicas de tenues colores, que ``hicieron una acción como de cuidar a los caídos, de consolar a los refugiados''; otro día sucedió no un acto espontáneo de solidaridad, sino el recurso político de un grupo de refugiados yugoslavos que se colocaron junto a las figuras pidiendo, también ellos, asilo.
Helen desmontó la instalación cuando un grupo de personas -nunca se supo quiénes- incendiaron una noche ocho de las figuras. La llegada de los bomberos y los diferentes medios de comunicación que registraron el incidente con escenas en vivo incluyendo, por supuesto, sendas entrevistas con Frau Escobedo, marcaron el fin de una instalación que registró los diversos sentires de los habitantes de Hamburgo ante una problemática que hoy, como ocurre desde hace décadas, mantiene vigencia: las polémicas sobre qué hacer con los allegados de otras tierras que aunque sí requieren refugio por persecución política, la única razón legal para ser admitidos, en su inmensa mayoría lo que soterradamente solicitan es asilo económico ante la poderosa Comunidad Europea.
Las cifras que registra Naciones Unidas hablan de 50 millones de refugiados en todo el mundo y dentro de esa cantidad ya están incluidos los mexicanos que tienen ese status personal, aunque su número está en constante crecimiento.
La presencia de la instalación Die Flüchtlinge, de Helen Escobedo, tuvo repercusión local, pero la problemática es internacional. ¿Qué recepción tendría una obra como ésta en el Zócalo capitalino?, ¿o en San Cristóbal de las Casas?