La Jornada 31 de octubre de 1998

Operación Cóndor, ``internacional del crimen'' que la CIA respaldó en Latinoamérica y Europa

Stella Calloni, corresponsal /I, Buenos Aires, 31 de octubre Ť Es posible que el ex dictador chileno Augusto Pinochet -requerido por la justicia de varios países acusado de genocidio y terrorismo de Estado, entre otros cargos- haya recordado estos días, en su cuarto de un hospital en Londres, cómo la mano criminal de su régimen se extendió por el mundo.

Cuando se conocieron los primeros datos de la llamada Operación Cóndor (1976), la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) de su país ya cargaba no sólo con los crímenes de la dictadura a nivel interno, sino también en el exterior.

Los cuerpos de seguridad chilenos, argentinos, bolivianos, uruguayos y paraguayos, de la mano de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y secundados por la ultraderecha y fascistas del mundo, establecieron una ``corporación internacional de la muerte'', como la bautizó el periodista estadunidense Jack Anderson en un artículo publicado en The Washington Post, ``El Cóndor: los criminales latinoamericanos'', el 2 de agosto de 1979.

No hubo fronteras para los intercambios de personas ni para los asesinos.

Cuando el 22 de diciembre de 1992 un joven juez paraguayo, José Fernández, y el educador y abogado Martín Almada, acompañados por un pequeño grupo llegaron a una sede policial en Lambaré, en los suburbios de Asunción, la capital paraguaya, nadie imaginó que allí encontrarían la historia documentada en partes de esta internacional del crimen llamada Operación Cóndor.

La obsesión de Almada --una víctima de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989)-- por encontrar esos documentos había llegado a su fin: ante los ojos asombrados del juez, un diputado y familiares de algunas de las víctimas aparecieron más de cuatro toneladas de documentos.

Era imposible evitar el estremecimiento ante aquellos papeles donde estaba escrita la historia de la represión, la constancia del horror, los años del lobo contados por el lobo; durante años, víctimas y periodistas habían denunciado la existencia de una ``coordinación criminal'' dentro del esquema de la teoría de seguridad nacional estadunidense en el marco de la guerra fría.

Los motivos del Cóndor

Documentos de los archivos ratificaban la cooperación de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y cada una de las dictaduras del Cono Sur. Sin fronteras, la llamada Operación Cóndor extendió sus garras no sólo en América Latina sino que llegó a Estados Unidos, Europa y otros países, por lo que se ha visto sólo la punta del iceberg.

Aunque fue el 4 de junio de 1976 cuando el periodista británico Richard Gott escribió en el diario londinense The Guardian que ``de acuerdo con especialistas que siguen la vida de ese continente (América Latina) se llevaba a cabo algo semejante a la Operación Phoenix'', que se utilizó en Vietnam para asesinar a los políticos que apoyaban a los patriotas vietnamitas, las huellas del crimen ya estaban marcadas.

El objetivo era actuar contra aquellos ``capaces de inspirar y agrupar al pueblo en una campaña de resistencia contra los militares en el poder''. Gott prácticamente responsabilizaba a Henry Kissinger.

Valentín Mashkin en su libro Operación Cóndor, en 1985, ratificaba que ``al mencionar al entonces secretario de Estado estadunidense'', Gott inculpó directamente a Washington.

A escasos meses de aparecer aquel informe en The Guardian, el canciller de Chile, Orlando Letelier, fue asesinado en un brutal atentado en Washington, junto a su secretaria estadunidense Ronni Moffit.

Esto produjo una serie de investigaciones periodísticas en Estados Unidos que desafiaron la lentitud y premeditada ineficacia de la CIA, que estaba bajo la dirección del ex presidente George Bush.

El 28 de septiembre de 1976, un agente especial del Buró Federal de Investigación (FBI), coronel Robert Sherrer, informaba a sus jefes sobre la Operación Cóndor:

``Este es el nombre en código para la recolección, intercambio y almacenamiento de información de inteligencia sobre los llamados izquierdistas, comunistas, marxistas, lo que se estableció hace poco entre los servicios de inteligencia de América del Sur, que cooperan entre sí para eliminar de la zona las actividades marxistas terroristas.

``Ademas, la Operación Cóndor propicia operaciones conjuntas contra objetivos terroristas en los países miembros... La tercera y más secreta fase de la Operación Cóndor implica la formación de grupos especiales de los países miembros que viajan a cualquier parte del mundo, a países no miembros (de esta organización) para llevar a cabo represalias que llegan al asesinato contra supuestos terroristas o sus apoyos y soportes, o perseguidos en las naciones miembros de la Operación Cóndor''.

De acuerdo con el esquema informado por Sherrer, las fases comprendían ``el intercambio'' de información ,``la ubicación del objetivo'', es decir un ``terrorista'' (en sus definiciones) o a quienes apoyaban a los grupos que estaban contra los países miembros de Cóndor, y luego venía ``la ejecución directa'' contra ``el objetivo''.

En estos términos se hablaba de los asesinatos contra miles de personas.

Precisamente uno de los nombres recurrentemente en los ``archivos del horror'' de Paraguay es el de Sherrer, quien estaba en la legación diplomática estadunidense en Buenos Aires y desde donde solía solicitar informes o enviar datos sobre disidentes o ``enemigos'' de las dictaduras.

Varios de estos informes se mantienen en los archivos de Paraguay y algunas de las misivas escritas por Sherrer estaban dirigidas a Antonio Campos Alum, el siniestro director de la policía técnica de Paraguay y uno de los hombres del Cóndor

La policía técnica fue creada y asesorada por el coronel estadunidense Robert Thie-rry, en un ``intercambio'' con la Agencia Internacional para el Desarrollo, y su mejor alumno fue Campos Alum; también figuran numerosas cartas enviadas por diplomáticos estadunidenses en diversos lugares, solicitando o enviando informes.

Los comienzos: Chile

La Operación Cóndor ya se había expresado en varios crímenes cuando se puso en función oficial en 1975 mediante una invitación del general Manuel Contreras, director de la Dina chilena, a sus pares del Cono Sur en una carta que figura en los archivos.

Contreras invitaba a sus colegas paraguayos a ``establecer en un país de los que aquí se encuentran representados un archivo centralizado de antecedentes y personas, organizaciones y otras actividades conectadas directa o indirectamente con la subversión. En líneas generales es algo similar a lo que tiene la Interpol en París, pero dedicado a la subversión. Desde luego este banco de datos sería manejado y financiado por los servicios de seguridad de los países interesados de acuerdo al reglamento orgánico y de funcionamiento''.

Chile se ofrecía como sede del sistema y los ``técnicos'' debían ser proporcionados por los servicios de inteligencia de la región, con ``inmunidad diplomática'' y otros detalles no menos interesantes.

Ya había ``experiencias conjuntas'' que ``dinamizaban'' la propuesta: el asesinato en París del coronel uruguayo Ramón Trabal, el 19 de diciembre de 1974, quien no apareció dispuesto a participar en lo más violento de la represión después del golpe de Estado de la derecha de Uruguay en junio de 1973, intentó --como el caso Letelier-- ser atribuido a la izquierda.

Pero en junio de 1975 Richard Gott escribió en The Guardian que no se pudo ``encontrar en París ninguna noticia ni siquiera insinuación de que los asesinos (de Trabal) fuesen de izquierda. Las sospechas caían sobre el gobierno uruguayo y la CIA''.

Trabal había confesado a Gott sus simpatías por la revolución de los militares de izquierda en Portugal y de los sectores progresistas de su país.

Este caso está mencionado en un informe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadunidense en 1979, fundamentado en los archivos de la CIA, donde se dice que ``esa operación (Cóndor) de tres fases fue planeada en 1974, después del asesinato de un embajador de Bolivia en París, de un funcionario chileno en Medio Oriente y de un agregado uruguayo en París (Trabal)''.

Poco tiempo después, el 30 de septiembre de 1974, el general constitucionalista chileno Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert fueron asesinados en Buenos Aires, donde estaban exiliados tras el golpe de Pinochet.

Antes, el 14 de julio de 1974, el gobierno chileno dio a conocer el decreto 521 por el cual unió los servicios de inteligencia de las tres armas, los carabineros y la policía política para conformar la Dina.

Precisamente con la Dina, dirigida por el general retirado Manuel Contreras (detenido de lujo en Chile e inculpado por varios crímenes), colaboró el agente designado de la CIA Michael Townley, quien actuó en el asesinato de Letelier en Washington.

El crimen de Prats fue una acción conjunta con la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y con servicios de inteligencia locales, y en Washington actuaron agentes chilenos, la CIA y cubanos de Miami.

En Europa, Stefano Delle Chaie, Vincenzo Vinciguerra y otros del grupo fascista Avanguardia Nazionale fueron considerados entre los principales ``amigos'' italianos de la Dina; también la ultraderecha española cumplió un papel sobradamente útil en la internacional del crimen.

Vinciguerra, quien declaró hace poco ante la jueza argentina María Servini de Cubria, cuando se reabrió la causa del asesinato de Carlos Prats, dijo que había conocido a Townley (testigo protegido de Estados Unidos) bajo el nombre de Andrés en 1975, cuando ya se sabía que había participado en el asesinato de Prats y su esposa, y que luego lo vio en Italia.

Informó también que cuando fue a Chile en 1975, Stefano Delle Chiae era uno de los hombres más importantes de la Dina y participaba en las reuniones con Pinochet, Contreras y el coronel Pedro Espinoza.

Al referirse al caso del general Prats, Vinciguerra no tuvo dudas: ``Fue Pinochet quien impartió la orden''.

A Townley le adjudicó también el atentado contra el dirigente democristiano chileno Bernardo Leighton y su esposa, que salvaron milagrosamente su vida en Roma.

Townley tenía varios documentos para moverse en distintos países: en Chile lo hizo a veces bajo el nombre de Wilson Silva, y estaba autorizado por Contreras para ``cumplir órdenes oficiales'', al igual que su esposa María Inés Callejas.

En septiembre de 1992 Townley declaró en Estados Unidos que Contreras le ordenó matar a Prats.

El terrorista italiano Delle Chiae fue asesor de José López Rega en la formación de la Triple A, ejecutora de miles de asesinatos entre 1974 y 1976 en Argentina, fecha en que produjo el golpe militar que institucionalizó el terrorismo de Estado.

Muchos elementos nuevos de aquel periodo aparecieron cuando se produjo en 1996 la detención del agente chileno Enrique Lautaro Arancibia Clavel, involucrado en el asesinato de Prats.

Como otros familiares, Arancibia Clavel --hijo de un oficial de la armada chilena-- fue miembro del grupo fascista Patria y Libertad, que jugó un papel clave en el derrocamiento de Allende.

``Cierta coincidencia de intereses entre Washington y Santiago pasó a ser la base de los esfuerzos de la CIA y la Dina para la creación de la Operación Cóndor'', señala Valentín Mahskin, al analizar una serie de documentos y datos.

En octubre de 1974 la junta militar chilena firmó un decreto que prohibía el regreso a Chile de Bernardo Leighton, líder del ala izquierda del Partido Demócrata Cristiano, quien se había opuesto al golpe y se encontraba exiliado en Roma con su esposa Anita Fresno y un sobrino, y el 6 de octubre de 1975 un hombre que los esperaba ``protegido por un grupo'' les disparó a quemarropa y los hirió, pero ambos sobrevivieron.

Esto condujo a investigaciones que llegaron hasta Madrid, donde según documentación de la revista Panorama y de Cambio 16 se había creado a fines de 1974 uno de los centros más importantes de las operaciones secretas de la seguridad de Pinochet, la que estaba a cargo del coronel chileno Pedro Eving, agregado militar de su país.

También a fines de 1975 se conoció que un llamado grupo Cero, de un movimiento nacionalista cubano, se adjudicaba el atentado, y calificó a Leighton de ``marxista''.