La Jornada lunes 2 de noviembre de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

El grupo de senadores priístas denominado Galileo está hoy en condiciones propicias para demostrar si sus móviles son verdaderamente a favor de la democratización nacional o simples mecanismos de presión para el favorecimiento de los intereses personales o regionales de sus integrantes.

Afamados hasta hoy más por las expectativas que han causado que por los hechos concretos que confirmasen tales suposiciones, los galileos pelean para que se apruebe un reglamento de la bancada senatorial priísta que, entre otras cosas, sujete al coordinador de tal fracción (Genovevo Figueroa hasta hace unos días; María de los Angeles Moreno actualmente) al mandato que emitiese el pleno de esos senadores y no (como hasta ahora y desde siempre ha sido) a la voluntad personal del titular de esa coordinación o, más usualmente, a las instrucciones giradas en Bucareli o en Los Pinos.

Aparte de esa pretensión de corregir la histórica desviación del sentido de la coordinación de la fracción senatorial priísta (que lleva aparejada la coordinación de los trabajos del Senado, ya que la bancada tricolor mantiene sin disputa la mayoría de esa cámara), los galileos intentan establecer otro avance sustancial: el derecho de cada senador a votar conforme su conciencia se lo indique, y no obligado a seguir una línea indicada acríticamente por la superioridad.

Ambos puntos representan una amenaza grave para los intereses cerrados del sistema, pero actualmente hay, como nunca, un marco adecuado para pugnar por su aprobación. El desmoronamiento del autoritarismo presidencial y partidista es un elemento sustancial. El presidente Zedillo ha mostrado poca pericia en el control acerado de los legisladores. Una muestra de ese fatal oficio político se ha dado en el relevo del michoacano Figueroa, pues la sucesora de éste ha entrado en un cuadro de desgaste que podría convertirse en su flanco más débil. Impuesta al estilo tradicional, de un golpe, sin discusión ni análisis y sin siquiera desarrollar algún guión acordado que simulase apertura democrática, la nueva coordinadora de los senadores fue aceptada por los galileos justamente porque en esas condiciones tiene menos fuerza y legitimidad para impugnar las reformas buscadas. Además, en esa circunstancia adversa, la coordinadora senatorial deberá buscar el apoyo de todos sus compañeros para aprobar temas legislativos en los que se pretende estatuir al Senado como dique contra las oleadas que genere la otra cámara, la de los Diputados, con dominio opositor.

Integrado por personajes de diversa índole política, el grupo Galileo tiene pues, en esta ocasión, una oportunidad inmejorable para mostrar su verdadero talante. Pocos son los galileos que tienen una aprobación generalizada a su conducta política, por el contrario, varios de ellos tienen los estados que representan calificaciones contrarias a las que asumen en el ámbito nacional. Sin embargo, éste es el momento en el que podrían ir construyendo una plataforma

de logros políticos (no meras declaraciones) que les llevase a la asamblea nacional priísta con una autoridad ganada en los hechos. De otra manera, parecerán uno más de los grupos nacidos al calor de los enconos, los despechos, el desempleo o las fiebres simples de la sucesión.

Sumisos ayer, insurrectos hoy

En el mar de confusión política que reina hoy en el país, y ayudados por la desmemoria general, algunos personajes que protagonizaron en el pasado reciente páginas prototípicas de la obediencia y la disciplina priísta, ahora se han convertido, a la luz de la elección presidencial del 2000, en pípilas democratizadores.

Un ejemplo evidente de tan impresionantes conversiones lo da Sergio García Ramírez, quien luego de acumular toda índole de cargos gubernamentales y de esculpir obras maestras de abnegada disciplina priísta, recorre ahora el país pronunciando arengas para que sus compañeros de partido se subleven contra las órdenes incorrectas de sus cúpulas directivas. En Monterrey, este sábado reciente, por ejemplo, declaró que ``la obediencia ciega es inaceptable en estos momentos del país. Es, además, ineficaz, imposible, inaceptable(...) Esta no es la época de la obediencia ciega''.

Como es sabido, don Sergio estuvo a un paso de convertirse en beneficiario de una pifia terrible del sistema político mexicano: sometido el priísmo a la ciega obediencia de los designios del dedo presidencial, por unos minutos hubo en 1987 la creencia entre la clase política tricolor de que García Ramírez había sido destapado como candidato presidencial.

En caso de haber aceptado frente a los reporteros la aceptación de los apoyos de los que en ese momento se hablaba, y haber asumido su condición de precandidato dispuesto a participar en una elección interna en la que participasen otros candidatos como el propio Carlos Salinas de Gortari, don Sergio habría dado una muestra histórica de independencia de criterio y de cumplimiento de sus expectativas ciudadanas y partidistas, que seguramente hubiesen acelerado la transición democrática mexicana y que le hubiesen otorgado al vehemente declarante de hoy la autoridad moral suficiente para incitar a sus compañeros de partido a actuar sin obediencia lacayuna.

Por desgracia, sus esfuerzos declarativos actuales, como los de una buena parte de los miembros de la llamada corriente renovadora del PRI, no resisten la prueba de la confrontación con los hechos del pasado. No son los mismos principios políticos cuando han tenido cargo y presupuesto que cuando han carecido de ellos.

Astillas: En Puebla todo hace indicar que la línea dura del priísmo está por triunfar. Una plaza tradicionalmente favorable al panismo estaría siendo tomada por el bartlettismo militante y su extensión estratégica, que sería Melquiades Morales, quien no forma parte del grupo del actual gobernador pero sí está atado a intereses superiores compartidos. La derrota blanquiazul que vaticinan diversas encuestas de opinión pública confiables, confirmaría a los ojos de los priístas del país entero que la línea desarrollada por Bartlett es correcta: el enfrentamiento directo del adversario, sin concesiones ni suavidades... En Sinaloa, mientras tanto, el fantasma de la concertacesión sigue presente. Por más esfuerzos que los priístas hacen para poner buena cara, lo cierto es que no pueden disimular el temor que causa el riesgo de que en la ciudad de México se canjee el gobierno de Sinaloa por el voto panista a favor de convertir el Fobaproa en deuda pública. Juan S. Millán, dicen algunos de quienes propalan tal versión desde el propio ámbito directivo priísta, estaría pagando así su pretensión de convertirse en un candidato a gobernador con fuerza propia. Valga recordar, entre otras cosas, que Millán tuvo en contra de su postulación al grupo político estatal del secretario de Gobernación... La verdad, ¿para qué lado juega el tal coordinador de Bucareli para el diálogo pacificador chiapaneco? Porque, si se supone que juega a favor del interés gubernamental, la verdad es que la torpeza de sus actitudes y declaraciones, y la terrible falta de sensibilidad que muestra cotidianamente, simplemente dañan aún más la postura oficial, fortalecen las dudas sobre la autenticidad del ánima pacificador gubernamental y muestran que, entre otras cosas, falta en ese aspecto una buena carretada de materia gris...

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