José Cueli
Don Quijote, el mejor de los toreros

Esperamos que la afición mexicana --quijotesca si la hay-- no le suceda lo mismo que a su héroe con los toros de Jarama. ``Después de encontrarse --Don Quiote-- con unos contrahechas pastoras, salió a los medios del camino, a desafiar a cuantos vinieran, si no reconocían que aquellas hermosuras eran las más claras de la tierra'', excepto Dulcinea. En esos momentos llegó un tropel de lanceros y uno de ellos, que venía más adelante, a grandes voces comenzó a decir a Don Quijote ¡Apártate, --hombre del diablo-- del camino que te harán pedazos los toros!

¡Ea canalla --respondió Don Quijote-- para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas! no tuvo lugar de responder el vaquero, ni Don Quijote de desviarse, aunque quisiera; y así, y el tropel de los toros bravos y los mansos cabastros, con la multitud de los vaqueros y otras gentes que los llevaban a encerrar un lugar donde otro día habrían de correrse, pasaron sobre Don Quijote, Sancho, Rocinante y el Rucio, dando con todos ellos en tierra, echándoles a rodar por el suelo. Quedó molido Sancho, espantado Don Quijote, aporreado el Rucio y no muy católico Rocinante; pero al fin se levantaron todos y Don Quijote, a gran prisa, tropezando aquí y cayendo allá, comenzó a correr detrás de la vocada diciendo a voces: ¡Deteneos y esperad, canalla malandrina, que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición, ni es de parecer de los que dicen al enemigo que huye hacerle la puente de plata! pero no por eso se detuvieron los apresurados corredores, ni hicieron más caso de sus amenazas que las nubes de antaño. Detúvole el cansansio a Don Quijote, y más enojado que vengándose, sentó en el camino, esperando que Sancho, Rocinante y el Rucio llegasen. Llegaron, volvieron a subir amo y mozo, y sin volver a despedirse de la Arcardía fingida o contrahecha y, con más verguenza que susto, siguieron su camino.

Y como era Don Quijote al emblema de los ideales y habiendo ocurrido lo que entonces ocurrió, uno se maravilla que los nuevos interpretes del idealizado juego de lidia con las fuerzas de la naturaleza estén --¿o estaban?-- ya en este lance detalle de Don Quijote, ``el primero de los toreros'', y así como en aquella ocasión la manada de toros pasó sobre Don Quijote, así los ganaderos, toreros y administradores, dominan y pasan sobre nuestra afición, tanto que nos han dejado sembrados en medio del camino.

El domingo se inicia la temporada invernal 98-99, en la Plaza México, y los aficionados --quijotescos-- en espera de los imposible... que en vez de los de a pie, sean los toros de Jarama, los que arrollen... ¡Que Dios reparta suerte!