Arturo García Hernández Ť Se trataba de cerrar las conmemoraciones por los 30 años del 68 y de recolectar ayuda para los ``hermanos chiapanecos''. Dos buenas causas a las que se sumaron más de 20 grupos y cantantes (de las tendencias más diversas) que solidariamente aceptaron participar en el concierto 30 años, celebrado desde la tarde hasta la medianoche del jueves en el Foro Sol. Sin embargo, la respuesta del público no fue la que se esperaba: al recinto, con capacidad para al menos 50 mil espectadores, asistieron --según números de los organizadores-- entre 10 mil y 12 mil personas; otros reportes indican que acudieron algo más de 4 mil.
A pesar de todo, primero hay que reconocer el esfuerzo y el entusiasmo que --gustos al margen-- desplegaron todos los músicos y cantantes que intervinieron en el acto, sin cobrar un centavo. Aunque por momentos tuvieron que vérselas con una audiencia conformada en su mayoría por veinteañeros y adolescentes, naturalmente veleidosos e impacientes, quienes entre la oferta musical tenían, por supuesto, a sus favoritos. Era difícil que a todos les gustara todo: los fans slamers de Los Estrambóticos no son los seguidores de Guillermo Briseño, ni los admiradores de Tex-Tex lo son necesariamente del virtuosismo y la pasión del excelso Julio Revueltas.
Rafael Mendoza, Los Nakos, Hebe Rosell y Guillermo Briseño, en ese orden, cargaron con la responsabilidad de empezar a calentar el ambiente, entre alusiones al 68 y a la situación política y social en Chiapas, referencias que a menudo chocaron con la indiferencia o el franco rechazo. Hasta que apareció Saúl Hernández sobre el escenario, el entusiasmo y la atención se volvieron unánimes. Entonces sí hubo aplausos y simpatía manifiesta cuando, además de complacer a sus fans, Saúl recordaba los motivos del concierto. Así llegó la noche.
Con poco rollo y buen blues, llegó Real de Catorce, que ratificó su consistencia musical, hizo que la poesía de sus letras fuera escuchada y salió airoso de su confrontación con el pequeño pero temible monstruo que se revolvía sobre las butacas.
En lo musical la noche fue --sin discusión-- de Julio Revueltas, quien dio una exhibición magistral de sus habilidades en la guitarra. Digno, por méritos propios, del ilustre apellido que lleva, el músico desplegó su arte sin reticencias.
Con el vértigo y la intensidad de sus ejecuciones hizo ver y oír porque se le ubica entre los máximos guitarristas de México, a la altura de los mejores en el mundo. Y no es exageración. Por eso hay que lamentar con mucha pena la fría y por momentos agresiva recepción que tuvo del público, chavas y chavos que después de varias horas calentando las butacas lo que más querían era darle gusto al cuerpo y estrujarse y azotarse en el torbellino del slam dance, como lo hicieron cuando pisaron el escenario Los Estrambóticos.
Al final de su actuación, Julio Revueltas dio las gracias ``a los que escucharon'' y anticipó: ``Es la última vez que toco en México''. Y no puede reprochársele. Ya Santana y Fito de la Parra han probado que el camino para hacerse un lugar en el rock y ganarse el reconocimiento en su tierra empieza en el extranjero. Si bien es cierto que en general el juvenil público se mostró refractario a lo choros políticos, todos fueron uno para darle masiva mentada de madre y asestarle un estruendoso ``¡Culeeeero!'' a Gustavo Díaz Ordaz cuando apareció su imagen en las megapantallas que flanqueaban el escenario. Festejaron el humor escatológico y corrosivo de Paco Barrios, El Mastuerzo, y sus rolas dedicadas al EZLN y al subcomandante Marcos.
También Javier Bátiz, Kenny y los Eléctricos, Ritmo Peligroso, La Gusana Ciega, La Barranca y Los de Abajo, hicieron buen clinch con la banda. Pero no hubo la misma disposición hacia Ely Guerra y Aurora y la Academia, cuyas ofertas musicales --más allá de preferencias particulares-- son propositivas y originales.
A la medianoche tuvo que concluir todo, aun cuando cinco de los grupos convocados ya no pudieron participar. Hacerlo hubiera significado para los organizadores el desembolso de 250 mil pesos.
Así las cosas, los organizadores (delegación Coyoacán) lamentaron que ``no hubiese una respuesta de envergadura para un concierto de amplio significado popular''. De acuerdo con Mario Núñez, coordinador de Asesores de la mencionada demarcación, fueron diversos los factores que incidieron en la escasa respuesta del público: por un lado, ``pecamos de optimismo, creíamos que la capacidad de convocatoria de Chiapas y del 68 era suficiente'' y ``quizá la gente estaba saturada del 68'' y, por otro, ``la ayuda a damnificados se pervirtió desde que la asumió el gobierno federal. Entonces, hay dos situaciones de descrédito''.
Núñez también lamentó el que ``la juventud no fue sensible a la llamada de ayuda a Chiapas'', pero distinguió ``puntos positivos: fue una fiesta espléndida y que se haya mantenido en términos pacíficos fue genial''.
Otros factores que reconoció Mario Núñez fue que ``el número de grupos fue excesivo'', además de que ``había una cierta inexperiencia en el manejo del show bussines''.
Aun cuando prefirió no revelar por el momento a qué intereses se refería, Núñez dijo que la lección que deja la experiencia es ``que tenemos que pasar a la defensa de los eventos democráticos, de tal forma que los intereses privados no se sobrepongan a los intereses públicos. Para eso hay que hacer una revisión, como señala el programa de gobierno del Distrito Federal, de los espacios públicos''.