La Jornada Semanal, 1 de noviembre de 1998



Armando Alanís

entrevista

con Roger Bartra


Spleen (``viendo a Garrick, actor de la Inglaterra''), estrés (``el señor gobernador amaneció muy estresado''), depresión... estos son algunos nombres de la melancolía, ese estado del ánimo que, según Roger Bartra, se convirtió en ``uno de los principales ejes culturales del Renacimiento''. La melancolía en las ciencias, las artes, la mística, la vida erótica y en nuestro señor don Quijote, son algunos de los temas que Bartra toca en esta entrevista.

El retorno de los melancólicos

  • El Siglo de Oro de la Melancolía afirma usted que la melancolía se convirtió en uno de los principales ejes culturales del Renacimiento.

    -Es un tema muy actual debido a que su forma moderna, llamada por los psiquiatras ``depresión'' -nombre horrible-, al parecer se está expandiendo. Una excursión hacia atrás me ha parecido fundamental para que podamos reconocer estos caracteres originales de la melancolía propiamente moderna. La melancolía italiana, inglesa, francesa, alemana, en sus respectivos renacimientos, ha sido bastante estudiada. No así la española, siendo que en la cultura española de los siglos XVI y XVII hay obras extraordinarias que giran en torno a ese tema, desde el Quijote hasta La vida es sueño. Encontré una serie de textos, pero sobre todo uno de un médico andaluz del siglo XVI, Andrés Velásquez, de Arcos de la Frontera, que me pareció pertinente para tener un panorama de la melancolía española. La transición a la modernidad es un acontecimiento que cala profundamente en la conciencia renacentista: necesitaban una manera culturalmente establecida para soportar, sufrir y llorar todo aquello que se había perdido de la antigüedad; un modelo para sufrir también el miedo a lo desconocido, a lo que venía.

    -Al leer el libro de Velásquez, no deja de sorprender el atraso de la medicina y de las ciencias en general con respecto al enorme desarrollo de las artes en esa época.

    -Una de las cosas que más ha asombrado a los historiadores es ver cómo en la medicina, específicamente en las teorías sobre la mente y el funcionamiento del cerebro, no hay un renacimiento. Existe un gran auge de las letras, el teatro y otras artes, pero en materia de medicina sigue predominando la antigua teoría humoral; si acaso es posible nombrar a Vesalio como representante de la transformación renacentista de la medicina. La novedad consiste en que el tema del estudio de la mente y, por lo tanto, de la melancolía, se vuelve una moda en toda Europa. Al correr los siglos, la teoría humoral es abandonada, pero curiosamente se ha mantenido la conciencia de que existen ciertos tipos fundamentales de psique: colérica, flemática, melancólica, sanguínea. En lo que se refiere al humor negro, a la melancolía, se ha generado todo un mito apoyado por las tendencias de la neurofisiología moderna, que están descubriendo que sí existen ciertas sustancias neurotransmisoras que tienen mucho que ver con los estados de ánimo y con las depresiones. Son las versiones modernas de los humores. La bilis negra no existe, no hay tal sustancia en el organismo. Su poder es metafórico, literario. Con el inconsciente freudiano sucede lo mismo. No es posible comprobar su existencia, pero hace referencia a una estructura mítica que sigue siendo objeto de inquietud entre nosotros.

    -El Problema XXX, 1, atribuido a Aristóteles, plantea que todos los hombres excepcionales en filosofía, ciencia, arte y política son manifiestamente melancólicos.

    -Ficino recupera el texto del Problema XXX, 1 y subraya la relación entre el sufrimiento de melancolía y el genio. Es un hecho que constituye en sí mismo una verdadera revolución, no científica, pero sí cultural. Toma esa tradición olvidada en la Edad Media, la inscribe en la historia occidental, y desde entonces esa relación entre melancolía y genio, tristeza y literatura, va a ser fundamental en la cultura europea.

    -También se solía relacionar, en el siglo XVI, a la angustia melancólica con el misticismo. Santa Teresa y San Juan de la Cruz confiesan que pasaron momentos de melancolía.

    -La melancolía era mal vista por los teólogos porque se asemeja a la acedia, que era uno de los pecados capitales. De tal manera que el hecho de que la angustia del místico, en su viaje hacia la luz divina, pasase por momentos de oscuridad tan parecidos a la melancolía, generó, tanto en Santa Teresa como en San Juan, una preocupación por establecer la diferencia entre esa condición melancólica y la oscura noche por la que se atraviesa para llegar a tener contacto con Dios.

    -Se hablaba también de una melancolía erótica.

    -Desde la antigüedad, una de las causas más mencionadas de la melancolía es la pérdida del objeto amoroso. Esta condición de pérdida, o de no poder alcanzar el fin erótico deseado, configura lo que en los siglos XVI y XVII se vino a llamar melancolía erótica. Este hecho contribuye a darle una orla mítica a la melancolía. No sólo está íntimamente relacionada con el genio, sino también con el amor. Para aquellas tendencias antifeministas y antieróticas del Renacimiento, la melancolía constituye una prueba de que el amor es efectivamente dañino. Pero poco a poco, ya también en esa época, aunque marginalmente, el amor empieza a ser exaltado.

    -El momento histórico que nos ha tocado vivir, ¿es esencialmente melancólico?

    -Estoy convencido de que lo que se llama condición posmoderna es básicamente el tercer retorno de la melancolía en la cultura occidental. El primer retorno fue el Renacimiento. El segundo, el Romanticismo, con sus extensiones en lo que se refiere a la cultura iberoamericana con la generación del '98 y el modernismo. La condición posmoderna sería la tercera resurrección de la melancolía. No sólo es un tema que está de moda en muchos círculos intelectuales -desde mediados del siglo XX se han multiplicado los libros sobre ellos, a pesar de que es un tema difícil de manejar, muy complejo-, sino que además se está comprobando ``estadísticamente'' que cada vez hay más casos de melancolía o depresión diagnosticados por los médicos, por lo menos desde la segunda guerra mundial.

    -En su libro, usted señala que el personaje melancólico más atractivo y complejo del Siglo de Oro es don Quijote, y anuncia un futuro texto dedicado a este tema.

    -Ese texto prácticamente ya lo he terminado... La obra de Cervantes ha sido examinada desde todos los ángulos imaginables, pero es relativamente escaso el estudio sobre su dimensión melancólica, a pesar de ser tan evidente. Mi posición es que Cervantes, hijo de un médico, conocía a fondo la teoría humoral y utiliza el modelo melancólico -lo dice explícitamente- para caracterizar la locura de don Quijote. Hay una doble vuelta: un planteamiento normal, melancólico, y después el juego irónico de una melancolía artificial, lo cual ya es un rasgo moderno. Esa dualidad es fundamental porque, en realidad, la melancolía es un canon esencialmente artificial, creado, imaginado. Cuando al final don Quijote muere, se dice que muere de melancolía. ƒse ya es un retorno a la melancolía de verdad, a la que mata. Antes de ser atrapado de nuevo en la cotidianidad, don Quijote practica el ceremonial de una melancolía artificial.

    -Inventando a Dulcinea...

    -Inventando su amor por una dama que no existe, y después el desamor y la tristeza por haberla perdido. Por lo tanto, creando esa melancolía. Todo es un invento, todo es artificial; ese es el genio del Quijote.